Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 16 de febrero de 2025
Avanzamos en el tiempo y nos vamos olvidando de la nefasta década de los 40. El belicismo, los enfrentamientos por tierra mar y aire, habían arrasado el Planeta. Aquella cruenta Segunda Guerra Mundial, había dejado millones de muertos repartidos por todos los continentes, además del miedo generalizado a aquella nueva arma, la devastadora bomba atómica y lo que supondría para el futuro de la humanidad. España, por su parte, destrozada tras la Guerra Civil, arrastraba su particular miseria, hambre y venganzas entre victoriosos y vencidos. Serían además años de una inmensa pobreza cultural y un enorme retroceso intelectual por la huida masiva de escritores, científicos, artistas…, a países extranjeros, ante el miedo a las represalias y el boicot que el Régimen imponía a quienes apoyaron las libertades preconizadas por la República, pensaban distinto o criticaban la censura franquista.
M. Chaves Nogales, periodista
Para Pepe Marchena, para los flamencos y la mayoría de los artistas, sobrevivir era realmente difícil. La crucial etapa por la que atravesaba España seguía repercutiendo en la taquilla de todos los espectáculos, no solo de nuestro protagonista sino en general; cuando la gente no tiene para comer ni donde dormir no puede gastar en divertimentos. En aquellos momentos, estamos justos en la mitad del siglo XX, a punto de iniciar 1950 y el panorama musical ponía a cavilar al artista marchenero. Pepe, cree que hay que dar un giro, otra vuelta de tuerca más a su carrera y decide dar de nuevo un salto, ahora al continente africano. Sus representantes están de acuerdo, piensan que el mercado de Marruecos podría salvarles de aquella crisis que estaban pasando; la obra “Florecen las madroñeras”, que en la España de entonces no resultaba rentable, podría tener éxito al otro lado del Estrecho. Conocían el paño, sabían la cantidad de militares y familias españolas desplazados a las plazas del Rif y otros lugares como Casablanca, Marraquech, Rabat…, que estaban ávidos de recuerdos de su patria y disponían de un salario estimable. También se contaba con la aceptación y el entusiasmo de muchos franceses, ingleses…, una gran diversidad de personal extranjero, que convivían en la zona franca marroquí tras la II Guerra Mundial; además estaban los nativos, que siempre habían aclamado el arte del “maestro” de Marchena.
Aquellos años, fueron muchos los intelectuales y artistas españoles que, durante y tras la guerra, se exiliaron a los más variopintos lugares del planeta. Desde escritores (Machado, Elena Fortún Rosa Chacel, Cernuda, Alberti, León Felipe…), periodistas como Chaves Nogales; del mundo del cine como Buñuel, científicos como Severo Ochoa y muchos bailaores, cantaores, guitarristas… Otros como Sabicas, se marchaban y actuaban por los escenarios de América del Norte. Carmen Amaya, sin color político alguno, se movía entre las dos Américas y toda Europa, al igual que Juan Valderrama, que saltaría el “Charco” y probaría en México, donde, a pesar de su entrañable y exitosa canción “El Emigrante”, sin embargo, en el país azteca sería un fracaso. Los exiliados españoles en México confundieron la tendencia política de Valderrama, le achacaron estar del lado del Régimen de Franco, criticaron y boicotearon sus actuaciones, por lo que su gira sería un rotundo fiasco, algo que nunca llego a entender el artista de Torredelcampo, pues, siempre se sintió hombre de izquierda. .
Alphonse Juin, mariscal francés
En enero de 1950, la Compañía de Pepe Marchena, cruza el estrecho y parte hacia Casablanca. El éxito de la troupe, de artistas españoles en África (teatro, cupletistas, flamenco…) estaba casi asegurado, los emigrados a las ciudades marroquíes, estaban deseosos de escuchar aquellos sones que traían recuerdos de su tierra; la añoranza hacía grandes taquillas y los teatros presentaban lleno completo. La primera actuación la tendrían en el teatro Tabarín de Casablanca, donde Pepe, sería aclamado por un público deseoso de escuchar al marchenero, de ver al gran artista que admiraban y que escuchaban a diario en los discos y en las radios locales. El marchenero deleitaría a los asistentes con guajiras, fandangos, tarantas, alegrías, milongas y el respetable, entusiasmado, le insistió para que culminase con “Los cuatro muleros”, “La Rosa”… Así lo contaba Aurelio de la Viesca: "...la emoción y las lágrimas de los españoles eran incontenibles, recordando a su querida España". Hay que entender que muchos de aquellos exiliados, militares de carrera, emigrantes en busca de poder subsistir…, habían dejado sus familias, sus pueblos, sus amigos en la península, muchos para no volver nunca.
Después, la Compañía actuaría en Rabat, Marrakech, Mequinez, Fez…, donde tendrían muy buena acogida con aquella obra, “Florecen las madroñeras”; así fue en todos los escenarios en los que actuaron y sería tanto que decidieron prorrogar la gira. Sin embargo, el alto mando francés que por entonces recaía en el que a la postre fuera el mariscal Juin, negó que se renovaran contratos para la Compañía de Marchena, argumentando que primero estaban las Compañías francesas. Juin, contrario a la independencia de Marruecos y Argelia durante muchos años, sería responsable, durante la Segunda Guerra Mundial, de aquella espantosa y execrable acción bélica denominada “Marroquinada”, en la que el ejército francés-marroquí cometiera, en solo dos jornadas, uno de los hechos más abominables de la contienda, pues se dio libertad a los soldados para arrasar muchos de los pueblos del sur de Italia, violando y matando a la población más débil (niños, mujeres, ancianos…). En unas declaraciones del representante de Pepe, Aurelio de la Viesca, diría: “Cuando Pepe conoció la respuesta del general Alphonse Juin, exclamaría: estos franceses no nos jaman porque le hemos ganado una guerra y cuatro partidos de futbol”.
