Queriendo escapar de sus orígenes

Eduardo Ternero - domingo, 26 de mayo de 2024

No cabe duda alguna que, José Tejada Martín, a estas alturas de su vida, cuando los años 20 están acabando y 1929 no puede dar más de sí, es ya un hombre maduro, conocido en toda España, tras haber realizado incesantes giras, actuando en los lugares más recónditos de nuestra geografía, desde los más excelsos teatros de las grandes capitales (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla…), hasta colmaos improvisados de las aldeas más apartadas e insospechadas. Su nombre y su cante sonaba en toda las emisoras de radio, los más pudientes se agenciaban sus discos; en las tabernas, en los tablaos. Por doquier salían imitadores de aquel “Niño de Marchena” y de aquel nuevo flamenco que en ocasiones se mezclaba con la copla, que buceaba en la floritura, que manaba poesía… Ya no se trataba de aquel flamenco brusco, exento de melosas melodías, encorsetado, tan dado a la tragedia y a las calamidades. Marchena le buscó otro sentido; él ya había vivido y explorado todo el flamenco del siglo anterior; conocía los intríngulis de la Edad de Oro del cante, sabía los secretos de lo puro y su manera de expresarlo(desde pequeño), por eso estaba en la cima de la pirámide.

            Pepe en una entrevista

Ahora, Marchena, ansiaba más. Dispuesto a experimentar se apoyó en los ritmos y sones que provenían de América, en la comedia quinteriana…, echó mano de su prodigiosa garganta y su conocimiento de los cantes y se salió de los cánones establecidos por los grandes maestros del XIX. Como es de suponer, Pepe, no daba puntadas al aire, puesto que ya había experimentado en discos, en lugares donde era bien acogida su forma de cantar. Él conocía el gusto de los públicos hacía aquella nueva manera de sentir el flamenco; un flamenco con la vistosidad y diversidad de fandangos, cantes de ida y vuelta, la incipiente bulería, la copla aflamencada… y que dejaba en cierta manera aparcado los cantes llamados más ancestrales y más puros como las tonás y sus hermanos: el martinete, la seguiriya, la serrana… Imperaba la desfachatez de los años 20, el desenfado, la moda imponía cambios y el “Niño de Marchena” sabía que no podía perder aquel tren. Por eso, empeñó su esfuerzo en subir a él, y lo haría en primera y con todo lujo; unos, muchos y buenos cantaores, le acompañaron, aunque fueran en segunda; otros se tuvieron que conformar con los vagones de cola y muchos de ellos, grandes intérpretes del más puro sentir, no quisieron formar parte de aquel convoy y lo perdieron definitivamente.

Pero, no todo eran flores y buenas nuevas para el joven (casi treintañero), José Tejada, todavía llamado “Niño de Marchena”; pues,  vive en su interior su propia tragedia. Él se sabe de clase muy humilde, su origen pertenece a una familia paupérrima marchenera, con la dureza de principios de siglo, donde el hambre y las calamidades se cebaban con los más pobres. Pepe renuncia a aquella vida de penurias y busca rodearse de grandeza, aunque eso le cueste emplear su tiempo en trabajar más que nadie, en implicarse en arriesgados proyectos… Además, disimula su analfabetismo, compensa su ignorancia y su nula cultura académica con su inteligencia, con su saber estar y su refinamiento; (a lo largo de su vida tuvo que echar mano de un secretario que le leyese y escribiese los documentos; un secretario que le apuntara las letras que se le venían a la cabeza e incluso, en más de una ocasión, tendría que recurrir a “no me he traído las gafas”, para no reconocer su falta de asistencia a la escuela y por ende su analfabetismo). 

Pedro Muñoz Seca, escritor

Muchos, también, han querido ver en José Tejada (en el hombre, no en el artista), un cierto complejo de inferioridad, por el hecho de no ser de clase acomodada y que quiso compensarlo de alguna manera creando el personaje de Pepe Marchena, haciendo a lo largo de toda su existencia exaltaciones de grandeza, de opulencia. Nosotros, no estamos de acuerdo con estas afirmaciones. Creemos que Pepe, desde su niñez y pese a saberse analfabeto entendió que, sin salir del redil de su familia, de su entorno, de su pueblo, no podría evitar aquella miseria que envolvía su mundo. Pero, en ningún aspecto de este estudio de su vida,  por referencias de muchas personas que hemos conocido en este proyecto biográfico del genio de Marchena, hemos encontrado alusión alguna en la que, Pepe, no saliese airoso de las adversidades, no fuese un personaje atrevido, a veces irreverente en alcanzar las cotas que se proponía. Por supuesto que para estar tanto tiempo en la cumbre del éxito, con el favor de los públicos, debió desarrollar una gran capacidad de reflexión, de cordura y de liderazgo, alejado de lo que muchos puedan pensar acerca de algún grado de inferioridad o introversión.

