Fervor flamenco: La Saeta
Eduardo Ternero - 28 de marzo de 2020
Trasladémonos en el tiempo, imaginemos que estamos en la madrugada de un Viernes Santo ante la imagen primitiva de un crucificado llevado en andas por una callejuela andaluza, allá por el XVI-XVII, cuando aun no existían, como tal, lo que hoy llamamos cofradías, sino una especie de comitiva con un Cristo acompañado por unos rezos, unas oraciones en voz alta.
Un primitivo Vía Crucis que hacían las comunidades religiosas, sobre todo la congregación franciscana, con sus plegarias, incitando a los pecadores a arrepentirse, intentando insuflar devoción y fe en un pueblo que estaba en un proceso de configuración y homogeneización cristiana. Sigan imaginando rezos gregorianos, llamadas de oración de almuédanos, cantos judíos entrelazados, compas de negros y gitanos… una mezcolanza andalusí, dominada casi totalmente por el mundo cristiano.
Fueron seguramente los franciscanos, los que, en ese “desfile procesional”, en cada tramo de su recorrido iban soltando una especie de sentencia o moral recitada, cantadas, exaltando la pasión de Cristo…Estos cortos pregones o saetas, lanzados como vivaces flechas cantadas, serían en principio como aquellas misivas que lanzaban los almuédanos desde el alminar de las mezquitas convocando a la oración a los fieles. ¿Quién no ve en la saeta salmos de sinagoga? En el pueblo judío también es preceptivo, en tiempos de la pasión, esos cantos en sus templos. Con todos estos mimbres, el pueblo cristiano coge aires de capilla, una especie de miserere y, en el templar de los tiempos, el pueblo llano se fue adhiriendo y se echó a la calle a cantarlos en el recorrido; pero, será el emergente cante gitano/andaluz el que conforme la saeta actual.
Es razonable entender que esos cantos del pueblo, de los monjes cristianos, de los restos judíos, moriscos… divergiera en cada territorio o localidad tomando un aire distinto, conformando unas melodías diferenciadas, muchas de la cuales nos han llegado a través de la memoria del tiempo y la historia de los pueblos. Sabemos que hasta 1800 convivieron este tipo de melodías, estos cantos populares y que sería hacia 1840 cuando la saeta adquiera ese carácter único , ese sentir jondo con la impronta de una seguiriya, una carcelera, un martinete o un romance cristiano que conocemos hoy en Andalucía y que se evocan al más puro flamenco.
A partir del XVI y hasta inicios del XIX estos desfiles, estos Vía Crucis se acompañaban de un cortejo anunciante: un par de trompetas y algún tambor destemplado. Era una especie de marcha fúnebre, en la que el protagonismo sería la pasión, la muerte, el entierro y la resurrección de Cristo. Con el tiempo se irían acoplando otros instrumentos y algunas voces para entonar los salmos. Seguidamente, en el primer tercio del XIX se conforman bandas de trompetas y tambores, bandas de música para acompañar las procesiones y, en ocasiones, el golpe de algún tambor puede servir de fondo para llevar el compás de la saeta.
Traemos a la memoria, tipos de saetas que por entonces se estilaban y localidades de referencia: por ejemplo en la provincia de Córdoba, en Puente Genil, florecieron unas saetas llamadas Cuarteleras, aludiendo a su origen en los Cuarteles de las Corporaciones Bíblicas (las antiguas casas de hermandad) donde los hermanos cofrades se reunían en la cuaresma para hacer sus cantos/salmos. En Castro del Río han recuperado tres tipos de saetas primigenias: las del Vía Crucis, las Samaritanas y las Del rigor. En Cabra las saetas del Prendimiento evocan los actos litúrgicos del Viernes Santo. En Lucena son las Saetas de Santería alusivas a los santeros (costaleros) y las Antiguas que hacen referencia a pasajes bíblicos.
En la provincia de Sevilla, hay que resaltar la tradición musical saetera de Alcalá de Guadaira, que conserva un rito en el que se expresa todo el proceso de la pasión y muerte de Jesucristo a través de sus saetas-pregones que nos recuerdan a los salmos judíos, en los que predominan la Quintanilla (como un fandango) y la Cuarteta (como una soleá). Sin lugar a dudas fueron los franciscanos los que portaron este tipo de saetas hasta la llegada del flamenco que las fue conformando tal como las conocemos hoy.
En Mairena del Alcor hay dos tipos de saetas bien definidas, anteriores al XIX: la Saeta de Marín que alude directamente a los cantos gregorianos y que son atribuidas a un cantaor llamado Marín el Viejo. La otra se denomina Saeta Revoleá, o sextas, con letras de la Pasión y muerte de Cristo, que recogería también Marín; estas son oriundas de Marchena donde dejaron de cantarse y solo se cantan en Mairena recreadas mucho más tarde por Justa “La Gazpachita” y el inigualable Antonio Mairena. En Utrera, sin embargo, existían unas Saetas Antiguas, que aún las cantan las monjas de Consolación que nos retrotraen a los orígenes de las saetas que conocemos hoy. Más lejos nos quedan las Saetas Viejas de Arcos de la Frontera y las llamadas Sátiras originarias de Granada.