El flamenco cruza el Estrecho
Eduardo Ternero - 14 de marzo de 2020
Como sabrán, España mantuvo acciones beligerantes en el norte de Marruecos desde la segunda mitad del XIX hasta casi 1930. El acoso a las plazas de Ceuta y Melilla, provocó la Primera Guerra contra el pueblo marroquí, que supuso, que España ocupase mayor territorio del Rif (Tánger, Tetuán, Alhucemas, Chaouen…) además de las zonas mineras, lo que se llamaría el Protectorado Español. La Segunda Guerra supuso la pérdida de casi todo (“Desastre de Annual”). Durante este periodo, se instalaron en aquellas tierras, bastantes militares, sus familias, comerciantes, muchos andaluces… además de una población flotante compuesta por muchos jóvenes españoles de milicia, que gustaban de escuchar flamenco.
Emisoras de radio, teatros y cines de las ciudades del Rif fomentaron actuaciones flamencas. Muchos artistas atravesaron el Estrecho para dejar allí su impronta. Desde 1912 hasta 1956 habría muchos espectáculos, serían los mejores años para flamenco en el norte de África, aunque después y hasta 1974 aproximadamente se iría amortiguando por el regreso de los españoles a la Península.
Fue a principios del XX, con el flamenco definido por Chacón, Torre, Pastora…, cuando se cambiaron los discos de cera por grabaciones de pizarra, cuando aún estaban en su apogeo los cafés-cantantes y los grandes espectáculos en el Protectorado se llenaban; en el Rif Africano muchos vivían mejor que en la Andalucía de entonces. A los españoles y legiones internacionales que se desplazaron allí (empresarios, agricultores marineros, militares…) sobre todo mucha gente acomodada, les animaba escuchar el cante de su tierra, existía una gran afición y muchos artistas se desplazaron a hacer giras por las ciudades norteafricanas a demostrar su maestría, para aliviar un público ferviente y también porque era donde mejor se les pagaba.
En Tetuán, teatros como el “Monumental” “Español”, o “Cervantes”, cines “Avenida”, “Bahía” o “Luneta” o el “Reina Victoria” o muchos cafés-cantantes: se llenaban con espectáculos flamencos y se alternaban con veladas de boxeo. Igual que existían en Tetuán ocurría en Alcazaquivir, Tánger, Larache, Ascila, Alhucemas, Ceuta o Melilla y un largo etcétera de ciudades repartidas por todo el norte Marroquí.
Fue muy numerosa la presencia de artistas no solo de contenido flamenco y folclórico sino también del mundo del erotismo; las salas repletas de un mundo varonil, de militares entre guerras… favorecían las actuaciones de personal femenino. Tánger, por esas fechas, contaba con salas de flamenco y varietés: “Versalles”, “Olimpia”, “Paladium”… Era también la etapa gloriosa de la radio; por ejemplo Radio Dersa de Tetuán que por aquellos lares fomentaba el arte de la tierra andaluza/española, en los que ponía de relieve concursos de cante, espectáculos de todo tipo relacionado con el cante flamenco… Además estaba la prensa: “El Eco de Tetuán” informaba: “…el lunes 8 de febrero de 1915 en el “Salón Imperial de 8 a 12.30 de la noche “Pastora Robles” (Canzonetisa), “Hermanas Vidal” (Bailarina y cupletista), “Piquito de oro” (cantadora de flamenco), entrada al consumo”. Significaba que la asistencia de público no se coartaba por el coste elevado de la entrada, sino todo lo contrario, estaba al alcance de cualquiera que pudiese pagarse aunque fuera un vaso de vino.
Por el norte africano desfilaron artistas de la talla del Niño de Cartagena, los guitarristas, Niño Ricardo, Luis Yance o Ramón Montoya. Allí cantarían la Niña de los Peines, El Pinto (su marido), Juanito Varea, José Cepero, Canalejas, El Gloria, el Cojo de Málaga… y sobre todo el todavía Niño de Marchena, que era de los más esperados por el público desplazado al otro lado del Estrecho.
Fueron dos etapas distintas las que se vivieron: una la del flamenco más puro y luego la llegada de la Ópera Flamenca, entiendan que el elenco de artistas variara, pues si al principio el gusto era lo puro, después serían los fandangueros los que primaran: Vallejo, Palanca, El Gloria, Antonio Molina, Valderrama, Caracol y un consagrado ya Pepe Marchena. Por supuesto cada uno con su compañía de guitarras y bailaores. En estas fechas, un reguero de artistas, cruzaba los 14 kilómetros de agua que nos separaba del continente africano.
Los grandes teatros de las ciudades de Tetuán, Tánger, Larache y de todas las ciudades el Rif fueron cogiendo fama, incluso llegó hasta Casablanca. Allí siguió floreciendo el flamenco, llenando los grandes salones los aficionados y acogiendo a los artistas del momento. Fue aquella etapa entre la finalización de la Guerra Civil, durante toda la Segunda Guerra Mundial y los años de la Guerra Fría, cuando se llenó la zona de refugiados internacionales y más de 50.000 españoles que verían los cambios de su país desde el otro lado del mar, desde tierras africanas.
Esos espectáculos siguieron alternando, hasta los años 70, actuaciones de flamenco con coplas, varietés, incluso óperas. Muchos de ellos ya han desaparecido, pero fue una etapa gloriosa la que viviría el mundo del flamenco en otras tierras; fue una semilla que se fue plantando para ir buscando su universalidad, como ocurriría con las Américas, con su expansión por Europa y la colonización de algunos países de Asía, sobre todo en Japón.
Imágenes: (Soldados españoles en el Rif, Teatro Cervantes de Tetuán, Tánger).