Gira triunfal por el Levante

Eduardo Ternero - domingo, 5 de mayo de 2024

Iniciamos 1927, la Compañía del empresario “Vedrines” se desplaza por todo el este de España. Ciudades como Barcelona, Valencia, Alicante, Castellón…, ven llegar a los grandes artistas del momento. En cabeza de cartel, como siempre, un “Niño de Marchena” pletórico y siempre rodeado de los mejores. Un día actúa con la Niña de los Peines, Guerrita… otros con Vallejo, Cepero… y algunas veces un Don Antonio Chacón, quien, con 58 años, se encuentra achacoso, acuciado por las enfermedades y, también, caído un poco en desgracia con el paso de los años y los gustos renovados de los públicos.  Sí serían cuasi fijos en la plantilla los guitarristas Luis Maravilla, Manolo de Badajoz y por supuesto Ramón Montoya.

 "El Canario de Madrid"

Durante todo aquel el verano bajarían por Andalucía; la gira se ampliaría por casi toda la región (Almería, Granada, Málaga, Córdoba…), le acompañaban Escacena, La Niña de Castro, el Estampío, La Lavandera, el Canario… además de una extensa lista de artistas de segundo orden que componían cada espectáculo. Pepe, al contrario que todos los cantaores solía cantar de pie, vestía de forma refinada, elegante. Sus trajes de color claro, con aquellos zapatos blancos, hechos expresamente para él, sus sombreros de ala ancha, su refinamiento, sus cuidadas manos, repletas de anillos…, le daban un porte exclusivo. La gente, apostaba y se preguntaba: ¿cómo se va a presentar hoy? El público sentía curiosidad solo por verle. Él se mostraba así, pero, no cabía que lo hiciera ningún otro, era un distintivo exclusivo y muchos de los espectadores no asistían a escuchar flamenco, sino a ver al “Niño de Marchena”.  Además, Pepe, salía al escenario pausado, dominador, sintiéndose artista. Solía explicar al público, de manera sosegada, cada cante que iba a realizar, aunque siempre solían pedirle “Los Cuatro Muleros”, “Romance a Córdoba”, “la Rosa”…  

El “Maestro” siempre tuvo en mente que el flamenco gusta cuando se conoce y para ello los cantaores debían realizar su magisterio, en el escenario, en la calle… A los públicos había que educarles en el amor al flamenco. Claro que, él, solía engatusar a los aficionados con escogidas palabras, que entre cante y cante iba diciendo; como el origen de sus cantes, ligado a fantasías inventadas o unas mentiras piadosas, que dejaba absortos a los asistentes, como cuando decía (a modo de ejemplo): ahora voy a hacer “Fandangos de los Montes de Toledo”, “Cantes de la Campiña de Osuna” “Cantes del Ecuador” o “Fandangos de la serranía de Córdoba”; así fue como embelesó al pintor Julio Romero de Torres, gran amigo de Pepe  y que diría de él: “el Niño Marchena se ganaba a los públicos con su carisma, con su presencia, aunque situara los cantes donde mejor le parecía”.

  El pintor Julio Romero de Torres

Sin embargo, ese cariz que él diera al flamenco, el márquetin que hacía, el caché que él quiso y consiguió, gustó a muchos y a otros sirvió para encontrar un resorte con el que desprestigiarle. Muchos de sus detractores, sobre todos los que se creían puristas, inquietantemente ortodoxos, vieron en las palabras del Niño de Marchena, en su forma de vestir, de actuar, de cantar…, motivos suficientes para atacarle durante toda su vida. En cambio, Pepe, que siempre fue consciente, jamás tuvo palabras abyectas hacia ellos, es más, muchos de sus allegados creen que disfrutaba con ello; Porque, Marchena, entendía que lo importante de la fama, es que hablen de ti (mal o bien); es la indiferencia lo peor que le puede pasar a un artista; él lo sabía y jamás cayó en ella.

En septiembre de 1927, Pepe (cuando rondaba los 24 años), es invitado a cantar durante tres días en la feria de Marchena, su pueblo, donde ya tiene una legión de admiradores y seguidores; en aquella actuación, el marchenero, tendría un enorme éxito. Luego cantaría en Cádiz, Sanlúcar de Barrameda, El Puerto de Santa María, Huelva y de nuevo en el Teatro Duque de Rivas de Córdoba. En Córdoba, ocurrió un caso que quedaría en la memoria del marchenero: Cantó Don Antonio Chacón, quien, como dijimos, se encontraba muy debilitado, y sería abucheado por el público. Pepe Marchena, ante lo ocurrido, estaría mucho tiempo sin actuar en la ciudad califal, no podía perdonar aquella ofensa a uno de los más grandes que ha dado el flamenco, al que él tanto admiraba. 

