El Flamenco se derrama por el Bajo Guadalquivir

Eduardo Ternero - 7 de febrero de 2020

Ya apuntamos que el flamenco fue tomando valor con el asentamiento gitano- andaluz en las distintas zonas de Andalucía, en las poblaciones de  a Jerez, Cádiz, Triana, Sevilla… muchas de estas familias itinerantes se movían por los caminos hacia Lebrija,   Utrera, Alcalá de Guadaira, y bajaban a la Campiña (Mairena,  Carmona,  Marchena,  La Puebla de Cazalla…)unos fueron hacia los Puertos (Sanlúcar, San Fernando, Puerto de Santa María…)otros grupos  se instalaron en las sierras de Morón y  bajaron hasta Ronda y Málaga. Algunos  se fueron hacia el este: Estepa, Puente Genil, Cabra,  Lucena… y todos llevaban en sus alforjas mucha hambre y mucho arte;  una forma de expresar que les rebosaba, que iban derramando hasta que inundaron toda Andalucía, Murcia, Extremadura y más tarde el mundo entero.

Cádiz 

Pero ese marco de Cádiz-Jerez-Triana fue sin duda donde prendió la mecha. La Baja Andalucía, ha sido y es una de las más aglutinadoras del Flamenco, sobre todo los pueblos por donde el nomadismo gitano-andaluz se movía en sus orígenes. No cabe duda que estos pueblos (Lebrija, Utrera, Alcalá, Triana, Jerez…) mantienen muchas  familias ancestrales gitanas emparentadas, entrelazadas, que han compartido los últimos dos/tres siglos.   Hay que entender que hablamos de finales del XVII cuando tenemos referencias familiares, cuando hay indicios de la existencia de cantaores de forma significativa, cuando los desplazamientos no eran tan rápidos como hoy, sino que duraban semanas. Muchos apellidos que desde hace cientos de años llevan los gitanos de esta zona: Los Valencia, Peña, Carrasco, Moreno, Fernández, Soto… los de Triana: García, Vega, Flores, Reyes, Camacho, Filigrana, Torres y en menor medida Suárez, Cortés, Carmona, Jiménez... Apellidos muchos de ellos pertenecientes a  aquellos a los que servían, que generalmente provenían del norte para  repoblar las tierras de  Andalucía que había sido usurpadas a los moriscos, judíos etc. Eran cristianos viejos de procedencia Vasco-Navarra-Castellana y otras regiones del norte  que aportaron apellidos  como los Vargas, Montoya, Heredia… 

La provincia de Sevilla, sobre todo su Campiña compartida con Córdoba, y parte de Cádiz, fueron las más castigadas por la hambruna desde el reparto de las tierras en grandes latifundios. Los terratenientes pagaban miserias y los braceros, jornaleros se buscaban el pan de forma furtiva, bajo la amenaza persecuciones,  soportando desdenes, encierros y palizas,  en busca de la subsistencia con el miedo a perder la vida.

Corral de Triana

En ese panorama el Guadalquivir sería el cauce para transportar vida,  llevar y traer sones de los Puertos hacia la orilla izquierda, hacia Triana. Sus ritmos acompasados, los aires de Cádiz y de Jerez se fueron templando a su paso por las marismas y se ralentizaron en los corrales de Triana, en las cuevas del Alcalá. Aquellos primigenios tangos se fueron pausando en tientos, la soleá paso de ser un canté bailable rítmico a ralentizarse, a ser un cante para escuchar que se fue acomodando en Utrera, Alcalá, Marchena o Triana, imponiendo un sello localista y sobre todo sus protagonistas fueron quienes elevaron los cantes a la impronta personal de cada uno de ellos.

En Triana no hubo cafés-cantantes ni apenas una sala donde escuchar cante, porque el barrio trianero  era un espectáculo continuo. Los corrales de Triana, fueron escenarios vivos, que durante las noches aglutinaba alrededor de las candelas, de la olla común a muchos vecinos,  gitanos y payos, pobres que trabajaban el barro, pescadores, herreros…cantaores,  aficionados,   desde los más viejos a los más pequeños. Los  artistas trianeros tenían que ir a Sevilla a los tablaos, a los cafés, a las juergas de los señoritos… a ganarse el salario del cante, a salir en la oscuridad de la noche y volver a la amanecía con cuatro reales en el bolsillo.

Algunos trianeros como el Planeta,  el Fillo, el Nitri,  Los Pelaos, Ollero, Frasco el Colorao… pusieron las bases para un cante característicos como la Soleá de Triana. Hay que resaltar en Sevilla la figura de Silverio, su labor en pro de la dignificación del flamenco, sus cantes y su difusión a través de su empresa el Café-cantante. 

El cante en un patio de Alcalá de Guadaira

¿Qué decir de Alcalá de Guadaira? Seguramente sea  cuna de la soleá tal como la conocemos. Hay que reconocer en Joaquín el de la Paula, Juan Talega, Manolito María…Manuel Torre o Tomás Pavón sus aportaciones a la soleá y otros cantes. Utrera y Lebrija hermanados en el camino con Cádiz y Jerez, “primos” por tantos lazos de sangre: La Serneta, Tío Juaniquí,  Fernando “Pinini”, “los Perrate”, Curro Malena, Fernanda y Bernarda, El Funi, Concha Vargas, Pedro Bacan… y tantísimos artistas como han llenado páginas de gloria del flamenco de la Baja Andalucía. 

La campiña se cubrió de arte, Marchena con artistas como la Gilica, el Cuacua, los Melchores,  Pepe Marchena; Mairena del Alcor, con los hermanos Curro, Manuel, y sobre todo Antonio Cruz (los Mairena), Calixto Sánchez, Castulo…en Carmona: Parrondo, Paco Moya…en Puebla de Cazalla, Meneses, Diego Clavel…un largo etcétera. En la sierra con Joselero de Morón, la saga  de los Gastores…fue en esa Andalucía, la  zona   que baña el Bajo Guadalquivir, la castigada por la pobreza,  una  de las claves en la historia del flamenco, por su cuna y por la ingente cantidad de artista que ha dado para el mundo del arte.