El “Estampío”, los brazos del baile

Eduardo Ternero - domingo, 5 de marzo de 2023

Si difícil se nos hace conocer el origen del flamenco, de nuestra principal e inédita forma de expresar nuestro arte; cuando se investiga entre sus facetas, cuando se intentan entender de forma separata (baile, instrumentos, cante…) aún se nos pone más difícil. Si hablamos del baile podríamos remontarnos a la prehistoria para encontrarnos con las danzas de las “puellaes” gaditanas, las danzas hispanorromanas, danzarinas bereberes, yemeníes, zambras, leilas, moriscas… ¡Qué larguísimo estadio de tiempo ha recorrido la forma de expresar con el cuerpo el sentido de la música!.

Pero a partir del XV la amalgama, la simbiosis de dos pueblos foráneos, el gitano y el negro, con los andaluces que ya poblaban Al Ándalus se enriqueció y lo harían de tal manera que surgieron, entre otros muchos bailes, las jácaras, el guineo… Más tarde, con el Descubrimiento, llegarían los afrocubanos, la gayumba, zarambeque..., después,  las danzas gitanas como las chaconas, romances, zarabandas, seguidillas, el fandango, el zorongo… Se conformarían más tarde el bolero, la tirana, guaracha, la cachucha, el jaleo, el vito, el tango y muchísimas más expresiones de danzas que se fueron convirtiendo en exclusivas del sentir flamenco hasta llegar a la etapa de aquellos  bailes de candil, de ventas y tascas del XVIII e inicios del XIX, donde ya empezaría a llamarse baile flamenco y a subir a los escenarios.

En épocas anteriores hubo muchas y muchos danzarines y bailarinas, pero será a mediados del XIX cuando ya afloran nombres de bailaoras y bailaores flamencos. Son ejemplos de ello, Francisco Ruiz el Jerezano que aparece en “Escenas Andaluzas” de Estébanez Calderón o el gran bailaor y famoso Antonio López Clavijo “Ramirito” muerto muy joven… Pero, sobre todo,  Juan Sánchez Valencia y Rendón Ávila, cuyo nombre artístico sería “El Estampío”.

Juan, nacería en Jerez (Cádiz) en 1879 y desde pequeñito bailaba por las calles de su ciudad, de forma autodidacta y sin técnica alguna; aunque lo que de verdad  le tiraba era el toro. Con el nombre de “El Feo” aparecía en capeas y becerradas, incluso cuentan que llegó a torear alguna novillada vestido con traje de luces. Él, durante su juventud  seguiría compartiendo sus dos grandes aficiones, el baile y el toreo. Con total seguridad que en ambas artes mezclaría parte de su esencia, pero no se llegaba a definir si era un bailaor con torería o un torero con ritmo bailaor.

El Estampío

Baltasar Mate

Muchos apuntan que aprendió los gestos y formas de Antonio el Raspao, Miracielo, los que fuesen grandes bailaores de anteriores épocas. En 1904 se marcharía a Madrid y le dieron un trabajo precario en el tablao “La Marina”, donde bailaría un tango y sería tal el fracaso que fue despedido. La noche siguiente bailó en el Café La Magdalena, con un baile de ‘chufla’ que él titularía el “baile del Picador”, un invento suyo inspirado en un picador de toros fracasado que daría una ‘estampía’ (salir corriendo de miedo…), de donde cogería Juan su remoquete, “El Estampío”. Con aquel baile triunfaría y conocería en aquel Café a la bailaora Salud Rodríguez, la hija del Ciego.  Junto a ella, que bailaba como hombre, y lo que los gestos y formas que le sorprendían de otros bailaores coetáneos, logró aprender todo lo necesario. Con todo ello, Juan, se fue haciendo un sitio en el mundo del flamenco y lo fue conquistando.

A fuerza de aprendizajes, “El Estampío”, se convertiría en uno de los más grandes bailaores de la historia del flamenco antiguo. Fernando de Triana diría: “Artista grande, de la vieja solera del baile flamenco, que tenía un juego de brazos inimitable y exclusivo.”Aurelio de Cádiz afirmaba: “… quien sabía llevar las manos del Estampío podía echarse a dormir, porque era el mejor aficionado que él había conocido en el baile por alegrías.” Ciertamente, dicen que ejecutaba especialmente el baile por alegrías, con el llamado Zapateado de las Campanas, que imitaría del antiguo bailaor Enrique el ‘Jorobao’ de Linares (Jaén). La bailaora Rosa Durán, que actuaría muchas veces con él, decía: “¡Era un fenómeno el Estampío, qué bailaor más bueno y qué marcha bailando, qué fino...! Su colocación, su juego de brazos y esos movimientos rítmicos que marcaba le hicieron decir a su paisano Augusto Butlerque, entre otras cosas: “… su baile de cintura para arriba fue quinta esencia del arte coreográfico”.

