Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 5 de enero de 2025
Pepe vuelve en abril de 1946, tras más de 7 meses alejado de España. Cierto es que, su gira por los países sudamericanos (Argentina, Uruguay y Brasil), ha tenido un éxito rotundo, que ha dejado muy buenos recuerdos en todos los aficionados y en el público en general. Pero, la tierra andaluza y española tira mucho y Pepe se siente algo cansado, son más de treinta años rodando de ciudad en ciudad, el ajetreo de comer y descansar cada día en un hotel, el viajar de noche, acomodándote a trenes, coches, escenarios nuevos, gente distinta… El marchenero arde en deseos de tener algo de tranquilidad, vivir con más familiaridad, sentirse en un hogar por momentos. La vida del artista es muy dura y en aquellos años de la postguerra mucho más; las comunicaciones, los servicios, la censura…, el control que mantenía el Régimen, ¡todo era tan rígido y severo!, también para el mundo del espectáculo.
Foto de su despedida de América
Pero, a pesar de todo, Pepe vuelve contento; en su calidad de artista famoso, que retorna de triunfar en América, pasea airoso por las calles y frecuenta los principales locales de Madrid. Allí, en la capital, en el mes de abril, pocos días después de su llegada a España, recibirá un homenaje por parte de aficionados y la prensa madrileña. Los periódicos estaban ávidos de entrevistarle, parecía que se hubiesen quedado huérfanos de noticias en su ausencia, acostumbrados a las primicias y exclusivas del maestro marchenero, que les surtía de asuntos rosas, del flamenco y algún que otro devaneo. En el homenaje intervendrían directores de diarios, de revistas y su representante y secretario Palmita, que siempre estaba al quite. También viajaría a Sevilla, seguro que pernoctaría en el Colón y deambularía por los colmaos de la Alameda y los lugares más frecuentados del centro y el barrio de Santa Cruz sevillanos. Recuerden que Pepe tenia reservado en el Colón de Sevilla, el Carlos V de Madrid y el Oriente de Barcelona. Contaba Rafael Santisteban que, Pepe, traía de América un cinturón con engarces y monedas de oro incrustados; y que, estando tomando unas copas en un restaurante, el camarero, al observarlo, le preguntó por la susodicha y llamativa correa. Pepe, vanidoso como siempre, comentó que era el regalo de una gran dama americana. El camarero sonriente y con ironía le diría: “Anda que va a pasar mucho tiempo para que se le caigan a usted los pantalones”, refiriéndose a su manera de ser, pues, en la primera ocasión que tuviera, lo regalaría.
Su estancia en el extranjero había coincidido con un movimiento de renovación republicano por parte de los políticos españoles exiliados, que mantendrían a finales de l945 una reunión en México con el fin de resucitar todo el anclaje de la República desde el exterior. Entonces se nombraría a Diego Martínez Barrio como presidente en el exilio, mientras la ONU decidía entrar en acción para derrocar a Franco. Sin embargo, la ilusión de derrocar el Régimen Franquista, a través de sanciones internacionales, con el apoyo de Naciones Unidas – por el hecho del apoyo que Franco había manifestado al Eje ítalo-germano –, fue un fracaso. Desde principios del 46, se estaba iniciando el proceso de confrontación entre los dos ejes: el Occidental, liderado por Estados Unidos y el Oriental, cuya cabeza era la Unión Soviética. Era lo que vino a llamarse “Guerra Fría”; ya a nadie le importaba aquel régimen autárquico, de represión y falta de libertades, de la España de Franco; ahora, lo importante para los americanos era estabilizar la península y establecer bases militares en ella. Por tanto, el intento de renovación republicana, se vería inviable, más cuando estos se alineaban con los preceptos soviéticos.
Carmen de Lucio, actriz
Desde su llegada a Madrid, Pepe, ha visitado a sus galenos preferidos. Como afirman la mayoría de sus biógrafos, el marchenero es un hipocondríaco, que no ceja en hacerse revisiones periódicas. Visita a los doctores Marañón, Jiménez Díaz, Rafael Tapia… todos coinciden en que su salud está perfecta, pero él insiste en visitarles, insiste en hacerse continuos chequeos, ha estado ausente por países extraños durante muchos meses y quiere respuestas para su tranquilidad. Palmita, su representante, es quien le acompaña a las visitas médicas y comentaría en más de una ocasión la obsesión en la que vivía el cantaor en cuestiones de salud.
Empero, su manera de ser, su manera de llevar la economía no cambia; Pepe no escatima en gastos, ni en médicos, ni en casinos, en juergas o divertimentos…, para eso ha traído los bolsillos llenos de América y conociendo a nuestro personaje, antes de que pudiesen ponerse calientes los billetes en sus bolsillos, pasarían a otras manos. Reiteramos, jamás dispuso de dinero en bancos, pagaba hasta donde llegaba y volvía trabajar para ganar grandes cantidades, las cuales derrochaba al momento. Ahora, como se ve opulento de caudales, decide descansar durante algunos meses; ya habrá tiempo de volver a los escenarios; el apelativo de cigarra le venía perfecto.
