La guitarra en el XIX: Julián Arcas

Eduardo Ternero - 6 de junio de 2020

Ya hemos comentado los inicios de la guitarra en el mundo flamenco, el número de cuerdas, su fisonomía…, además se recurrió a maderas menos nobles, como el ciprés o abeto,  en lugar del cedro o palosanto que llevaban las clásicas; esto hizo que los flamencos, que se movían en un mundo mísero,  sin recursos, pudiesen acceder a una sonanta, indispensable, hasta hoy,  para poder acompasar al cante y al baile y que tantas glorias ha dado a nuestro arte. 

Julián Arcas 

Con estas líneas queremos recordar a un hombre que  tanto favoreció no solo la música clásica con su estudio y divulgación sino su legado como guitarrista en pro del flamenco. 

Hablamos de Julio Gabino Arcas Leal , Julián Arcas,  nacido en María, un pequeño pueblo de la provincia de Almería,  en el año 1832. Arcas es  quizás el mejor guitarrista y compositor del XIX. Su padre, guitarrista aficionado,   enseñó a sus hijos en el manejo de la sonanta. Tras estudiar con varios maestros, Julián y su familia vivirán en Barcelona y más tarde en Málaga. Con 16 años ya es un virtuoso,  empieza a tocar en auditorios y hace sus  primeras giras  por  varias ciudades de Andalucía. Después de tres o cuatro años de pisar escenarios nacionales e internacionales, comenzará a componer sus grandes obras: “Sueño de Rosellen”, la “Jota Aragonesa”, la “Rondeña” (primera pieza de concierto considerada como flamenca), “Carnaval de Venecia”, la “Gallegada”…, todo ello entre 1855 y 1858. Se desplazó,  llamado por  la corte, a  Madrid,  donde daría un concierto  ante la reina Isabel II  lo que le valió  gran fama y   prestigio en su carrera. Poco después acompañaría a  los Duques de Montpensier  por el Mediterráneo;  un viaje en  vapor, haciendo un itinerario por la costa, recorriendo  Italia;  lo que le llevaría a actuar en varias  ciudades, entre ellas Génova y la isla de Sicilia. Al poco, seguramente tras el regreso,  sería la prensa la que se hace eco de sus actuaciones en Palma de Mallorca, Córdoba, Málaga y Sevilla.

Es, precisamente en Sevilla, donde conocerá a un joven guitarrero,  Antonio de Torres Jurado, (también almeriense),  al que anima  a continuar construyendo guitarras en Almería. Tras hacer varias experimentaciones, Arcas, quedaría maravillado con el sonido de una de ellas a la que bautizó como “La Leona” pues la consideraba como su mejor guitarra y talismán. Arcas y Torres establecieron una amistad que duró toda la vida del guitarrista.

Duque de Montpensier 

Al poco se instala en Barcelona, allá por los años 60 y viaja a Inglaterra para actuar ante los Duques de Wellington y donde será elogiado por la prensa británica. Vuelve de nuevo  a España y continúa con sus giras por todas las grandes ciudades. Por estas fechas y sobrado mérito  se le investirá Caballero de la Real Orden de Carlos III y Maestro Honorario del Conservatorio de Madrid. 

Seguirá actuando y componiendo, llevará una vida ajetreada: Málaga, Lisboa, Sevilla…, en cualquier punto le descubre  la prensa llenando  auditorios y siendo muy aplaudido por los públicos, en todos los escenarios.

Seguramente, cansado de dar vueltas por el mundo, de dar conciertos,  de dormir en hoteles…, Julián un hombre solitario, soltero, da un giro a su vida, abandona un poco su carrera, regresa a Almería y abre un establecimiento dedicado a la venta de petróleos; estamos en el año 1872. El negocio sería un fracaso y de nuevo volvería a los escenarios. La prensa de la época publicaba,  en el 1878,  que las constantes idas y venidas a Almería de Julián se debían a la salud tan precaria de su madre, Antonia Lacal, la cual fallecería dos años más tarde. Julián también está enfermo pero,  pese a su delicada salud,  continuaría otros dos años dando conciertos por toda España. 

Julián Arcas no solo ha sido un compositor clásico (compuso un total de 52 obras para guitarra) sino que además hizo arreglos de zarzuelas y  óperas italianas, inspiraciones en folclor europeo (mazurcas, polonesas, valses…). Compuso obras basadas en canciones y melodías  del folclor español (murcianas, fandangos, malagueñas…) y sobre todo la aportación que hizo,  mediante la recreación y ajuste musical,  de los palos del flamenco (soleá, polo, serrana y un largo etcétera.).

Copia de la guitarra la “Leona” 

La aportación de Arcas al mundo musical es cada vez más evidente aunque algunos preclaros musicólogos  hayan querido enmudecerlo. Su conversión de la música clásica, de cámara italiana, tan reconocida en toda Europa  a las seis cuerdas, fue toda una revolución; sobre todo en la música andaluza. No hay discusión alguna acerca de que  sus piezas con referentes folclóricos  sirvieron de fuente en la configuración de la guitarra flamenca, en la composición musical de muchos de los palos y sobre todo el valor que el imprimió a ese instrumento. Arcas aprovechó sus conocimientos clásicos para adaptar  a la sonanta flamenca técnicas que antes no se conocían: arpegios, trémolos, rasgueados, arrastres y ligados; además de fijar los compases y el desarrollo tonal que llevó a enriquecer  al flamenco en lo armónico y melódico.

En 1882, con apenas 50 años, tras dar un concierto en Antequera,  caería definitivamente enfermo. Tendrá que guardar  cama por prescripción facultativa;  pero no podrá superar la enfermedad y fallecerá en una casa de huéspedes de la localidad malagueña, donde sería enterrado. Su hermano Manuel, heredero de sus bienes y la esposa de este, serán los encargados de que su obra (44 partituras, y 52 piezas de guitarra) fuera editada.