En encanto de Curro Durse

Eduardo Ternero - 28 de mayo de 2020

Francisco de Paula Fernández Bohiga, más conocido por Curro Dulce o Durse nació en Cádiz en 1816 (otros opinan que en 1823). Hijo de Juan Fernández y Francisca Bohiga. De su infancia y juventud no sabemos nada. Se casó con Rufina Espeleta Machuca, de cuyo matrimonio nacerían Rufina y Antonio. Su hija Rufina se casaría con Jose Ortega el “Aguila” que sería el padre de Caracol el del “Bulto”; por tanto Curro Durse es la quinta generación anterior a Caracol.

Cartel taurino donde está Curro 

Curro era tratante de ganado y a la vez ejercía de puntillero o cachetero compañero de Enrique el Mellizo – otro grande del cante – en la plaza de toros de Cádiz y donde se terciara, pues fueron  muchos años con el matador Paco de Oro, aquel que fuera padre de la cantaora Pepa de Oro, precursora, “creadora”, de la milonga.

A Curro, al igual que al “Mellizo”, a Silverio, Frasco el “Colorao”  al “Planeta”…, se les puede considerar como los cantaores que iniciaron la estructura de lo que hoy conocemos como flamenco. Fueron los que dieron los primeros pasos, poniendo en pie palos como la seguiriya, el martinete, la toná, la caña,  la soleá… Ya Curro Durse cantaba “Eran los días señalaitos de Santiago y Santa Ana…”, a mediados del XIX, con su voz ‘natural’   como comentaban sus seguidores y los críticos de la época.  A Curro debemos la seguiriya que lleva su nombre y que nos ha llegado gracias a Manuel Torre  y sobre todo a Antonio Chacón. Pero, el gaditano,   también destacó en el cante de la caña, la soleá y las tonás. 

Dicen que Curro, en su madurez, fue una persona muy conocida y querida en todo Cádiz, al que reconocían que,  en sus buenos tiempos, fue un afamado cantaor de la Bahía. En el Diario de Cádiz, en la sección “Actualidades” cuyo redactor era José Manuel de Martin Barbadillo – firmaba “Franklin Jr & Cía”–, se podían leer,  periódicamente,  anécdotas ocurridas a Curro en la Tacita de Plata; además de elogiar su bien hacer en el cante,  sus letras… y su voz tan varonil (no afillá como la de Silverio o el propio Fillo). 

Pastora Imperio 

A mediados del XX, el escritor y flamencólogo, Fernando Quiñones, escribiría por boca de Aurelio Sellés: “Curro Dulce ¡cantaba con una voz!…, era dueño de una de esas voces naturales, raras, de gran poderío…”. Cuentan que,  Silverio – a pesar de su inmodestia –,  admiraba  tanto a Curro que llegaba a decir  y reconocer que,  en las ocasiones en las que  el torero gaditano estaba bien,  le ganaba en los cantes.  También Antonio Chacón reconoció a Curro como el mejor intérprete de la seguiriya, de   quien aprendería.  

Curro era de esos  tipos que poseen una simpatía y gracia natural, sin querer ser gracioso, sin ‘dársela’, como decimos por aquí; tenía ese ‘don’ de caer bien a la gente, de tener la respuesta ágil, adecuada, con esa chispa que le hace valedor de una sonrisa siempre. También hay trazos oscuros en su vida; era  ‘vox populi’ que, Curro,   era el padre de la Mejorana, aunque ella se criara con la familia Monge-Monge. La prensa de la época  se comentaba, con cierta sorna, que Pastora Imperio, hija de la Mejorana y por tanto “nieta” de Curro Durse, embarcaba hacia  La Habana (Cuba), para hacer una gira   por el continente americano. Rafael Pareja, cantaor trianero y escritor,  confirmaría el parentesco  entre  Curro y Pastora Imperio, entremetiendo estos pasajes de color rosa con comentarios de Silverio afirmando que Curro era uno de los mejores seguiriyeros del XIX.  

En Cádiz se recuerdan muchas  anécdotas suyas, dicho y hechos en los que dejaba constancia de su simpatía natural. En un pasaje de la prensa se cuenta que Curro y un cantaor llamado Molina tal vez  jerezano que se encontraban en una tienda/bar llamada la “Primera de Cádiz”, una especie de abacería con departamentos privados donde se reunían ‘señoritos’, varias mujeres en plan de  juerga, en la que el cronista nos da a conocer con todo detalle el discurrir de las botellas de manzanilla, el cante de Curro y Molina, la consabida borrachera y la llegada, previo aviso, del alcalde de barrio y los municipales. 

José Iglesia de la Casa 

En ella aparte de las vicisitudes, la prensa se hace eco del cante por serranas que hizo Curro con la letra “Una paloma blanca, como la nieve…”   de la obra “Palomita”  de un poeta/sacerdote salmantino  del XVIII, José Iglesias de la Casa.

El contexto histórico y la evolución de los cantes  que se cocía en aquellas fechas  en Cádiz, en aquel “Cádiz de las Cortes” (1812), requiere un estudio aparte. Entonces, la mayoría de las tiendas, freidurías, tugurios, bares, negocios… estaban en manos de leoneses, asturianos, gallegos, vascos, levantinos…, además de gran cantidad de genoveses. De ahí la influencia de aires de jota en los cantes por alegrías; como  en el  mirabrás,  romeras o cantiñas se  dejan entrever sones del norte y no digamos de las farrucas, garrotín…,  fue algo parecido a lo que últimamente  ha pasado con la ferreña (de Fosforito) en Murcia. Igual choca oír cantes con letras de Santa Teresa  o a Jeroma la del “Planchero” cantar  bulerías con  versos de la Celestina (1499).

Recién acaba la guerra española con Cuba y Estados Unidos;   independizada la isla, moriría Curro Durse  en el barrio de la Viña gaditano, rodeado de los suyos,  cuando finalizaba  1898.