Antonio Ortega:

“Juan Breva”

Eduardo Ternero - 25 de enero de 2020

“De los montes de Vélez traigo mis dulces brevas…” Solía cantar el abuelo de Antonio Ortega Escalona, por eso le pusieron al nieto, el nombre artístico, “Juan Breva”.   Nació en Vélez Málaga en 1843 o 1844, y desde muy pequeño, fue vendiendo junto con la familia, frutas y verduras, pregonando, con un arte sin igual,  por las calles de Málaga.

Se aficionó al cante por un vecino llamado Palma que vivía en un campo contiguo a la huerta familiar  y  que le enseñó a cantar por fandangos, malagueñas y verdiales; a la par que un amigo de su padre le fue iniciando en el sentir de la guitarra. Se libraría del servicio militar, lo se llamaba entonces  “por sorteo”,  se ahorró tener que ir a la Guerra  de Marruecos donde murieron tantos soldados españoles. Desde muy joven y gracias a un oficial  del ejército que lo recomendó,  actuó en el Café del Sevillano, en la calle Siete Revueltas de Málaga,  cerca de la que más tarde será la calle más famosa de Malaga: “Lários”. Por entonces se solía acompañar el mismo de la sonanta, llegando a tener un gran éxito y ampliando su repertorio por otros cafés de Málaga como “El España”, “Chinitas”… siendo llamado  a cantar en  otras provincias andaluzas, extremeñas y gran parte del Levante español. 

En su pueblo, Vélez,  conocería y se casaría con Antonia Gálvez, con quien tendría dos hijos. En 1881 sabemos que estaba en Sevilla, que encabezaba carteles de artistas  y  formó parte de varias   “compañías”, que tanto se prodigaron desde finales del XIX y la primera mitad  XX. Aunque se dio a conocer tardíamente,  muy pronto sería  aclamado  en toda España. 

En 1884, Juan Breva se desplazó a Madrid y un año actuando en el café “La Bolsa”, y más tarde estuvo actuando  en tres espectáculos distintos a la vez: en dos cafés (“Imperial” y “Barquillo”) y en el teatro “Príncipe Alfonso”; dicen sus biógrafos que en sus contratos añadía que había que pagarle en oro.  A tanto llegó su fama  que fue llamado por los reyes Alfonso XII y María Cristina para cantar en el Palacio Real de Madrid y tanto gustaría a los monarcas que accedieron a su petición de liberar a un amigo que estaba condenado a prisión.

     Continuaría sus giras por toda España, conocería a Rubén Darío y, tras años de éxito, volvería  a   su Málaga  donde se asienta definitivamente acudiendo frecuentemente a Vélez para visitar a su hermana que regentaba un bar y donde solía cantar en reuniones íntimas. Dicen que, en una visita que hizo Alfonso XIII a Málaga, Juan cantaría en  su presencia y le pidió al rey que se le concediera la pensión vitalicia que le había concedido su padre Alfonso XII, aceptándolo el joven rey. Entre 1886 y 1903 estuvo en todos los escenarios de España acompañado, en ocasiones,  por Ramón Montoya,  con quien entablaría una gran amistad;  e incluso es posible que actuara, según apuntan biógrafos suyos, actuando en la capital parisina.

 Para que veamos lo poco que daba el flamenco entonces, tuvo que irse a vivir una temporada a Almería, donde puso una freiduría durante algún tiempo, es cierto que tuvo muchos gastos debido a una larga y costosa enfermedad de uno de sus hijos que le hizo quedarse en la miseria. Tras la muerte de ese hijo en 1906, cayó en una depresión, no quería actuar más; pero no tuvo más remedio que seguir durante otros tres años, trabajando por tablaos de Barcelona. Volvió de nuevo a Málaga en el 1909, pero  ya  acudía a pocos contratos. Un día yendo en mula para actuar en Cártama,  se caería de la mula y se dio un golpe en la cabeza lo que aceleró la ceguera que venía padeciendo.

A la muerte de su esposa se refugió  en su casa malagueña y,  partir de entonces,  a aquel enorme cantaor se le veía deambular por los barrios de la capital, con las ilusiones rotas, de vestimenta humilde y al que le llegaría la muerte  en 1918. Era tan paupérrima su situación, era tal su miseria,   que su otro hijo tuvo que vender un alfiler de oro,  que le había regalado  el rey Alfonso XII, para poder enterrarle.   

Juan Breva, dicen, conmovía a Silverio cuando cantaba por seguiriyas, durante el tiempo que lo contrataba en  su café  de  Sevilla y donde siempre ocuparía un lugar de privilegio entre los artistas que frecuentaban el local.  Juan Breva, además de creador de  tres estilos de Malagueñas  y Verdiales de su tierra, era  compositor de  sus propias letras e innovador  de varios estilos que después copiarían o servirían para apoyarse otros como Chacón, el Canario, El Mellizo, La Trini o El Perote entre muchos.

Llegó a dominar todos los palos, muchos nos los dejó grabados en discos de pizarra acompañado por Fernando “El Herrero”. Dicen que, cuando Chacón hizo grande el cante, cuando dignificó el caché de los artistas y subió a escenarios de los teatros,  ya  Juan Breva había abierto camino, había llevado el flamenco  a cotas altas por toda España,  con su voz de ruiseñor y la magistral forma de interpretar los cantes.