Otros han creído que todo aquello que consiguió fue a través de un camino de rosas, sin entender, que desde pequeño tuvo que hacer grandes esfuerzos, quitarse muchas horas de sueño, de juegos con los niños de su edad, de estar continuamente en la búsqueda del aprendizaje, en lucha con su familia… Muchas de las veces sin medios económicos, teniendo que soportar el desdén de los demás, puesto que los logros y los éxitos no llegan de repente, hay que buscarlos, ganarlos y conservarlos. Es cierto, que tuvo la gracia y la suerte de nacer con una garganta prodigiosa, pero, también eso hay que saber conservarlo y saber estructurarlo y eso sí formaría parte de su listeza innata; pues, nadie negaría que Pepe tenía un oído musical y una garganta fuera de lo normal, algo que tendría que conformar con la ayuda de una enorme inteligencia emocional, para conseguir mantenerse a lo largo de más de sesenta años en la cumbre del flamenco.

El "Mochuelo" indigente en Madrid 

Estamos a finales del 1929, el año de la Exposición Iberoamericana que se celebraría en Sevilla. En noviembre de ese año, al hilo de lo comentado, Pepe, tendría uno de los muchos fracasos que tuvo que resolver a lo largo de su vida artística y empresarial. El marchenero estreno el 15 de ese mes una comedia en el teatro madrileño Maravillas titulada “En el valle de la pena”, que estaría en cartel solo durante tres días, siendo un rotundo fracaso. Aquella obra, un drama lírico – posiblemente inventado por Pepe –, en la que él tenía un papel principal, estaba acompañado por Pepita LLáser, Ramón Montoya y el Sevillanito; sin embargo, no tendría repercusión alguna en el público y pasaría sin pena ni gloria.

Cuenta la prensa del momento que, Pepe, divulgaría entre líneas que, “En el valle de la pena”, había colaborado con él, el comediógrafo Pedro Muñoz Seca, uno de los más prestigiosos escritores y autores de teatro de nuestro país. Como siempre, Pepe, jugaba al ratón y al gato con la prensa y con el público; pues, con total seguridad, el gaditano Muñoz Seca (Puerto de Santa María, 1979), autor de tantos y tantos éxitos como comediógrafo, tuvo poco que ver en la producción de aquel libreto.

Algunos aseveran que poco antes de la representación de la obra en el Maravillas, Pepe, confesaría a la prensa de nuevo que la obra era exclusivamente suya y que, Muñoz Seca, no quiso ni siquiera leer el folleto que él le enviara. Como era costumbre del marchenero, la publicidad era fundamental, el sensacionalismo – aunque fuese acompañado de algunas mentirijillas o verdades a medias –, siempre surtía efecto en los públicos; aunque en este caso no fuera así. Entiendan que, muchas de las letras de sus fandangos, incluso de su Antología, fueron creación de Marchena; letras que serían transcritas, seguramente, por el poeta y coautor José Arroyo, el cual, en muchas ocasiones, aparece junto a Pepe, como letrista.

Luis Yance, guitarrista

Pero, a pesar de todos los sinsabores que le diera esta obra y seguramente la pérdida económica que le supuso, Pepe siguió representándola hasta primeros de enero en Córdoba y pueblos de la provincia de Sevilla y Jaén, donde el marchenero siempre fue bien acogido. Además, para las siguientes actuaciones contó con Antonio Pozo “El Mochuelo”, Inés Pérez y Angelita Resall… y, Ramón Montoya, dejaría en su lugar a los guitarristas Sabicas, Niño Ricardo y Pepe de Badajoz, es decir lo mejor del momento.  Sin embargo, la obra no consiguió salir a flote, a pesar de que el “Niño de Marchena” se empeñó en ello. Incluso Juan Valderrama, su gran amigo, en unas declaraciones diría que no gustó en ningún lugar.

Además de esta obra, la Compañía que lidera “el Niño de Marchena”, en plena Ópera Flamenca, sigue sus actuaciones y aquel verano lo hacía en la Plaza de toros de Granada en 1929, con un cartel que exaltaba una gran noche de fiesta andaluza y alma de España, en el que se podría admirar a todos los ases del cante: Marchena, Personita, Cepero, Angelillo, Guerrita, Pena hijo, El Pescaero…, las guitarras de Luis Yance, Montoya, Manuel Martel, Manuel Bonet y dos grandes bailaores, el Estampío y Rovira; además, de un elenco de bailaoras de primer nivel.