“El Cojo de Málaga”

Eduardo Ternero - sábado11 de junio de 2022

Hay cantaores flamencos que no solo han tenido que sufrir  desgracias y penalidades a lo largo de sus vidas sino que, siendo  grandes profesionales  y enormes artistas, con el paso los años,  han quedado olvidados por los públicos. Algo parecido les ocurrió a Juanito Mojama o al Niño Medina y a muchos otros, pues en el flamenco, por aquellos años no estuvo bien pagado.

Uno de esos grandes intérpretes, cuasi olvidados, es Joaquín José Vargas Soto, conocido en sus inicios por el Cojo de las Marianas por su afición a este tipo de cante y luego por el Cojo de Málaga. Nació en la capital de la Costa el Sol en 1880, hijo de José Vargas y Dolores Soto. De pequeño, Joaquín, desgraciadamente, padeció una poliomielitis que le dejaría impedido, teniendo que apoyarse en una muleta de por vida.

“el Cojo de Málaga” 

Joaquín  empezó a cantar desde muy niño por las tabernas y tascas de Málaga, después se iría a vivir a Linares; allí aprendería el estilo de cantes mineros  y  de levante de dos artistas de la provincia,  El Grillo y El Sordo, consiguiendo ser un gran maestro en estos estilos  sobre todo de la taranta que era su cante preferido, al igual que lo fue en los cantes de Málaga y en los fandangos. En Linares  sería donde se iniciaría como artista. Siendo joven aún se traslada a vivir a La Línea de la Concepción, donde formaría una pequeña compañía con José de la Luz y aunque, fueron pioneros en eso de montar espectáculos, no tendrían mucho éxito. Aún así, se daría a conocer sobre todo en los cafés cantantes que aún se mantenían en pie. En 1906 junto con El “Pena padre” inaugurarían el Café del Gato en Madrid. Allí conocería a Escacena que fue también un gran tarantero y al guitarrista Miguel Borrul padre, con el que mantendría una entrañable relación a lo largo de toda su carrera artística.

De vuelta a Andalucía se presentó en el Café Novedades de Sevilla acompañado a la guitarra de Juan Jándula Habichuela, actuando con dos de los más grandes, Antonio Chacón y Manuel Torre, permaneciendo durante cinco años allí, alternando con otras actuaciones como en el Salón Novedades también sevillano en 1919 con motivos de un homenaje al cantaor Antonio Silva el Portugués; actuarían junta a él: Cepero, Vallejo, Las Pompi, el Gloria y muchos más acompañados por las guitarras del Niño de la Jeroma,  Niño Ricardo (que se iniciaba en los tablaos), Pepe el Jerezano, etc. A la capital sevillana acudiría todos los años a cantar saetas, donde siempre era requerido y  donde conocería a la que fue su esposa, una bailaora de la Isla de San Fernando, Carmen Núñez Porras, con la que tendría cinco hijos. 

A Joaquín Vargas le tocó, como a tantos otros coetáneos suyos,  vivir una etapa difícil (entre un flamenco clásico que venía del XIX y el inicio y apogeo de la Ópera Flamenca que comenzaba en la segunda década del XX,  que duraría hasta casi finalizar  los años 50). Él, Joaquín,  tuvo que desarrollar toda su carrera prácticamente entre fandangueros, cantes de ida y vuelta, coplas…, aunque siempre se decantaría por los cantes de levante y los aires mineros. En principio  grabó muy poco comparado con la afición que sus compañeros artistas desarrollaron para grabar gran cantidad de discos.  Joaquín tendría muy mala suerte a lo largo de su vida, no solo por la discapacidad física sino porque sus afecciones morales y depresivas  le marcarían como persona y como artista ya que tuvo que competir con los mejores cantaores del momento  a lo largo de toda su vida. 

