Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 11 de mayo de 2025
La Compañía de Pepe seguiría sus representaciones hasta bien entrado 1957. La empresa que dirigía Pascual Saavedra había dado al marchenero un nuevo ímpetu en su carrera. Tanto fue así que a lo largo de aquella prolongada gira que hicieron juntos y el manifiesto valor que aportaban los artistas que componían la troupe, Pepe Marchena recibiría varios homenajes, distinciones, y premios por su trayectoria (Laurel de Oro del Price, Medalla de Oro de los Circuitos Saavedra, etc.), en reconocimiento a su valía en el mundo del espectáculo y en el flamenco, como intérprete, como genio y creador de una larga etapa en la historia de nuestro sublime arte… No nos cabe la menor duda de que aquello era otra nueva estrategia que “inventaban” los promotores, en este caso Pascual Saavedra, (aunque Pepe fuera merecedor de mucho más); sin embargo, serviría para dar más énfasis a la obra que representaban, a los artistas que formaban su Compañía y por ende, y como último y primordial fin, el vender todo el papel para completar el aforo.
Pedro del Valle "Perico el del Lunar"
Para aclarar cosas, echaremos otro vistazo al I Concurso de Cante Jondo que se celebraba en Córdoba en la primavera de aquel 1956. Concurso íntimamente ligado a la Antología en disco que lanzara Hipavox desde Francia de forma oficial en 1958 (aunque se había grabado 4 años antes), ya se conocía en Córdoba y en muchos lugares andaluces por mor de aficionados itinerantes, comerciales… Aquella grabación fue promovida por el gran aficionado que fue Roger Wild, un suizo-francés de madre española, un pintor, editor… de la “The Thomson Corporation”, quien contactaría con el guitarrista “Perico el del Lunar” – que a la postre sería el director de aquella Antología – y con el propietario de la discográfica Hispavox. Las grabaciones se hicieron a finales de 1953 y la antología se publicó en París en el 1954, recibiendo el premio de la Academia Francesa del Disco. Perico el del Lunar contaría para dicha grabación con Pepe el de la Matrona, Bernardo el de los Lobitos, Rafael Romero “El Galiina”, Jacinto Almadén..., entre otros. Aquel disco lo adquirió en Barcelona un ditero cordobés al que apodaban “Calichi” y ya, a inicios de 1956, sus cantes se dejaban oír en “La Ribera” (una taberna que hubo junto al Puente Romano), donde muchos aficionados y cantaores disfrutaron con su primicia, entre ellos Curro de Utrera y el más aplicado de todos Antonio Fernández Díaz “Fosforito”, que le sacaría bastante partido a su estudio, pues, le serviría para lograr el triunfo completo en el I Concurso cordobés, que nos ocupa.
Una de las premisas que se impusieron para la convocatoria del Concurso cordobés fue que había que separar el cante del baile; el cante no podía estar al servicio exclusivo del baile, algo que se achacaba a la Ópera Flamenca. Entendían que había que volver a las dos sillas, la del cantaor y la del guitarrista. Otro requisito era recuperar los cantes tradicionales más puros, crear conciencia y poner en valor la ortodoxia flamenca, cuasi en el olvido; no era posible que en Francia y otros lugares se valorase mucho más el flamenco ‘jondo’ que en la propia cuna de este. Recordemos palabras de González Climent a la prensa aquel año: “… decía Santiago Carrillo recientemente a un periodista que se había aficionado al flamenco en el exilio, en Estados Unidos y Francia; la nostalgia de España le hizo escuchar con emoción el flamenco”.
Anselmo González Climent
A oídos de Pepe, seguramente habrían llegado los ecos de los preparativos del I Concurso Nacional de Cante Jondo que se celebraría en Córdoba a partir del 25 de abril, y el que participarían 80 cantaores y cantaoras de los casi 100 que se inscribieron. De Pepe, nada se comentaba, como si en aquellos momentos fuese un apestado del flamenco. Sin embargo, de forma cercana, “por delante”, todos alababan a Marchena; “por detrás”, todos le criticaban, salvo algunos, que siempre reconocieron su valor, entre ellos Chocolate, los Pavón, el Pinto y muchos más. Pocos se dieron cuenta del favor que Marchena la había hecho al flamenco. Todos creyeron que tras el enraizado antiflamenquismo que reinaba en los primeros años del XX, merced a muchos de la generación del 98, sobre todo Eugenio Noel y la dura crítica acerca de la imagen que daba España en Europa, se recobraría con el intento de Falla, Zuloaga, Lorca, etc. de volver a las raíces. Sin embargo, aquellos años de aburguesamiento y el mal planteamiento del Concurso de Granada (1922) no pudieron evitar la difamación, la denigración y el desamparo que sufría el flamenco.
Todos criticaron a Marchena, nadie vislumbró la sutileza con que Pepe pasó de ser un enciclopédico cantaor, poseedor del flamenco más puro (en sus primeros años), logrando alcanzar el cenit con los cantes heredados del XIX a dar lustre a las miserias y lágrimas que chorreaba el cante, consiguiendo embaucar a los públicos con un flamenco más liviano, más asequible y apropiado a los tiempos que corrían. Su intuición para innovar, el crear la Ópera Flamenca sería la que insuflara, de manera solapada, un nuevo vigor al flamenco; una nueva forma de cantar, que fluyera entre las masas, que no estuviese relegada al campesinado pobre, al marginado, al gitano de la cueva, sino que fuese conquistando la ciudad, los tablaos de la gran urbe… Si aquellos (los del Concurso de Granada de 1922), creyeron que los aficionados olvidados tenían la pureza y los profesionales habían desvirtuado el flamenco, también se equivocaban, pues, serían los artistas, los embajadores del cante quienes mejor lo conservaban, quienes mejor lo desplegaban y quienes mejor lo transmitían.
