Marchena-Vedrines, tándem irrepetible

Eduardo Ternero - domingo, 28 de Abril de 2024

Florece la primavera de 1926, ya hacía un par de años que, Pepe “El Niño de Marchena”, conocía a Carlos Hernández “Vedrines”, aquel empresario que le haría subir a él y a otros muchos a la cima del Olimpo del espectáculo y los mantendría durante más de treinta años. Pepe, que aún no ha cumplido los 23 años, se convertiría por entonces en su buque insignia.  Entre ambos, no solo surge una gran amistad, sino que conformarían un tándem tan importante, para el espectáculo, que llenarían plazas de toros, teatros, cines…, para un público ávido de diversión, deseoso de asistir a aquellas veladas de varietés. Por ello, creemos que deberíamos dedicar un párrafo a conocer un poco más a este empresario que fue parte fundamental y causante de que el flamenco se generalizara, se divulgara y tomara otro cariz por toda España; pues, no cabe duda de quién arriesgaba su patrimonio era él.

 Carlos Hernández "Vedrines"

Carlos Hernández, venía del sector industrial; pero, al casarse con la “Sultanita”,  una artista de varietés, hizo que se convirtiera en actor cómico, formando un dúo con ella. Así estuvo rodando por media España durante siete años, haciendo de todo en los espectáculos (taquillero, acomodador, monologuista…). El mote de “Vedrines” le vendría por eso mismo, porque, se apuntaba a cualquier cosa y, en cierta ocasión (estando con unos amigos), dijo que construiría aviones como los que pilotaba aquel francés llamado “Vedrines” (que consiguió volar a más de 100 millas por hora); a partir de ahí, todos le llamarían “Vedrines”.  Cuando la pareja ganó lo suficiente, “Vedrines”, se haría empresario de varietés, circo, flamenco…, e incluso productor de cine. Tuvieron una hija que también sería artista: “Aurora Imperio”. Para completar el círculo, introdujo en el negocio a su cuñado Alberto Monserrat y navegaron juntos durante años, con grandes éxitos; pero, como todo, las modas fueron cambiando y sus espectáculos se fueron apagando hacia los años 50.   

Desde un principio le fue muy bien. “Vedrines” empezó por montar una especie de Empresa-Compañía, en la que llevaba los mejores cantaores del momento, léase Vallejo, La Niña de los Peines, Cepero, Guerrita y un largo número de artistas, con un buen cuadro de bailaores y bailaoras, varios guitarristas… y a Don Antonio Chacón, que ya se encontraba achacoso con su diabetes; pero, solo su nombre en los carteles hacía llenar los recintos. “Vedrines”, llegó a contar en su Compañía con casi 50 grandes artistas, lo que le suponía un gasto considerable a diario. Él mismo lo comentaría en ocasiones: “Yo, para pagar a mis artistas, tenía que desembolsar igual que una empresa con mil obreros”

  Adolfo Carrasco "El Cuchillero"

Sin embargo, sus giras marchaban tan bien que se estaba haciendo de oro y los artistas lo sabían; por eso más de una vez le hicieron una especie de huelga en la que muchos se quejaban y aducían que tenían problemas para actuar; por ejemplo, Ramón Montoya: “no puedo tocar, pues, tengo un dedo malo”, el Cojo de Málaga: yo tengo un golondrino y no puedo coger la muleta…, de esa manera intentaban boicotear al empresario, pues, era poco lo que ganaban ellos y mucho lo que se quedaba la empresa. “Vedrines”, más de una vez, tuvo que salir al paso y convencerlos; unas veces a las buenas, haciendo una especie de sarao donde los invitaba a comer y a beber, además de subirles el caché algo y, otras veces, a las malas, en las que les amenazaba con llamar a los “amarillos”, (los amarillos era la forma que tenían los gitanos y artistas de llamar a la Guardia Civil).  

Pero, volvamos a Pepe. La pareja formada por “Marchena-Vedrines” echaría a rodar a partir de 1926. Este equipo fue, sin duda alguna, el alma mater de la mal llamada Ópera Flamenca, cuya denominación sería muy censurada y reprobada por parte de muchos.  El empresario, lo contaría en muchísimas ocasiones en los medios: “… fue por un asunto de tributación a Hacienda en la que la ópera en aquellos años pagaba solo un 3% de impuestos y el flamenco y otros un 10 %”. 