 Luis Yance

A finales de los años 20 y todo el 21 llegaría para actuar en España el ballet ruso que dirigía Serguéi Diagilhev. Este, al punto de irse de gira por Europa, se empeñó en hacer un Cuadro Flamenco y llevarlo a Francia para actuar al finalizar los bailes y cantes rusos.  Además de contar con Juan Sánchez “El Estampío”, también  llevaba a Baltasar Mate, que era un bailaor sin pies; una enana que bailaba muy bien (Gabrielita la del Garrotín); la bailaoras María de Albaicín, La Rubia de Jerez y el bailaor Rojas Tejero. Formaban parte del cuadro también los guitarristas Manuel Rodríguez “el Sevillano” y  Manuel Martell y como cantaora  Antonia García “la Minerita”. También iban dos bailaores de jota aragonesa La López y el Moreno. El escenario se presentaba con decorados de Picasso. En definitiva, una troupe de artistas de la época (que algunos calificarían de esperpento, por los personajes grotescos que llevaba), que viajó por Europa en los años veinte y que cosecharía un gran éxito, siendo muy aclamados por la prensa francesa. Piensen que en Andalucía había lugares donde el flamenco aún no había cuajado del todo, los discos eran de cera, no había radio, ni manera de llevar el flamenco a todos los rincones de nuestra geografía, como no fuese de manera presencial por aquellos cantaores que se aventurasen a llegar a pequeñas poblaciones, alejadas y de difícil acceso.

Tras su gira por ciudades europeas, París, Londres…, sería el empresario Vedrines, quien prepararía, en 1928 un gran programa de variedades, para actuar, durante el verano, por toda España. En dicha gira incluiría a los más grandes del momento, no solo cantaores y guitarristas, sino bailaores. En dicho espectáculo, que encabezaba Chacón se incluirían: Vallejo, Pastora Pavón, José Cepero, Ramón Montoya, Luis Yance, Bernardo el de los Lobitos, Guerrita, Carmen Vargas, La Quica… muchísimos más y por supuesto Juan Sánchez “El Estampío”.

Cartel Película “Duende y misterio del Flamenco”

Ya por esas fechas, pasados sus días gloriosos encima de los escenarios, Juan abriría una academia de baile en la calle San Carlos de Madrid, donde se asentaría definitivamente y donde estaría más de 30 años enseñando su forma de bailar a futuros artistas.

Analizar el baile del Estampío, sin referencias visuales se nos hace difícil, tenemos que conformarnos con lo que nos dice por ejemplo Sebastiá  Gasch, un crítico de arte del que entresacamos algunas líneas: “Seco, anguloso, nervioso, flamenco hasta la médula del hueso. Viste la chaquetilla roja de lentejuelas y los pantalones de alpaca negra. Es la quinta esencia del flamenco. Sus bailes por alegrías son un prodigio de matiz. La cabeza, los brazos, el cuerpo, las piernas, y los pies son un maravilla de colocación y formando parte de un todo. ¡Qué sentido de la composición! Con una  plástica  y un dinamismo poderosamente armónicos. Ortodoxia pura.”

Instalado definitivamente, El “Estampío”, como maestro de baile en Madrid y como la mayor autoridad en la enseñanza del flamenco, cuenta Roberto Ximénez, un bailaor mejicano al que el Estampío daría clases durante más de 8 años: “Estaré toda mi vida agradecido a sus enseñanzas, con él estuve hasta que murió, fue en 1957, en una humilde buhardilla del barrio de Lavapiés.” . Roberto Ximénez ejecutaría el zapateado que le enseñó su maestro, en la película de E. Neville “Duende y misterio del flamenco” filmada en 1952. Cuenta Ximénez que lo tuvo que enterrar de su propio dinero y suya sigue siendo su la sepultura, porque nadie conocía la posición económica del bailaor, ya que guardaba sus ahorros en el colchón de su cama, aunque vivía de forma indigente, posiblemente padecería alguna enfermedad mental en los últimos días de su existencia.

Juan Sánchez el Estampío murió octogenario, olvidado por todos y rodeado de gatos. Otros apuntan que vivía completamente solo y que a su muerte dejó una regular fortuna que pasó a manos de Hacienda al no encontrar el juzgado parientes a quien adjudicársela. En fin, como casi todos los flamencos de la historia.