Antonio Fernández Diaz "Fosforito"
El inventor de la palabra “Flamencologia”, prolífico escritor y uno de los hombres que más hizo por el flamenco, Anselmo González Climent, también tendría sus luces y sus sombras; igualmente tuvo una etapa de su vida en la que criticó a Marchena y a la Ópera Flamenca; en sus escritos diría: “… la Ópera flamenca fue un intento fallido, pues no sobrepasó un éxito asegurado de antemano, como es el estrictamente popular. Fue una experiencia anémica que nada perturbó, nada cambió, en el sentido positivo, que sí en el negativo. Fue inapta casi desde todo punto de vista. Careció de organización artística y, sobre todo, de intrepidez pasional”. Después, Climent supo rectificar, y por sus glosas y loas vertidas hacia Pepe Marchena, podemos observar que se arrepintió a lo largo de su vida; así lo demuestra en su obra “Pepe Marchena y la Ópera Flamenca y otros ensayos”. Nosotros suponemos que, D. Anselmo, haría las primeras críticas, desde de la lejana Argentina, sin haber escuchado las primeras grabaciones del Niño de Marchena. Creemos que, sus primeras calificaciones, no fueron acertadas, como pasó con otros tantos críticos, más cercanos en el tiempo, que ahora idolatran y abogan la repercusión y la obra de Pepe en la historia del flamenco y que, en su momento, no quisieron ver la realidad artística del marchenero, bien por desconocimiento, bien por alinearse con otras corrientes que fueran más fructíferas.
Sigamos, pues con aquel I Concurso cordobés, que ganaría en su totalidad “Fosforito”, cantaor respetable, indiscutible, digno de admiración por su estudio, su saber estar y por llevar el flamenco a todos los rincones del mundo. Pero, nos resulta sospechoso el resultado o al menos un tanto extraño el que, Ricardo Molina (promotor del Concurso) y Antonio “Fosforito” (ganador absoluto), fuesen paisanos de Puente Genil y la idea del Certamen trataba de enaltecer el flamenco más puro, más clásico mirándose en el espejo cordobés. Tanto es así, que en una de las bases del Concurso se impuso, a propuesta del alcalde egabrense, que se considerase como cante grande el fandango de Cabra y Lucena y se devaluaran la rondeña y la malagueña…
"Gaspar de Utrera"
También nos resulta chocante que, así como se exaltaba la apuesta de la Corporación municipal cordobesa, la experiencia y sabiduría del jurado o el gran saber hacer de guitarristas acompañantes (Melchor de Marchena, Niño Ricardo…), no se pusiesen en valor la gran aportación de otros cantaores y cantaoras que participarían en dicho Concurso. Incluso el mismo González Climent que escribiría sobre los acontecimientos y resultados de la final del celebrado certamen flamenco, se limitaría a nombrar a los que quedaron en segundo y tercer lugar de cada una de las modalidades o secciones de cantes, sin dar un aire de contemplación y acercamiento a los demás premiados, sin alabanza alguna de sus actuaciones, como sería el caso del apartado de seguiriyas, martinetes, carceleras, saetas viejas…, en el que, Antonio Peña “El Cuchara” y Gaspar de Utrera, ambos grandes cantaores, quedaron en 2º y 3º respectivamente. Igualmente, no se hace comentario alguno sobre José Salazar, marido de la Cañeta de Málaga que se llevaría el 2º premio en los cantes por soleá, caña, polo… o José Beltrán “Niño de Vélez” que se llevó el 3º en el apartado de malagueñas, verdiales, rondeñas… Con esto no queremos quitar méritos a “Fosforito”, que se llevaría no solo los 4 primeros premios, sino, además, el premio único de tonás, livianas, temporeras, debla… Antonio Fernández Díaz ha demostrado a lo largo de su carrera ser un cantaor muy digno, un hombre enciclopédico, de un estilo muy personal y también, por qué no decirlo, en aquellos momentos se buscaba premiar y engrandecer aquella línea de sobriedad, aquella pureza, que decían había perdido el flamenco, en los últimos 30 años por mor de Marchena y sus seguidores.
Desde luego, aquel Concurso significaría mucho para el flamenco que se venía desarrollando y se impondría durante casi otros 20 años, una etapa que se ha denominado “el neoclasicismo flamenco”, en la que, sin duda alguna, florecerán grandes cantaores, investigadores, genios de lo jondo como Antonio Mairena, Caracol, Fosforito…, unidos a las grandes sagas jerezanas, las ilustres familias de Utrera y Lebrija, la ortodoxia de Puebla de Cazalla y un largo etcétera de cantores malagueños y cordobeses. Una etapa que perduraría hasta la irrupción de Camarón y Paco de Lucía. No cabe duda que, aquel neoclasicismo, acabaría usurpando el trono de un cantaor que había estado por encima de todos durante más de 30 años y que las nuevas generaciones de finales de los años 50 se empeñaban en derribar. Sin embargo, José Tejada, el genio de Marchena, aún tenía mucho que decir y cantar.