Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 13 de octubre de 2024
Los problemas seguían aumentando en la España de 1936. No quedó nunca claro quiénes (falangistas, monárquicos…) fueron los asesinos del teniente Castillo, un Guardia de Asalto, comprometido con la República, aquel 13 de julio. Ni los que ejecutaron a José Calvo Sotelo (dirigente de la derecha monárquica) horas más tarde; pues, se dijo que fue un grupo de milicianos socialistas…, lo cierto es que este hecho fue el resorte definitivo para que los militares antirrepublicanos se decidieran definitivamente en preparar el Golpe de Estado. Así, desde el 17 de julio, se confabuló todo y el 18 se puso en marcha el plan armado por parte de una gran mayoría de altos mandos para acabar con la II República española. Con la sublevación militar sobrevendría una guerra fratricida, cruenta, sanguinaria, que se alargaría en campos de batalla durante 3 años y al menos una década después como represión a los vencidos.
Juanito Valderrama, 1936
Empero, esta guerra no solo enfrentaba a dos bandos, sino a dos formas de ver el mundo. Por un lado, se decía que era una lucha entre el fascismo y el comunismo. Por otro se simplificaba en que fue solo una lucha de clases, por la enorme desigualdad económica que existía. También se esgrimieron otros motivos como una guerra por la religión, por la reforma agraria, la inestabilidad política… Fueran los motivos que fueran, lo siniestro de todo y como en todas las guerras, quienes lo sufrieron fueron aquellos millones de españoles, niños, mujeres y ancianos (inocentes, sin afiliación, sin motivo alguno), y la muerte innecesaria de casi un millón de muertos durante la contienda y la postguerra.
En aquellos momentos, el flamenco atravesaba uno de sus mejores momentos de la historia; los públicos en masa acudían a grandes espectáculos, llenaban las plazas de toros, se estrenaban a diario comedias flamencas…, era la época dorada; la Ópera Flamenca tendrá sus detractores, pero es indudable que fue la etapa en la que el flamenco subiría y se haría más popular. En ello, inequívocamente, tuvo mucha culpa el cantaor de Marchena José Tejada Martín y una pléyade de seguidores, los empresarios Vedrines, Monserrat, las guitarras de Montoya, Melchor, Sabicas, Niño Ricardo, Borrull… y un público ávido de un flamenco más variado, más alegre, menos encorsetado y con más referencias e influencias americanas.
La Guerra sería un frenazo al crecimiento que estaba teniendo el flamenco desde los años 50 del XIX. La gran mayoría de los flamencos, como el resto de los artistas eran personas sin afiliación alguna, que solamente ansiaba seguir ejerciendo su profesión sin necesidad de meterse en reyertas con un bando u otro. A Pepe Marchena la Guerra Civil, le sorprendería fuera de casa, en el pueblo jiennense de Martos, donde actuaba aquellos días. Después, se desplazaría a Cartagena (alojándose en el hotel “La Cartagenera”, sito en la calle Jara), donde seguramente tendría que actuar su Compañía; así lo atestiguaba el periódico “El Liberal de Murcia”, con fecha 14 de agosto de 1936, de cuyas páginas podemos entresacar: “Así proceden los hombres, el Niño de Marchena, el gran cantaor del momento se ofrece para ofrecer un espectáculo en beneficio de las milicias. El as del cante, nos visitó anoche en nuestra Redacción, en la ciudad de Cartagena, donde habitualmente reside y nos confesó que estaba a disposición para colaborar en cuantos festivales y eventos se organicen a favor de los valientes milicianos que en el frente luchan en defensa de nuestras libertades”.
José Gelardo, flamencólogo
José Gelardo Navarro, uno de los mejores flamencólogos que ha dado la Región de Murcia en su obra “Viva la Ópera Flamenca” y “Flamenco y Andalucía” afirmaba que Pepe Marchena era uno de los cantaores más comprometidos con la República porque aparece anunciado en multitud de eventos en pro de las milicias populares.
Así el 22 de agosto de 1936 actuaría en el Teatro-Circo de Cartagena y el 29 del mismo mes en el cartagenero barrio de Santa Lucia, en un concierto controlado por el Frente Popular. Los primeros días de septiembre actuaría casi a diario, con idéntico fin y con un lema en los carteles en los que se decía que era “un artista del pueblo” o que estaba “al lado del pueblo”. Días más tarde las crónicas le citaban actuando en el Teatro Romea y en el Central Cinema, ambos de Murcia. La prensa habla así de él: el “Niño de Marchena” ha puesto un sentimiento mutuo, es un producto del pueblo y hoy, que el pueblo necesita de todas las colaboraciones, él no podía fallar”; reflejándose en todo momento que todo aquello se hacía en beneficio de las milicias populares.
.El 12 de septiembre del 36 la prensa cita de nuevo, al “Niño de Marchena”, como un artista altruista, y se comenta su triunfo en Cartagena junto a Ceperito. Hay un lapsus de tiempo intermedio, porque su intención era partir hacía Madrid para una gala benéfica (algo que no está contrastado) y más tarde volver de nuevo a Cartagena. Según Gelardo la semana siguiente actuaría en Cartagena en beneficio de las milicias del Socorro Rojo y la CNT. En octubre del 1936, se le ve aún por Cartagena antes de desaparecer de la provincia de Murcia.
