Manuel Vallejo: (I) “El Fleta del flamenco”

Eduardo Ternero - domingo, 5 de febrero de 2023

Si durante la Ópera Flamenca hubo un cantaor que le hizo sombra a Pepe Marchena, ese fue sin lugar a dudas Manuel Vallejo. Para muchos, fue más completo que Pepe, pues era un excelente bailaor, era el cantaor de Sevilla por excelencia y muchos de los críticos de su época lo ensalzaron, al principio,  mucho más que al cantaor de Marchena. Sin embargo, Pepe Marchena, fue más largo, en todos los sentidos: desde su originalidad, el romper con los cánones establecidos,  la formación de Compañías, sacar a jóvenes promesas, ganarse a los públicos mundiales, su generosidad, sus películas, saber vivir…, la diferencia estriba entre ser un gran cantaor, tal vez el mejor en aquellos momentos como fue Vallejo y ser un genio como sería Marchena. 

Ya se lo dijo Chacón cuando ambos, con otros grandes cantaores del momento como Niño de Tetuán, Macareno, Manuel Escacena, Angelillo, Niño de Madrid, Cojo de Málaga…, se presentaron en Madrid para disputarse la copa Pavón, pero eso lo veremos más adelante.

Manuel Vallejo  

Manuel Vallejo se llamaba en realidad Manuel Jiménez Martínez de Pinillo, era hijo de Manuel Jiménez Vallejo y de Manuela Martínez de Pinillo y Vara. El remoquete de “Vallejo” lo recogió del segundo apellido de su padre, que quiso ser cantaor e hizo sus pinitos con el apellido de su madre, Dolores Vallejo, que seguramente también cantiñearía, aunque, nadie de la familia se dedicó al cante. Vallejo  nació en Sevilla, en un callejón de la calle San Luis, en el sevillano barrio de San Marco,  en lo que se llama la barreduela (callejón sin salida) de Padilla. La fecha de su nacimiento fue un 15 de  octubre de 1891, en el seno de una familia que se dedicaba a la venta de pescado, en la que Manolito ayudaría desde pequeño, pregonando por las calles de su barrio, de la Macarena y por el centro de la ciudad (Sierpes, Campana, Tetuán…).  Gustaban  tanto sus pregones  que la gente salía a los portales a escuchar aquella dulzura de voz, tan potente y tan llena de melismas…, aquella prodigiosa voz que salía de la garganta de aquel niño,  que cada mañana tenía en vilo al vecindario. En ello, un avispado empresario de espectáculos, que le escuchó pregonar con aquel torrente, con los matices que Manolito ponía, sus facultades, su gracejo…, que vería en él, con toda seguridad, un filón de oro.

Puesto a la obra, Vallejo debutaría artísticamente cuando contaba 12 años (otros dicen que con 15) y lo hizo en el kiosco de Pinto en la Alameda de Hércules.  Entonces se tuvo que conformar  con un   sueldo de 6 pesetas, cantando más de diez horas al día. (por aquellas fechas de 1903, acababa de nacer un genio del cante en Marchena, que se llamaría José Tejada Martín y al que el mundo entero conocería por Pepe Marchena). En aquel tablao improvisado de la Alameda se presentaría con el apodo de Vallejillo. Al cabo del tiempo pasaría a cantar en el  Puesto del Agua, también en la Alameda de Hércules, con el seudónimo de “El Colorao II”. Esta presentación, auspiciada por el Niño de las Marianas, le abrió las puertas de los colmaos de la Alameda y las ventas de las afueras, así como la del Salón Variedades.   

 Fernando el Herrero

De escuchar a cantaores por la Alameda, el niño Vallejo, se fue haciendo cada vez mejor cantaor, en el conocimiento de los distintos palos, la impronta de los grandes maestros…, sin dejar de mantener aquel torrente de voz, aquella finura y aquella dulzura que salía de su garganta. Pronto sería contratado para cantar en el café cantante sevillano “Novedades”, donde ya todo el mundo flamenco le reconoció como un gran artista, como la figura que sería y como uno de los que podía ser el continuador de aquellos genios como Chacón o Torre. Su fama se extendió pronto y sería contratado en varios locales de la capital hispalense hasta que  en 1913 lo llevaron a Madrid, haciendo su debut en el “Eden Concert”. 

Los fríos y la humedad afectaron siempre mucho a Vallejo, y el clima de Madrid no iba bien con la garganta del joven sevillano, que se quedaría durante cuatro años sin apenas  voz y sin poder trabajar. Vuelve a Sevilla en 1919 para participar con un enorme éxito en el homenaje que se le tributó a “El Portugués” junto a Fernando el Herrero, El Cojo de Málaga, José Cepero, El Colorao, La Pompi, La Sorda, El Gloria y otros artistas. Pero Vallejo seguía tocado de la voz. Entiendan que por esas fechas no existían ni subsidios por desempleo, por enfermedad, accidente…, ni casi remedios para las afecciones o enfermedades y Vallejo, resignado, se marchó a Barcelona donde, a media voz logró seguir actuando en varios locales, en los cuales  también ejercía de bailaor, arte que dominaba a la perfección, sobre todo en la bulería. Pero en reiteradas ocasiones viaja a Sevilla; en 1922 se le localiza en el Café Ideal Concert y poco después, durante diez o doce días,  en el Teatro Lara de Málaga.

El Niño de Madrid

Vuelve de nuevo a Barcelona y allí, en la ciudad condal,  permanecería durante algunos años,  actuando en varios locales y grabando sus primeros discos,  aunque, de vez en cuando, volvía a su Sevilla, donde estaba su familia, sobre todo sus sobrinos a los que siempre diría que adoraba, pues nunca se casó ni tuvo hijos que sepamos. Allí, en Cataluña, ejerció su magisterio flamenco, para deleite y aprendizaje de muchos de los catalanes que tuvieron la suerte de poderlo ver y escuchar. 

Recuperado de su larga afección de la voz, fue requerido para actuar una temporada en el café sevillano “La Bombilla”, donde se recuperaría del todo y desde donde dio de nuevo el salto hacia Madrid, siendo ya considerado como una de las  figuras más importantes  de las dos primeras décadas del XX y de la historia del flamenco.

Por entonces, hablamos de 1923, Vallejo hará sus primeras grabaciones para la casa discográfica Pathé, junto al no menos artista, el guitarrista Ramón Montoya. Contaba Manuel Vallejo con 32 años.

Teatro Lara de Málaga

Estamos en el año 1925 y se anuncia en Madrid  el concurso de cante flamenco que se celebraría el 24 de agosto de 1925 en el Teatro Pavón a instancias de su empresario.   “La Copa Pavón” a la que asistieron, como ya comentamos, las más grandes figuras del flamenco del momento, además de nuestro protagonista “Vallejo”: Pepe Marchena, que por entonces tenía 22 años y estaba recién llegado a Madrid; el Mochuelo, que ya era un cantaor consagrado, además, era el que más había grabado de los cantaores habidos hasta el momento; pero actuaba fuera de concurso. Angelillo, que era el dominador de la copla, de buena planta y con muchas horas de escenario; el Cojo de Málaga que arrastraba masas con sus fandangos y sus cantes mineros; y qué decir del sevillano Manuel Escacena, tan formidable cantaor y tan querido por el público madrileño. Además, entrarían en el concurso: El Niño de Tetuán, Macareno y el  Niño de Madrid, tres cantaores de reconocido prestigio en la década de los 20, pero que  quedaron en un segundo plano ante aquellos monstruos del flamenco. CONTINUARÁ.

Manuel Vallejo - Guitarra: Manolo "El de Huelva" 

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