Victoria de Miguel, guitarrista

Ya hemos dicho, en otras ocasiones, que el nombre (según “Vedrines”) había que apuntárselo a la madre de Pastora Pavón “Niña de los Peines”, sin embargo, hay quien considera, que fue el propio Miguel Primo de Rivera, aquel capitán general que gobernara España durante la dictadura de 1923 a 1930 y un gran aficionado al flamenco, el que sugirió llamarlo ópera. La idea era que, a la hora de declararlo y ponerlo en los carteles, costase menos. Él mismo, dicen, se comprometió en convencer a su Ministro de Hacienda para que rebajara el gravamen.  En definitiva, fue una forma eufemística de llamar al espectáculo flamenco con el fin de pagar menos y lo del nombre en aquellos momentos era lo de menos. 

El “Niño de Marchena”, en 1926 se incorpora a la Compañía de “Vedrines” en la que ya iban Chacón, Escacena, Vallejo, El Chato de las Ventas, Manuel Pavón, el Cuchillero y muchos más, además de grandes guitarristas como Luis Yance, Perico el del lunar, Manolo de Badajoz… En las carteleras, era cosa normal leer que los artistas, en una determinada ciudad o localidad, se disputaban un premio, una copa… También, era muy común el anunciar que se trataba de un mano a mano entre dos cantaores o para dilucidar quién era el primero del escalafón…; al final, como en el toreo y otros espectáculos, eran artimañas de empresarios para atraer a más público.

En abril de ese mismo año, Pepe, sería invitado a un concurso que se celebraba en Granada, donde el jurado lo formaban el cantaor Frasquito Yerbabuena y otros aficionados; El primer premio recaería en un cantaor local Antonio Moreno al que llamaban el Almendrilla, un seguidor e imitador de Pepe, que cantaría, según la prensa del momento: “… unos fandangos al mejor estilo marchenero”. Creemos que, en este concurso, también estaría presente Manuel Celestino Cobos “Cobitos”, aquel cantaor de voz melosa que tan buen amigo fuera de Pepe Marchena a lo largo de toda su vida; tanto que una vez que invitaron a Pepe para inaugurar una Peña con su nombre en Córdoba, donde cantaban varios artistas y el de Marchena dijo: “Si no viene Cobitos, no cuenten ustedes conmigo”. 

Pepe, a finales de los  20

En su recorrido, la Compañía “Vedrines”, se desplazaría por todo el territorio español. Aquel año sería por el levante (Valencia, Castellón, Alicante), bajaron por Murcia y las provincias andaluzas (Granada, Málaga, Cádiz…). Después, subieron hacia Madrid, actuando en el Fuencarral, en el Cabaret Ciro’s y en otras salas. No hemos encontrado referencias de cómo estaba compuesta la Empresa “Vedrines”, pero nos parece que tantas actuaciones en tan dispares lugares se debería a que la Compañía estaría subdividida en dos o tres secciones y que actuarían en lugares distintos. Pues tal cantidad de artistas (casi 50) no era posible que actuaran en el mismo recinto.

En aquellas fechas de 1926, Pepe, solía ir acompañado, unas veces el Canario de Madrid y su esposa la guitarrista Victoria de Miguel, el Chato de las Ventas, el Niño de las Marianas…; otras veces componían la plantilla Angelillo, Ramón Montoya, la Niña de los Peines…, incluso le acompañaban el Niño de la Huerta, el Estampío y una pléyade de cantaores imitadores de Pepe, cuando el cantaor marchenero aún no ha cumplido los 23 años..


De todas formas, como ocurre en los toros y en cualquier evento musical, el escalafón se establecía poniendo en las carteleras con letras grandes a las primeras figuras: Niño de Marchena, Cepero, Niña de los Peines, Chacón, Vallejo… y a continuación al resto. En pocos carteles de la época se puede observar que, Pepe, no fuese en cabeza de cartel; no porque fuese un capricho del empresario, sino porque en esos años y durante muchos, sería el imán que atraía a los públicos. Pero, además, sus compañeros eran conscientes de que él era la figura que llenaba los recintos. Pepe, siempre fue un compañero admirable y admirado, pero a la vez generoso y lo demostraba ayudando a los demás, invitando en muchas ocasiones a todos sus amigos y compañeros a una gran fiesta, pagaba él. Años más tarde, cuando ya tuvo sus propias compañías, cada vez que terminaba la temporada, montaba una celebración por todo lo alto, en el bar Pinto, instalado en la zona de la Campana sevillana, donde asistían los artistas de su troupe y compañeros de toda la vida. Quienes le conocieron, resaltan su exquisita educación con los demás, su manera de tratar a cualquier persona (siempre con el usted por delante). Pero, qué duda cabe, también fue un gran adulador; por ejemplo, a Vedrines, le dedicaría unos fandangos, acompañado por Niño Ricardo, en el que le llama “gran capitán” y otro en el que le decía “viva mi empresario”. A él no le costaba nada ser adulador, a cambio recibía los más grandes elogios de la prensa, de sus compañeros y de quienes se rozaban con él.