Manuel Vallejo 

Durante los años 20 sería la mejor etapa que viviera J. Vargas, siendo contratado por numerosas compañías, con las que recorrería gran parte de la geografía española, actuando por teatros y plazas de toros. En 1924 estaría durante dos meses actuando en Madrid en el café cantante el Kursaal Imperial, compartiendo cartel con los mejores del momento como el Gloria, Ramón Montoya, el Niño Medina, y un largo etcétera de artistas. Al año siguiente actuaría en varias ocasiones en el Teatro Pavón, donde alternaba con Escacena, Angelillo, Vallejo, El Mochuelo y el Niño de Marchena entre otros muchos. Era un momento crucial, por entonces se estaba disputando la Copa Pavón que a la postre ganaría Manuel Vallejo. Ya saben ustedes que el Niño Marchena quedó segundo y el vaticinio que  hizo Chacón: “Vallejo, has ganado, pero la Vieja ganará más dinero que tu”. Ese mismo año, se le haría un homenaje, en el madrileño Salón Olimpia, a la bailaora Antonia Gallardo “la Coquinera” en la que también actuaría Joaquín junto a Vallejo, Cepero, Fosforito el Viejo, el Mochuelo entre otros y un elenco de bailaoras y bailaores como su mujer Carmen Núñez, Dolores Ortega, el Estampío, Faico… y las guitarras de Mariscal y Molina.

 Llegamos a  1926 y el  empresario más importante de España en aquellos momentos,   Vedrines, – aquel que fue el protagonista de la aparición de la Ópera Flamenca – le contrataría para hacer una gira por las capitales y los principales pueblos de Andalucía. Iban en la compañía la Niña de los Peines, el Canario de Madrid, la Macarrona, Luis Yance, Niño Ricardo... y Javier Molina que, como ustedes saben, escribiría todos sus itinerarios, desde que empezara a actuar con Antonio Chacón. Precisamente estando, Joaquín J. Vargas,  de gira por Albacete durante 1929  con Vallejo, Niño de Alcalá, el Niño de los Lobitos… les sorprendería la muerte del gran Don Antonio Chacón. Como todos sabemos ese año se celebraría en Sevilla la Exposición Iberoamericana y para actuar en el Kursaal Internacional fue llamado Joaquín J. Vargas al igual que muchos otros como el Gloria, La Malena, la Rubia de Jérez, el Estampío, Juanito Mojama… 

Miguel Borrull padre 

A partir de 1931 se trasladaría a Barcelona, junto  con su familia,  pues desde 1917 que actuara por primera vez en el tablao Villa Rosa, contratado por el guitarrista Borrul padre, que le quería mucho, le solicitaban. Allí seguiría cantando en  numerosos cafés, cines y teatros de Cataluña con la categoría de todo un gran maestro. En estos años se dedicaría también a grabar, dejando una amplia discografía donde recoge la escuela de la Malagueña de Juan Breva y de La Trini,  el también creo sus propias Malagueñas. Incluye además bulerías, seguiriyas, soleares, tangos, cartageneras…, pero hay que reconocer que en los cantes básicos de compas, Joaquín no destacó, si lo hizo  en la saeta,  y los fandangos: de Huelva (sobre todo el de Pérez de Guzmán al que dio fama) , de Lucena, de Frasquito Yerbabuena, en Verdiales… pero donde se sentía más a gusto y lo hacía mejor era en los cantes de levante, aspecto este que ha quedado muy confuso en sus discos ya que Joaquín generalmente hacía la taranta de Linares con algunas variantes y las casas discográficas solían acoplarle títulos como murcianas, levanticas o tarantas del Cojo, lo que ha llevado a cometer muchos errores en los aficionados y seguidores. 

Con el paso de los  años fue decayendo su fama y su caché, tanto que terminaría su trayectoria artística prácticamente olvidado. Ya en el ocaso de su carrera, hacia 1935, Fernando el de Triana diría de él: “… fue un excelente cantaor de los cantes mineros, mientras hizo los cantes primitivos, con su voz dulce y timbrada; pero, cuando se dedicó a renovar sus creaciones, dejó de interesar a los aficionados”. Una de sus últimas actuaciones fue el 9 de noviembre de 1939, en el Circo Barcelonés, en una gran sesión a beneficio de “La Tanguera” en compañía de muchos artistas que se sumaron al acto. 

Joaquín José Vargas Soto, el Cojo de Málaga, murió el 14 de abril de 1940, de  hemorragia cerebral y en la pobreza más absoluta, no pudiendo su familia ni costear el entierro y tuvieron que hacerlo algunos compañeros y un cómico catalán.