¿Grande o aires de grandeza?

Eduardo Ternero - domingo, 7 de Julio  de 2024

Estamos inmersos en una etapa muy difícil para España, la España de 1931. Tras la dictadura de Primo de Rivera, la consiguiente “dictablanda”, como se llamó al periodo ejercido como mandatario el general Dámaso Berenguer y por fin el último gobierno de Alfonso XIII encabezado por el comandante Juan Bautista Aznar. El 12 de abril de ese año, se realizarían elecciones municipales, en las que se dilucidaron (pues era lo que interpretaron los partidos políticos de la época) si el pueblo español deseaba monarquía o república. El resultado fue claro, sobre todo en las grandes ciudades que fue donde realmente ganaron los republicanos. Todo estaba decidido y, a partir del 14 de abril, se forzaría la salida de España del rey Alfonso XIII y se establecería la constitución de un gobierno provisional republicano dirigido por Niceto Alcalá Zamora hasta las elecciones generales que se llevarían a cabo el 28 de junio de 1931.

                    Niceto Alcalá Zamora

La mayoría de los artistas del mundo del flamenco (cantaores, músicos, bailaores…) se alinearían al bando republicano (cosa normal, pues estaba en juego el que te contrataran y tuvieses el favor de una mayoría de público). Incluso, también entendible, florecerían una lluvia de letras alusivas a las lindezas y venturas de la República. Casos como el de Vallejo, Corruco de Algeciras, el Ciego de las Ventas, Fanegas, Niño de la Huerta, Guerrita y muchísimos más, que se subirían al carro del nuevo régimen, unos por sentimiento otros por motivos oportunistas… En esas fechas, recién estrenada la República, El “Niño de Marchena” (al que el bando republicano calificaba de un señorito de derechas, tal vez por su manera de gastar el dinero, por su aire de grandeza, por su relación con políticos, artistas, toreros… y el bando nacionalista que le tachaba como seguidor de la corriente de izquierdas, por sus declaraciones, por ayudar a los más pobres, por su cuna…). Sin embargo, a Pepe, políticamente la República o cualquier otro régimen le traían al pairo; él jamás se decantaría hacia un lado u otro, su oficio era cantar y sus aficiones eran todo tipo de diversiones, sin entrar en ninguna polémica y menos en cuestiones políticas.

Incluso, hablando de futbol, muchos dicen que Pepe, se inclinaba más hacia el Sevilla que hacia el Betis. Con quienes hemos hablado del mundo futbolero y de los gustos del maestro marchenero, nadie nos ha aseverado que fuese cierto. También, porque, eso es cuestión de gustos y, como todos sabemos, en Sevilla, en muchas partes de Andalucía y del mundo, la discordancia o disputa entre las aficiones Betis y Sevilla, son una especie de amor-rencilla, que sirve para establecer relaciones aparentemente discordantes, para tener de que hablar…; pero, todo es una parafernalia, un ritual, una discusión banal, en la que jamás llega la sangre al río. Conociendo a Pepe, seguro que pocas veces se decantaría por uno u otro color, él era más bien de tantear al personal, de dar la justa medida como para estar por encima de disputas y porfías.

"El Niño de la huerta"

Es sabido y lo dijo en reiteradas ocasiones que lo suyo era cantar, deleitar al público con lo que mejor sabía hacer. Pero, también lo era el estar en el filo de la navaja cada día, salir en las portadas de todos los periódicos, llenar espacios en la radio y estar en boca de la gente. Lo suyo era publicitarse, ser el número uno de aquel flamenco que él había transformado, que había metido en las venas y en la mente de los públicos de medio mundo. Pero, se equivoca quien piense que Pepe lo hacía por dinero. Pepe, ansiaba la fama, buscaba ser el protagonista en todos los aspectos de su vida, incluso podíamos decir que rayaba un egocentrismo, cuasi narcisista. Él era incapaz de ser mediocre, desde que supo de la admiración de los públicos hacia su persona, hacia su forma de cantar, entendió que no podía ser uno más… Desde que conoció las mieles del éxito, no cejó de buscar el ser admirado, el ser reconocido, destacar entre todos… era como una obsesión que le marcaría de por vida. Pepe detestaba la monotonía, le dolía no llenar páginas de la prensa, pasar desapercibido y por ello inventaba, buscaba resortes, tomaba iniciativas que sorprendieran al mundo.

