Juanito Varea, dignidad flamenca

Eduardo Ternero - domingo, 26 de febrero de 2023

El ser andaluz, arrastrar esa herencia atávica sanguínea, sin certezas, de provenir de Al Ándalus, de mamar y escuchar flamenco en la cuna del edén de la flamencura…, no nos da el viso o el marchamo de ser los únicos entendidos y conocedores de este bello arte. Fuera de nuestra frontera natural como es Sierra Morena y el Mediterráneo, desde hace tiempo, se puedan criar y cultivar artistas que llevan el flamenco por bandera, que son grandes intérpretes y que alcanzan la fama en este mundo tan difícil de lo ‘jondo’. Ahí tienen ustedes el caso de Aziz Balouch (paquistaní), Donn Porhen (EEUU), Yoko Tamura (japonesa) o los españoles Maite Martin, Miguel Poveda, Israel Fernández, que hoy día son referentes flamencos y que son ejemplos de muchísimos más. 

Juanito Varea   

Ese es el caso del cantaor Juan Bautista Varea Segura, para el mundo del flamenco, con el apelativo de “Juanito Varea”, nacido en Burriana (Castellón), en el año 1908. De pequeño tuvo que emigrar, por cuestiones de trabajo de su padre, con su familia al barrio de Somorrostro barcelonés. De pequeño ofició de acomodador de las plazas de toros de la ciudad Condal, tanto en el coso de las Arenas como en la Monumental. Allí conocería a José Chalmeta, un maletilla amigo que llegaría en los años 30 y 40 a hacerse un famoso novillero. Este Chalmeta le escuchaba cantar y le conminó y convenció para que Juanito se presentara a un concurso de cante que patrocinaba Borrull, hijo del gran guitarrista Miguel Borrull en su local/colmao de Barcelona. A aquel local asistían algunos cantaores consagrados para buscar jóvenes promesas. Uno de ellos era Angelillo, que desde que le escuchó supo valorar su arte y lo llevó al Circo Barcelonés, donde estaba Manuel Vallejo, que por aquellas fechas representaba su espectáculo en la ciudad. A Vallejo le gustaría cuando le hizo un contrato durante el tiempo que estuvieron en la capital catalana. 

 Al poco lo llevaron a Madrid y lo presentaron en los muchos locales y tablaos de la capital madrileña, donde conocería a Don Antonio Chacón, con el que estuvo compartiendo vivencias y escenario y del que aprendería muchas de las formas de decir el cante. En el Villa Rosa estaría una temporada y a continuación haría varias giras por toda España, como parte del espectáculo de varias Compañías.

Pareja, Mojama, Chaqueta y Varea   

Ya cumplidos los veinte, el joven Varea está considerado como uno de los mejores artífices del flamenco del momento. A inicios de los 30 se cruza de nuevo en su camino el novillero Joselito Chalmeta que lo llama para que se viniese a Sevilla. En la ciudad hispalense sería contratado para actuar junto a los más grandes del momento, desde Pepe Marchena, El Culata, Manuel Torre, el Pinto, la Malena…, entre otros muchos; con ellos pudo acceder a los mejores escenarios sevillanos y moverse por los colmaos y conocer los artistas que pululaban por la Alameda de Hércules, donde se fraguaba lo mejor del flamenco de la época. Esta etapa sería trascendental para él y así lo reconocería toda su vida. El conocer y aprender de los Pavones, Marchena, Torre, le llevaría a empaparse de los secretos y los misterios del flamenco. 

En esta etapa artística Juanito seguía buscando el éxito y recorrería toda la geografía española y el norte de Marruecos, pues, Varea, gustaba mucho en la zona del Rif; los militares e incluso los propios nativos marroquíes admiraban y gustaban de escuchar su forma melodiosa de decir los cantes, por esa semejanza musical existente entre las dos orillas del Estrecho, por esa herencia remota que los árabes dejaron en la ancestral Andalucía, que les recordaba a sus gnawas, chaabis, malhun… y demás cantos del norte africano.