Hassan II, rey de Marruecos
Contaba De la Viesca que, Pepe, a pesar de la respuesta del mando francés, no se arredró e insistió en que el propio De la Viesca fuese a ver al príncipe marroquí en su palacio de Rabat: “Vaya usted Aurelio a verle a su palacio, su hijo Muley Hassan es muy amigo mío, le gusta mucho el flamenco, le estuve cantando en Córdoba y me regaló un alfanje”. Sin embargo, el representante volvería con las manos vacías, la respuesta de Hassan, el que sería a la postre rey de Marruecos entre 1961 y 1999, fue que en aquellos momentos no tenía competencias para darles el permiso; pues, el país del Atlas dependería del Protectorado Francés hasta que se independizase en 1956 y comenzara a reinar de nuevo la dinastía ‘Alauita’ con Mohamed V. Pepe, al conocer aquella respuesta, se limitó a decir: “… este Hassan tiene menos fuerza que una gaseosa de bolitas”. El pobre de la Viesca, por mandato de Pepe, todavía tendría que pasar otro apuro más, porque, Pepe, quiso que aprovechara la visita y le pidiese por lo menos uno de aquellos hermosos caballos que pertenecían a las cuadras del futuro rey. Pero este, entre risas, se negó diciendo: “Es imposible, dígale a monsieur Marchena que el caballo no se lo iban a dejar pasar por la aduana”. Lo que no imaginaba Hassan es que, Pepe, no era tonto y que, con total seguridad, no querría el caballo para traerlo a España, sino para hacer algún regalo o algún trueque. Al final, el marchenero, cantó y emocionó en el Teatro Royal de Rabat a todos los asistentes, incluido el príncipe Muley Hassan que se acercó a su camerino y le dio un abrazo de sincera amistad.
Agotada la gira por Marruecos, la Compañía de Pepe cruza la frontera y pasa a Argelia. Allí, según las referencias de la prensa de aquellos años, estarían actuando en las principales ciudades como Orán, Argel, Tlemcén, Mostaganem... En Orán precisamente, había nacido una niña que sería una gran cantaora: Antonia “La Negra”, que se casó con el bailaor Juan Montoya y fueron padres de Angelita y Lole Montoya y abuelos de Alba Molina. Tras la gira por Argelia, y después de estar casi durante un mes por el norte de África, deciden desplazarse, a inicios de febrero, a Francia para actuar en París en la sala Pleyel. La obra, “Florecen las madroñeras”, parecía estar ya agotada y decidieron regresar a España; la gira había ido muy bien y Pepe, como siempre, iría dejando un reguero de amigos y admiradores por donde iba.
Pepe, con Juan Valderrama
No descubrimos nada si nos reiteramos aquí en la grandeza que tuvo que arrastrar aquel “Niño de Marchena”, por su manera de ser, su liderazgo, su carisma…, El marchenero arrasaba en todos los ámbitos en los que se desenvolvía y enamoraba a personas de cualquier condición y estatus social. Hemos visto a Pepe, disfrutar de la amistad y el cariño de sus amantes, de mujeres que le agasajaban en los prostíbulos, sus queridos taberneros, la mayoría de los obreros… Pero, también, compartía con artistas de la talla de Gardel, con altos mandos militares, con gente de la realeza como el rey Hassan de Marruecos, o intelectuales musulmanes como Aziz Balouch, a quienes tenía embelesados. Además, Pepe, fue admirado y valorado – cosa altamente difícil – hasta por sus propios compañeros de profesión, continuamente alabado por todos los flamencos y críticos, desde aquellos que defendieron la Ópera Flamenca, los innovadores como Morente, Lucía, Camarón…, hasta los más puros ortodoxos como Chocolate, Fosforito, Mairena… todos. Ya lo decía Juan Valderrama: "...era el más artista, la persona más carismática, más seductora que había conocido"; Juan, como muchos otros, se vanagloriaba de ser su amigo, al que siempre consideró su ‘maestro’ y a quien admiraría a lo largo de toda su vida.
De nuevo vuelta a España. Al parecer la gira africana y parisina había ido bien y, Pepe, pudo, de nuevo, respirar económicamente. Para completar la temporada vuelve a Andalucía, visita a numerosos amigos que tiene repartidos por todas las provincias andaluzas. Pero, a la vez descansa en Marchena al lado de Isabelita que vive con su niño en una casa de la Plaza llamada vulgarmente del "Piojo". Habitan la planta alta de la casa número 14, mientras en la planta baja viviría "Monasterio" el taxista. Ahora, desde Marchena, buscaría divertirse cada noche por los casinos de la Campiña Sevillana ( Puebla de Cazalla, Morón, Arahal), siempre en el Dogge del taxista Pepe Morilla. Finalizaría la obra y la gira del año 50 con varios bolos que tuvo que hacer por las islas Canarias. Como diría Pepe y la crítica del momento, “Florecen las madroñeras” fue una de las obras que más rendimiento y más representaciones tuvo a lo largo de su carrera.