Todos conocemos esa manera suya de ser y desde sus comienzos siempre iría en cabeza de cartel. Pocas veces de los miles de prospectos publicitarios, en programas de carteleras, en anuncios de festivales…, que hemos visionado, su nombre no resaltaba en tamaño sobre los demás. Su nombre siempre iba el primero o de alguna manera destacaba del resto. El asunto económico era otra cosa; Pepe elevó su caché de manera desorbitada; cobraba y gastaba de forma descontrolada, hasta el punto de no tener prácticamente dinero en banco alguno. Dicen, y eso no es nuevo, que era muy espléndido con todo el mundo, que ayudaba a los necesitados, que colaboraba en todas las peticiones humanitarias; en cambio, también se ha dicho siempre, que no era buen pagador con los artistas que llevaba en su Compañía.  No hemos dilucidado si la cuestión era que tardaba en pagar o que personalmente no era muy largo en las remuneraciones que, por contrato, deberían cobrar… Sabemos que pocas veces llevaba dinero en el bolsillo, que su secretario abordaba los gastos y ganancias y que no le “dolía en prendas”, cuando se quedaba sin dinero, recurrir a amigos o conocidos, para pedirles prestado. Al igual que jamás tuvo problema alguno en prestar e incluso dar a aquellos que lo necesitaban. Por supuesto y eso lo hemos corroborado, muchos de aquellos a los que hacía peticiones, nunca le dieron de lado, siempre estaban dispuestos a salir al paso, salvo en los últimos años, cuando se retiró, se apartó de los escenarios y prácticamente de la calle y le fueron olvidando. Pero, eso, es algo que ha ocurrido con multitud de artistas de cualquier materia, a lo largo de la historia y, Pepe, con el estilo de vida de cigarra que llevó, tendría el mismo destino.

  Rafael Nogales, guitarrista

Estamos a inicio de primavera, el “Niño de Marchena” canta en el cine San Carlos de Madrid, acompañado de Ramón Montoya; eso fue el 17 de abril de 1931 y, Pepe, seguiría en la capital española hasta el inicio del verano en el que hace una gira por Andalucía, acompañado del Niño de la Flor, La Macarena, El Niño de Olivares, La Jerezana, Pepe el de Málaga…, con las guitarras de Ramón Montoya, Rafael Nogales y otros de su troupe. Durante los meses de julio, agosto y septiembre estarían por las provincias de  muchos pueblos de Córdoba, Granada, Huelva, Cádiz, Málaga y Sevilla y, en cada uno de esos lugares, el “Niño de Marchena”, llevaría como primicia su recientemente creada colombiana.

 Los periódicos y revistas de aquellos días reflejan la actitud pretensiosa que demostraba Pepe en todos los ámbitos, su forma de vestir, su asistencia a numerosas fiestas, sus visitas a casinos, el derroche del capital que iba ganando. El de Marchena estaba en boca de la prensa que lo exaltaba y que llegaba a los lectores con las consiguientes habladurías que se escuchaban por todos los rincones. Pepe, en su pedantería, seguía creando a su alrededor una imagen de mujeriego, derrochador, seductor y juerguista, que tiraba el dinero en juegos, fiestas y vicios. Nosotros pensamos que, el marchenero, continuaba con su reiterada artimaña de alimentar a la prensa y, por ende, a los públicos que estaban pendientes del morbo que su persona creaba.

Pepe, paseando por Sevilla

Al hilo de esto, Eugenio Cobo, nos descubre una encuesta que le realiza el diario vespertino de Madrid, la Voz, el 21 de diciembre de 1931, víspera del sorteo de Navidad. En ella preguntaban: ¿Qué haría usted si le tocaran los 15 millones de pesetas del premio? En este caso, la pregunta iba dirigida a Pepe Marchena, como representante de los flamencos y, él, contestaría: “Esos quince millones serían como firmar mi sentencia de muerte ¡No iba a hacer disparates con ese piquillo! Por lo pronto iba a dejar a Madrid sin vedettes y sin criadas. Todas irían a mi serrallo (harén) particular. Y así, a ese tren, hasta que los cuartos se acabaran y a mí me bajaran entre cuatro por las escaleras de esta, su casa”. Naturalmente, Pepe, con estas declaraciones quiso ser polémico y aunque, esta forma de hablar hay que colocarlas en el entorno y en la época de la que hablamos, Pepe, no destacó nunca en la prensa por sus líos de faldas, aunque, siempre estuviesen las linotipias componiendo multitud noticias en las que se decía andaba con tal o cual actriz; como cuando dijeron que se casaba con María Fernanda Gascón una actriz de su Compañía, otra vez que mantenía un idilio con la bailarina de su troupe, Carmen Vargas. También se le unió sentimentalmente con la nueva estrella de su espectáculo Pepita Lláser… Bien sabido es que, todos los días, recibía una cantidad enorme de cartas de admiradoras, a las que no podía responder. Todo eran conjeturas y en eso, Pepe, fue muy discreto y creemos que se mostró como un caballero.

En cambio, en aquellas declaraciones que hizo al periódico La Voz, creemos que quiso rizar el rizo y consiguió que muchos le tachasen de farolero, otros le envidiasen… Lo suyo, como siempre, era buscar el protagonismo en todos los ámbitos; hasta el punto, que el propio periódico madrileño, La Voz, tras sus petulantes y vanidosas declaraciones, terminaría escribiendo: “Menos lobo, Pepe”