Pepe el Culata      

En 1928, volvería a trabajar en el Teatro Pavón de Madrid de la mano, de nuevo, del genial Manuel Vallejo. Y, sería a partir de 1930, en pleno apogeo de éxitos, se decidiría a grabar su primer disco, acompañado por Pepe Marchena, Juan el Pescaero y la guitarra de Ramón Montoya. Como con tantísimos nuevos y prometedores artistas, tuvo que ser Pepe Marchena, su padrino musical. No es nada nuevo lo que decimos; el maestro de Marchena tiene el Olimpo del Flamenco ganado, el cetro y la corona por ser el artista que más noveles, tanto hombre como mujeres – que consiguieron un nombre en el panorama flamenco y la copla –, sacó del hermetismo de sus pueblos, de su indiferencia, los subió a los escenarios y los condujo al éxito. Cierto es que muchos lo lograron y otros se quedaron en el camino. Cierto es también que unos lo reconocieron y lo explicitaron a lo largo de sus vidas, dando las gracias al maestro y encumbrando su valor tanto como mecenas como artista; y otros, que también los hay, guardaron silencio y en parte renegaron, cuando las aguas de la Ópera Flamenca se volvieron más turbias. 

Tras la grabación de su primer disco, Juan Varea, obtendría un gran éxito, su nombre sonaba en todas las emisoras de radio y sus cantes eran solicitados por muchos de  los aficionados en sus dedicatorias que tan en boga estaban por entonces. En 1932 se alzaría con el primer premio del Concurso de Flamenco en el Teatro Monumental de Madrid.

La “Pillina”, mujer de Farina   

Con la llegada del golpe militar y la consecuente Guerra Civil, Juan Varea, fue encarcelado. Al salir de prisión, hacia el año 1942, fue contratado en la Compañía de Concha Piquer. En 1945, viendo el éxito de la Ópera Flamenca, muchos empresarios se apuntaron al carro y sería un tal Juan Aranda, un fabricante de marroquinería, quien formaría una Compañía en la que iban cantando Marchena, Vallejo, Canalejas, Pepe Aznalcollar , Chiquetete y Juan Varea. Como guitarristas iban  Ramón Montoya, Niño Ricardo, Antón Vargas y Manolo Amaya, con cuya hija,  Carmen, (bailaora, sin confundir con la homónima y la gran Carmen Amaya),  se casaría Juan Varea en 1946.  Otros del elenco, en lo referente al baile serían, La Pillina esposa de Rafael Farina, los hermanos Caracolillo e Ignacia Loreto, esposa de Manolo el Malagueño. 

En 1947 recorre toda España en la Compañía de Juanita Reina, es por entonces el cabeza de cartel y cuando cosecha más éxitos. En 1948 se lo llevaría el bailaor Vicente Escudero para que le acompañase con su cante, al igual que en 1952 lo contrataría la famosa pareja formada por Antonio y Rosario para realizar una gira por toda Europa.

Estamos en un momento crucial en la vida de Varea, en 1954, Juan es conocido en todos los tablaos y aplaudido en todos los lugares que se presenta. Entonces sería   contratado por Fernán A. Casares en su local, uno de los mejores locales/tablaos de la capital madrileña, el Zambra. Ya estaban actuando allí, entre otros, Rosita Duran, Pericón de Cádiz, Rafael Romero “El Gallina”, Pepe el Culata, Manolo Vargas y el lugarteniente de Casares que era, el guitarrista, Perico el del Lunar, que como ustedes sabrán de aquí saldría la famosa Antología Flamenca de 1954.

En el Zambra, Juan Varea, permanecería más de 20 años como una de las principales figuras del local, hasta su cierre en 1975, compaginando otras actuaciones como en el Circo Price madrileño y otras salidas a distintos lugares donde se le reclamaba.

A lo largo de su vida, Juanito Varea, grabaría una extensa discografía donde se demuestra que era un cantaor largo, que dominaba casi todos los cantes y los hacía con mucha calidad. Juan, sin haber mamado el flamenco en sus orígenes, sin pertenecer a dinastía gitana alguna, supo llevar el flamenco a cotas muy altas, con una gran dignidad y siendo un hombre apreciado por todos los compañeros que compartieron con él escenarios y camerinos, juergas y posadas. Tanto, que muchos de sus compañeros artistas, le consideraron siempre como uno de los más grandes y más completos de la Ópera Flamenca. Prueba de ellos fueron los homenajes que recibió a lo largo de su carrera, como en Parla en 1980, o el reconocimiento que tuvo hacia él la Cátedra de Flamencología de Jerez, en 1983, concediéndole el Premio a la Maestría, por su dilatada carrera en pro del flamenco. Y, el año en 1985, sería en el Teatro Monumental de Madrid donde se le rendiría su último homenaje, en el que estuvo acompañado por sus grandes amigos y artistas que habían compartido con él tantos escenarios.

Ese mismo año, Juan B. Varea Segura, murió en Madrid. Era  el día 8 de noviembre de 1985, cuando contaba 77 años de edad.