El compás por excelencia: Tangos

Eduardo Ternero - 30 de agosto de 2020

Como   con otros palos del flamenco, en los que  se nos pierde el hilo conductor para encontrar sus orígenes, con los tangos  nos ocurre igual. No podemos hablar de certezas más allá del primer cuarto del XIX. De esas fechas para atrás no nos queda más que elucubrar y poner en cuarentena lo que han dicho unos u otros estudiosos, puesto que no existe memoria escrita y por supuesto nada grabado que nos pueda conducir a conocer los primeros pasos de este cante tan rítmico como son los tangos. 

Pastora Pavón

Unos apuntan que, como muchos cantes,  nacieron en el triángulo de la Baja Andalucía, para dar sentido a la fiesta, a la alegría, a momentos dichosos, junto con la bulería y otros cantes festeros. Que, seguramente, cruzarían los mares y  emigraron a las colonias, de donde nació el tango argentino, habaneras…. Y, de nuevo,  volvieron a Cádiz –  mediados del XVIII –, con aires antillanos, cubanos…; en definitiva con ritmos afroamericanos, para aflamencarse  en nuestra tierra y conformarse,  en los cafés cantantes de la segunda mitad del XIX,  tal como lo conocemos en las grabaciones de finales de  ese siglo  y principios del XX. 

Según otros musicólogos, en los tangos se aprecia no solo el carácter sudamericano y el ritmo gitano sino que se ve envuelto en una cierta melodía rítmica moruna. Es decir que seguramente nació de la aportación de muchos estilos, al que se  fueron añadiendo aires distintos y constituyendo lo que conocemos hoy como tangos. Otros ven o quieren añadir aires franceses o ritmos africanos de los esclavos habaneros; incluso muchos eruditos acuden a explicitar y buscar su origen en la terminología afroamericana en la que  aparece el sufijo “ango” para definir cierto tipo de cantos. Así apuntan a que puede que sea esa justificación para decir que tango o fandango puedan provenir de tierras sudamericanas con orígenes africanas, criollas, mulatas… Lo cierto es que una vez que llegan a Cádiz, que suben por el Guadalquivir y se instalan en Triana, en Jerez; llegan a Granada,  a Jaén;  suben a Extremadura, cogen nuevos aires y constituyen uno de los palos más alegres y rítmicos del flamenco.

El Chato de la Isla

Al igual que ocurriera con otros palos, cuando el tango se empieza a aflamencar, los puritanos no lo consideraron como un cante puro,  como un estilo  establecido, como flamenco. Tuvieron que pasar muchos años, tuvieron que ser remodelados y cantados por los grandes intérpretes de lo ‘jondo’ (El Mellizo, Manuel Torre, los Pavones…), para que se incluyera como un palo más. Incluso dejar ese ritmo alegre  para el baile e  ir ralentizándose y convirtiéndose en lo que hoy conocemos como tientos. Aunque, hay quien piensa que fue al revés, que primero nacieron los tientos y luego se aceleraron para el baile y se conformaron como los tangos que  hoy conocemos. 

A la sombra del tango,  fueron surgiendo otros estilos como la farruca, el garrotín, la mariana, tanguillos…,  muchos de los cantes de ida y vuelta se verán influenciados por los ritmos tangueros, como  la rumba, la milonga, la colombiana… Fueron unos años – finales del XIX, principios del XX – en los que los cantes iban y venían al amparo de las olas, surcando el Atlántico, desde Buenos Aires a la Habana, de Cuba a Cádiz y desde la ‘tacita de plata’ se derramaba por el resto del mundo flamenco. Dicen las crónicas que por entonces, (mediados del XIX), en el auge de los cafés  cantantes,  los  tangos  eran considerados  como  coplas animadoras de la fiesta, para establecer momentos  de alegría y dinamismo entre los ‘grandes cantes’: seguiriyas, martinetes, tonás, soleá, caña, polo… 

la Perla de Cádiz 

Hoy,  existen multitud de estilos de tangos, desde los gaditanos, extremeños, pasando por Granada, los de Triana… incluso podemos identificar tangos por una manera de hacerlo sus diferentes intérpretes. Sin duda alguna,  una de las artistas que más aportaron a la configuración del tango flamenco tal y como lo conocemos hoy fue Pastora “La Niña de los Peines”; ni que decir tiene que  Cádiz tuvo grandes tangueros:   Pericón,  la Perla, El Chaqueta… En Extremadura sobresalió Porrina de Badajoz, Juan Cantero o el Portugués. Lo propio haría  Luis de Córdoba en la capital califal con muchos otros. En Jaén,  los bellos y melodiosos tangos de  La Carlotica(madre de Gabriel Moreno) harían lo propio. Un deleite escuchar los tangos Piyayo, un boquerón que trajo aires del Caribe, de la Guerra de Cuba, o los tangos de Málaga en la voz de la Repompa ¿Qué decir de los tangos de Granada  que interpreta  Enrique Morente o los  sevillanos de Antonio Mairena, de Vallejo o  del Titi de Triana con aroma malagueño… 

Así pues, el tango ha sufrido  muchos cambios: Como aquellos tangos con salidas morunas que hacía el Chato de la Isla o los primigenios  que embarcaran hacía las Américas y volvieron,  a bordo de galeones, hasta las playas de la costa gaditana y que cantara, con regusto a sal, José Monge,  Camarón. En un espacio temporal de casi dos siglos ha habido  una larga lista de  artistas que han ido  dejando su impronta en la definición de los tangos actuales,  acentuando y adaptándolos a a los aires de su tierra y dándoles un carácter más personal. 

Hoy día, al igual que la bulería, el tango es el alma de cualquier fiesta flamenca que se precie, ya que su ritmo y su capacidad de adaptación de letras, coplas y canciones,  hace que los artistas y el personal que asiste pueda disfrutar y participar con las palmas y el baile. Por tanto es uno de los palos más universalizados del momento en el mundo del flamenco.