Aquel mismo año estaría de nuevo cantando en Málaga en el Teatro “Vital Aza”, poco después sería en Vélez Málaga, Coín, Alahurín el Grande, Antequera, Archidona, Ronda y todos los pueblos de los alrededores. En sus giras seguía acompañándose de distintos cantaores entre los que destacarían: Manuel Escacena, Carmen Revuelta, la Niña de Castro, el Pescaero, El Pena de Sevilla, Niño de Huelva, Niño de Talavera, Francisco de Paradas, Serrano…

"El Niño de Vélez"

En aquellos momentos cruciales, en la España de 1927, se cocía un cinismo, una hipocresía tan exultante…; la corona (Alfonso XIII) y el dictador (Primo de Rivera), se decía que congeniaban para salvar España. La imagen que se quería dar era: “… un rey que salvaba a su pueblo de los problemas derivados de las pérdidas de las colonias, de los desastres en las guerras con Marruecos y que era el paladín del resurgimiento de nuestra patria. De aquella España pobre, destrozada y calumniada de 1902, Alfonso XIII, había conseguido una España floreciente, respetada….” En definitiva, se difundirían una sarta de mentiras, una propaganda exacerbada de elegías hacia un nefasto rey que nos condujo a la Dictadura de Primo de Rivera, que desembocaría en la II República y más tarde en una Guerra Civil, con lo que ello conllevaría.

Al hilo de la celebración del décimo aniversario de su regia boda, hubo fastos y conmemoraciones en todos los rincones de nuestra geografía, no dejaron de desarrollarse actos y festejos para adular a la monarquía; gobernadores, alcaldes y próceres políticos, se volcaron en dar una imagen conservadora, nacionalista y católica de la corona. La propia prensa calificaba al rey como “el primer trabajador de la nación”, cuando la miseria y el hambre, los conflictos políticos, acuciaban al país y la educación, la cultura, la sanidad, la agricultura…, se encontraban en una desidia desmedida.

Sigamos con la marcha triunfal de la Compañía “Vedrines por tierras andaluzas. Sigamos con la gira que aquel año hizo el “Niño de Marchena” y toda la troupe por los escenarios de tantos y tantos pueblos. Pepe, era aclamado en la mayoría de los lugares en los que actuaba. Multitud de aficionados, fieles admiradores, le seguían donde actuaba.  Los había que le idolatraban como a un dios y la mayoría de periódicos y revistas lo atendían como la estrella del momento. Pero, entendamos que los artistas, los genios y más del carisma y la ruptura que intentaba hacer el marchenero, en el mundo del flamenco, no calaban por igual en todos los públicos; aquel nuevo flamenco no era aceptado de buenas maneras en todos los lugares.

Pepe, cumplidos los 25 años

Así pues, también tendría sus detractores, con los que  lidiaría en infinidad de ocasiones. Por ejemplo, como le ocurriría, tras una actuación en la que, el Niño de Marchena, debutaba en Almería (1927) y el crítico de turno escribiría la siguiente crónica: “… se quejan luego las empresas de que el público no acude a los espectáculos…” Y continuaba: “… en la función de ayer, no hubo más que un cantador, el Canario. El célebre Niño de Marchena, quedó a la altura que quedó en Barcelona ¿Cabe mayor altura?, si en la ciudad condal, le echaron perras gordas para que se fuera, aquí le abuchearon y en paz. Un fracaso que nosotros anunciamos con la debida antelación... ¡Que se amuelen! A tiempo estuvieron”. Este crítico, suponemos, que se arrepentiría lo largo de su vida o al menos se retractaría de aquella crónica; no sabemos cómo lo enmendaría. También, es posible y entendible, que Pepe tuviese un día malo (cualquiera lo tiene) ya comentaremos algunos casos en los que, por estar perjudicado tras una noche de juerga o encontrarse mal de la garganta…, se negaría a cantar. Pero, en este caso, es posible que por aquellos años en Almería no gustase el estilo que, el "Niño Marchena”, preconizaba o quería imponer en los públicos y que gustase más un flamenco como el de Pedro el Morato, el del Ciego de la Playa, del Cabogatero, el Marmolista… con aquellos fandangos trovados cuasi abandolaos y los cantes mineros arrastrados del XIX.

Conociendo a Pepe, no se amilanaría en absoluto, pero creemos que tampoco olvidaría aquella crítica, cuando su secretario se la leyese. Tendría tiempo nuestro paisano de darle un revés a aquel periodista, ya que durante muchos años, Pepe, se dedicó a estudiar los cantes de levante y los cantes mineros; tanto es así que fue uno de los cantaores que mejor conocería y cantaría todos los estilos del oriente español; hablamos de cantes por cartageneras, murcianas, levanticas, mineras, tarantas, tarantos, fandangos almerienses…, del que fue un verdadero maestro.