Niño Medina, cantaor
. Para Marchena, las cosas empezaron a complicarse. Cartagena y los alrededores se mantendrían en el bando republicano hasta casi el final de la contienda dado que allí estaba gran parte de la armada, que permaneció fiel a la República. Aunque, el estar en aquel lugar, al maestro, no le daba garantías, ya que estaba en el punto de mira de ambos bandos; unos argumentaban que, Pepe, era republicano por su procedencia humilde, por la ayuda que prestaba a los más necesitados… En cambio, otros le tachaban de derechas, por su derroche, su forma de vestir, su desparpajo… Algunos dijeron que tuvo un enfrentamiento verbal con un miliciano, en fin, argumentos todos, poco sólidos para perseguir a una persona, a un artista que lo único que hacía era entretener y divertir a los públicos.
El episodio ocurriría así: José Tejada el “Niño de Marchena”, aquel verano del 36, se encontraba en una encrucijada, sin tener salida y seguramente encerrado y atemorizado en Cartagena, ante lo que se escuchaba en la radio. Juan Valderrama, su amigo del alma, su admirador, que estaba haciendo la ‘mili’ en Jaén contaba cómo logró Marchena escapar de Cartagena: “Dos milicianos cartageneros confundieron a Pepe con un rico de derechas, por su vestimenta, sus joyas…, lo arrestaron y lo montaron en un camión para ‘darle el paseo’. Pepe, sabía lo que significaba aquello, pero gracias a un miliciano Manolo Pérez (gran admirador suyo), que lo reconoció, lo dejaron libre”. Este Manolo Pérez, granadino (motorista al servicio de la ministra Federica Montseny, a la postre cuñado de Sabicas), sacaría a Pepe Marchena de Cartagena cuando le iban a matar”.
En un principio, lo llevaron a Arquillo, un pequeño pueblo cerca de Linares, allí, como en toda Andalucía, Pepe, tenía muchos admiradores, estaría casi un año escondido. Más tarde, el marchenero, se alojaría en La Carolina, donde incluso llego a comprar una casa. Allí, en Jaén, pasaría parte de la guerra, junto a varios cantaores que también quedaron aislados como Canalejas (que se casó con una jiennense y se quedaría para siempre en la provincia), el Niño de la Huerta, Niño Medina que se quedaría en Martos, Niño Ricardo… Durante aquel periodo, serían contratados en una compañía que dirigía Rosario Arroyo, que a su vez organizaba los eventos para el aparato de propaganda de los republicanos (La Voz del Frente). Así estarían una larga temporada, actuando en galas benéficas a favor del Socorro Rojo (una especie de Cruz Roja Internacional Comunista). Estos cantaores estuvieron cantando por aquellos pagos jiennenses e incluso se alargaban hasta las provincias de Córdoba y Granada”.
Federica Montseny, Ministra 1936
En aquellos días representaban comedias quinterianas como “El Alma de la Copla”, “La Copla Andaluza”, “María De la O”, “El Niño se las trae”, “Cancionera”… en las que siempre Pepe hacía el papel principal. Estas actuaciones eran pagadas reglamentariamente (el 50 % para la Compañía Arroyo y el 50% para Marchena, que luego repartía un tercio para los demás). Pero, la sorpresa les llegaría cuando, al finalizar la Guerra, vieron que todo el dinero que habían ganado durante aquellos espectáculos no les sirvió para nada, ya que era dinero republicano y, en la España de Franco, no tendría valor alguno.
Más tarde, en el último año de la Guerra, Marchena, se desplazaría y viviría en Linares, donde se sabe que también tuvo alquilada una casa… En aquellas tierras estuvo oculto durante toda la contienda y creemos que por eso, a lo largo de toda su vida, Pepe, tendría siempre tanta predilección por muchos de los pueblos de Jaén. En ellos, salvo la vida, en ellos se empapó de los cantes mineros. Al Niño de Marchena también le serviría mucho su estancia en Cartagena, su aprendizaje de los cantes de levante fue muy importante, pues, Marchena, recuperó una joya, posiblemente el origen de la taranta, obra, sobre todo de los troveros: Marín, Castillo y el Minero, los mejores de la historia; Pepe, lo comentaría en una de sus grabaciones: “La época del nacimiento de la taranta había unos troveros muy buenos Marín y Castillo en el campo de Algar, en Cartagena, a unos cuatro kilómetros de la Unión”.
En definitiva, una etapa fatídica para el flamenco y sobre todo para España, que le costaría tiempo en recuperarse. Pepe, siempre rememoraba aquellos tiempos tan difíciles, cuando, durante la contienda bélica (1936 a 1939), tuvo que estar recluido, escondido, en dos, tres pueblos, por temor a quienes querían darle “café” (tanto de izquierda como de derechas); aunque, Pepe, nunca se decantara por sigla alguna y, sin embargo, durante aquel nefasto trienio de la Guerra Civil, estuvo en el punto de mira de ambos bandos.