Martinetes, Carceleras, saetas…

Eduardo Ternero - 21 de diciembre de 2019

Ya hemos hablado, en reiteradas ocasiones de lo incierto del origen del flamenco. Algunos apuntes nos dicen que fueron las alboreas, otros que las tonás son los primeros cantes que se pueden considerar flamencos. Saber el origen, donde  están sus fuentes, cuales son los cantes primigenios se hace difícil; se han vertido muchas líneas. Hoy queremos dar un apunte más y les hablamos de los Corridos Gitanos, un cante sin acompañamiento musical, como las tonás, procedentes de los romances populares andaluces (Siglo XV).

Agujetas El Viejo

Tal vez,  los Corridos,  sean origen del flamenco, y puede que padre de las tonás. Cierto es que lo hacía el pueblo llano, no la clase alta. Ejemplos de ellos es el Romance de Gerineldos, el del Ciego de la Peña… que podrían tener origen morisco. Según Washington Irving: “son tonadas que se cantan en voz alta con largas y pronunciadas cadencias.”  “El Planeta”, “Chiclanita”, “El Negro”, “El Chozas”, Pepe el de la Matrona” o “Agujetas el Viejo” son algunos de los que han interpretado estos corridos.

   Ahora tratamos  un cante puramente gitano: El martinete. De los llamados  “cantes a palo seco”,   derivado de la toná.  En principio se decía que el martinete es una toná que los herreros calés cantaban mientras modelaban el hierro, alumbraban la fragua o hacían herraduras a golpes de martillo  sobre el yunque. Su nombre nos conduce a una oscuridad y son muchos los que encienden la luz,  alumbrando pues,  puede ser que el nombre “martinete” derive de los grandes martillos pilones o de los fuelles gemelos que insuflan aire a la fragua; otros que así se llamaban a unos grandes martillos de La Carraca…en San Fernando; no nos queda claro. 

El martinete se suele iniciar con un sonido “tran-tran”,  después acaba con  una toná o debla. Dicen que se cantaba a compás del martillo sobre el yunque, sin embargo, Antonio Mairena,  que fue  fragüero, apunta que es fatigoso llevar la respiración que exige este cante y el trabajo de la forja a la vez y por tanto, era en los descansos, mientras se atendía la fragua o en las tabernas, al dar de mano, cuando se cantaba.

Fragua gitana

Los primeros en grabar martinetes fueron Centeno, José Cepero,  Paco Mazaco,  el Cuacua… Se han conocido tres estilos: el martinete  natural, melódico emparentado con la seguiriya,  y que puede redoblarse, repitiendo alguna estrofa; serían   El Gloria y Tomás Pavón quienes grabaron algunos de los más antiguos que existen. Antonio Mairena disiente, porque aduce que hasta los años treinta del XX no se habían cantado martinetes con aires de seguiriyas.

Existe un segundo estilo de martinetes con aires de soleá, dicen los entendidos que los empezó a cantar Tío Luis el de la Juliana y fue Pepe el de la Matrona el que nos lo ha grabado para que los conozcamos hoy. Y existe además otra manera de cantarlos: el  martinete por seguiriyas,  con una  tercera estrofa distinta,  que grabó Terremoto,  dicen que atribuida al Nitri y que nos recuerda a una terminación entre la toná-liviana. Muchos han sido los cantaores que han hecho estilos propios de martinetes como Caracol, Lebrijano, Chocolate… e incluso Pepe el Culata  cantaba un estilo de martinete que se conocía como el Martinete de Triana.

El martinete suele llevar la carga dramática del esfuerzo, de las fatigas y las penas. Según algunos autores, los martinetes no son más que improvisaciones en las que se exige al cantaor grandes facultades, debido a lo extenso de sus tercios. Se expresa con una voz rancia, y se acaba en cada estrofa con un quejío amargo y un dolor lastimoso en la melodía. Es un cante  que emana del trabajo en la herrería, que comparte   la oscuridad del hollín con el fulgor  de la fragua. Su tonalidad es  mayor con alusión al frigio andaluz. La estrofa suele ser una cuarteta octosílaba como el romance, aunque sin repetir ningún verso, y suele cantarse como la toná libre sin un compás determinado, aunque Antonio el Bailarín los acompasara para hacerlos bailables en la película “Duende y misterio del flamenco” de Edgar Neville.

Juan “El Cuacua”

 En los Puertos, se hacía un tipo de martinete-corrido, donde varios cantaores los iban diciendo, tomando el pie de uno  a otro, como los ripios. Hasta hace poco se cantaban en las tertulias, aduciendo cuestiones de trabajo, familia, condiciones sociales… en las que se denunciaba la precariedad y casi siempre con un argumento carcelario. También se suelen rematar la generalidad de los martinetes  con una letra de cierre llamada “macho”, alusiva por lo general a la temeridad de los gitanos a Dios: “Y si no es verdá… que Dios me mande la muerte, si me la quiere mandá”. Ahora, parece que, al igual que la toná, está tomando fuerza y vuelve a aparecer en los escenarios.

La Carcelera es un martinete-corrido que también se canta a palo seco;  es un cante libre que tal vez naciera en el penal del Puerto de Santa María y luego, con el cambio y traslado de presos a otras prisiones se fueran acomodando a otras cárceles de la región. Sus letras son alusivas a la tragedia de los condenados, es un cante muy parecido al  martinete, se canta en modo mayor, sin métrica alguna  y sirve como soporte musical para las Saetas, al igual que los martinetes y las seguiriyas. Molina y Mairena, las identifican derivadas de la toná y no hacen distinciones entre el martinete y la carcelera, ellos consideran que la única diferencia entre ambos estilos  estriba en las letras; pero igualmente aclaran que la toná también hacía alusiones generalmente a las penalidades de la cárcel, los condenados a galeras y las persecuciones recibidas por el pueblo gitano.