Sin embargo, el dinero se fue acabando antes de lo que pensaba y no tuvo más remedio que hacer una gira, a finales de verano del 46, por Portugal para tener liquidez. También se comentó en la prensa que a Pepe Marchena le habían tocado, en agosto de ese año, 40 mil duros en la lotería; era un tercer premio que le vendría muy bien, pero, aquello era una minucia comparada con las cantidades que el marchenero gastaría a lo largo de toda su vida en juegos de azar. Como saben, primero Marchena y luego su señora, Isabelita Domínguez, eran una especie de ludópatas no solo con la lotería, también con otros juegos y sobre todo con los cupones de la ONCE…, muchos de los cuales solían regalar. Tanto es así, que según las crónicas (no hemos encontrado aún certificación del hecho), la mayor corona que se le puso a Pepe Marchena en su entierro provenía de la Organización Nacional de Ciegos Españoles.
Guillermina Green, actriz
De vuelta a España, Pepe, se deja embelesar por el ocio y casi con certeza que se le acabarían los ‘jurdos’. Así que, a principios de 1947, no tuvo más remedio que empezar a trabajar. No era fácil en aquellos primeros meses iniciar un espectáculo nuevo. La copla se adueñaba de todo. Caracol y Lola Flores formaban un tándem irrepetible con su “Zambra 1944”; llevaban tres años triunfando en todos los mejores teatros de España. Era la pareja del momento, la prensa rosa se frotaba las manos con el romance que vivían dentro y fuera del escenario (aquella relación forzada era una especie de pulso sexual entre ambos; una relación no exenta de trifulcas y cuasi un acoso que Caracol llevara a cabo para conseguir los favores de Lola). En esos años, Concha Piquer, se había adueñado de la copla y junto a Juanito Valderrama, Juanita Reina y un ramillete de “folclóricas” más, copaban la radio, los teatros y las salas españolas. No le sería nada fácil al marchenero volver a estar en el candelero, habría de buscar su mejor repertorio, encontrar un espectáculo acorde con los tiempos y que los empresarios y promotores confiaran en el éxito. Por entonces, los negocios no estaban para jugarse los cuartos si no estaban claros.
Vuelve Pepe a los escenarios teatrales españoles después de casi año y medio sin pisarlos, tras su gira por América. Sus actuaciones en España han sido escasas. Sin embargo, tras Portugal, tendría que volver a retomar el trabajo en enero de 1947. El lugar elegido es el Teatro de la Comedia madrileño, la obra representada “Seguiriya”, con letra de Ramón Perelló y música del maestro folclorista José María Ruiz de Azagra. La obra, anunciada como un gran espectáculo, no tenía mérito alguno; se trataba de poner en solfa el cante y la maestría de Pepe Marchena, al igual que las habilidades cantaoras de Juanito Varea, que acompañaba al maestro, además de Ramón Montoya a la guitarra. Formaban parte del elenco, también, las actrices Carmen de Lucio (Nobleza Baturra), la sevillana Guillermina Green y una Zambra del Sacromonte de Granada. Por supuesto que la atracción de las dos bellas actrices y el colorido derrochado por la Zambra dieron al espectáculo un enorme éxito, como lo reflejaría la prensa en sus comentarios.
Pepe, con Bricio y Bayón
Durante toda la primavera va tirando con los dividendos que da la obra. El gasto no era mucho, pero, tampoco el superávit era para tirar cohetes, y eso a Marchena no le satisfacía, él era mucho más ambicioso, la mediocridad era para otros, él era distinto, era todo o nada, y no se iba a conformar con aquella vida anodina. Aquel mismo verano de 1947 presenta otro espectáculo “Pasan las coplas”, de Pérez Martín y que firmaría como autor también el propio José Tejada. Marchena siempre sueña a lo grande y forma una Compañía con lo más granado que por entonces había en el panorama flamenco y cupletista, a sabiendas de todo lo que aquello costaba y lo que arriesgaba. Recuerden el momento crucial que estamos viviendo en España: la escasez de alimentos, la censura, la represión de las libertades…, las perspectivas no eran de tirar muy largo, la gente, el público en general, no estaba sobrada de lo necesario para poder gastar en divertimentos. Pero, pensemos que estamos hablando de un genio, de un narcisista que solo ve los ángulos del éxito, una persona que vive en dientes de sierra, que su manera de sentir la vida es estando en el ojo del huracán, en el mismo filo de la navaja; a Pepe lo cotidiano, la monotonía le aburre, le desilusiona, es como estar muerto.
También, desde su llegada a España, Pepe, ha tenido tiempo para visitar a sus familiares, a sus amigos íntimos y sobre todo se reúne en su pueblo con sus mayores seguidores, aquellos marcheneros como el confitero Eusebio Suárez, el leñador y poeta José Vázquez, los ‘mayetes’ Rueda y Manolo Montes, el barbero Pepe Bayón… y Bricio García Fernández un gran cantaor de saetas e imitador del “maestro”, además de un ramillete electo de aficionados de su pueblo que andaban preguntándose cómo le habría ido al “Niño” por tierras americanas.