El baile: paso a paso en el flamenco

Eduardo Ternero - 15 de febrero de 2020

Ya dijimos que sería en los cafés cantantes donde proliferaron los bailes flamencos, allá por el primer tercio del XIX, en la zona Cádiz, Jerez y Sevilla, pero que inmediatamente se trasladó a Madrid, Barcelona… a casi todas las capitales y provincias españolas. Es un tiempo en el que la gestualidad y la temática taurina imperan en la vestimenta, en las conversaciones, en el baile… el mundo del toro era un hervidero de la calle, no en vano el arte de la tauromaquia había cogido un auge enorme en la España de aquella época.

Trinidad “La Cuenca”

Apuntan, historiadores flamencos, que  fueron “La Cuenca”, “El Jerezano” “El Estampío” y otros muchos bailaores los que aportaron sus pasos, sus movimientos y sus requiebros a lo que se llamó el “tauroflamenquismo” (mediados del XIX),  entonces se bailaba ante un toro imaginario, dando calor y color a cada uno de los acontecimientos en forma de metáfora en movimiento: nacimiento, alegrías, boda, amores, muerte… así hasta llegar a los grandes bailaores que ha dado el flamenco en la historia. Pero,  también apuntan que los toreros, durante sus faenas en el ruedo, mostraban en sus cadencias un tono de tiempos y ritmos acompasados, a los que solo faltaba ponerles la música de la guitarra.

Por tanto, el proceso de transformación del folclore español, la danza, los boleros… el cambio de trajes conformado por pololos y faldas acolchadas, de majas castellanas con zapatillas de esparto para dar saltos,  en un folclor, alrededor de una imagen, una fiestas populares… daría en Andalucía lugar a un baile ceremonial y misterioso; se tornaría en una falda de volantes, ceñidas al cuerpo, tacones,  pelo suelto o flores en un moño, gestualidad oriental,  agitanada y fusionado con el ambiente taurino. Así fue creciendo el baile hasta llegar a los trajes de lunares,  a las batas de cola, al fetichismo gitano, surrealista  de la imagen de la luna y su femineidad.

Empero, el baile surgió paralelamente en muchos puntos de Andalucía,  acomodándose  en varias zonas de nuestra tierra; ya los gitanos del Sacromonte y del Albaicín de Granada, a inicios del XIX,  tenían unos bailes diferenciados de los castellanos, ya se escenificaban cantes con la gestualidad, en las cuevas que visitaban escritores, historiadores extranjeros.  

Baile en el Sacromonte

Entonces  las típicas zambras,  la cachucha o el rapto de la novia, era lo que más se bailaba. Así que el epicentro del baile seguramente habría que ponerlo en varios puntos: Cádiz-Jerez, Triana-Alcalá-Utrera, Sacromonte-Albaicín granadinos. También la Axarquía malagueña con sus abandolaos-verdiales se subiría al carro… baste saber que por aquel entonces también era muy común los zorongos, unos bailes aflamencados de origen africano y que se encontraban exhibiéndose por todos los cafés de principios del XIX. 

Sería aquel aire romántico de la época, la llegada de tantos escritores europeos ante la curiosidad de aquella Andalucía del bandolerismo, del toreo, de la diversidad, de la cueva y de la mar, de navegantes y artistas, de aquella mezcolanza de clasicismo y el mundo árabe, del encuentro entre continentes… todo aquello hizo de Andalucía un lugar de moda, de bailes europeos que se africanizaban, donde imperaban las formas orientales que aportaban los gitanos y que se fue aflamencando  en las cuevas, en los patios, en las celebraciones…en el trascurrir de los tiempos. Y de la choza pasó a la venta, del patio al escenario y de la calle al café cantante… para  que lo conociera el mundo entero.  

Sin embargo, el baile entró con pudor, abrió despacio la puerta del flamenco. Fueron intentos de acompañar alegrías, tangos, cantes por soleá…  unos acompasados   revuelos por el tablao para dar vistosidad, para culminar los cantes. Pero, el paso del tiempo y el gusto del público,  fue exigiendo su mayor presencia en los escenarios. Tanto se fue desarrollando y cogiendo auge el baile, que ya, en  tiempos de Silverio, se empezaron a distinguir los cantaores que lo hacían p’alante o los que solo acompañaban.

Juana “La Macarrona”

Será a mediados del XIX cuando el baile irá tomando mayor apogeo, va madurando por la interpretación que hacen muchas artistas, como las jerezanas “La Macarrona”, “La Malena” “Pepa de Oro”, “Catalina Varea”, “La Morenita”, “La Jeroma”… como vemos será Jerez el epicentro del baile; aunque, como hemos dicho, en otras zonas se vaya desarrollando igualmente.

   Como sabemos, todo evoluciona y el baile no paró. De la simple bailaora o del arranque de un bailaor se pasaría a la coreografía, a la interpretación de varios bailaores y bailaoras  mediante ensayos y formación, se olvidó y desdeñó aquella improvisación que surgía del ímpetu y de la llegada del duende.

Ahora había que trabajarlo, así irían surgiendo compañías de bailaores, guitarristas, cantaores, todos bajo la batuta, generalmente de un gran bailaor, que protagonizaba la escena. Así nos metemos en el XX y aparecen Escudero, “El Faíco”, Antonia Mercé “La Argentina” o Toni “El Pelao” entre otros muchos que quedaran en el olvido cuando se inicie la Ópera Flamenca;  pero de todo eso y los avances que se producen en el baile a partir de los años 80, hablaremos más adelante.