Juan Pliego Fernández, “El Caeno” - I

Eduardo Ternero - domingo,  22 de mayo de 2022

De entre todos los cantaores marcheneros que han dejado huella en el flamenco hoy traemos a un hombre que pudo ser, por sus cualidades de voz y de conocimiento, un valor reconocido dentro del elenco artístico en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, por su forma de ser, por su manera de ver la vida, prefirió coger la parte sentimental y profunda  e interiorizar su flamenco en lugar de extrapolarlo y  vagar por los escenarios de otros lares. 

Su nombre, Juan Pliego Fernández, su afición y su devoción sería el flamenco, su manera de ganarse la vida fueron todas a las que pudo acceder desde pequeño, sobre todo temporero de labores agrícolas. Conocido para sus paisanos y para el mundo de la historia  del cante flamenco con el nombre artístico de Juan “El CAENO”.

En su juventud 

Juan nació en Marchena (Sevilla), el día 1 de Octubre del año de 1933. Nació y  se crió en la Plaza de Arriba de Marchena y, pese a no ser gitano puro, siempre se sentiría gitano y compartiría  el lugar donde vivía casi toda la gitanería de la localidad desde hacía más de un siglo; desde que las viviendas, que sirvieron como aposento para los ejércitos napoleónicos durante la  invasión francesa ocurrida  durante el primer decenio  del XIX, fueron abandonadas. Estas viviendas, semiderruidas, que formaban parte de la antigua Plaza de Armas y que conformaban un todo con la Casa Consistorial fueron adjudicadas a los gitanos de Marchena y a algunos familiares que arribaron Marchena en las ferias, las “velás”…,  con el trasiego y trato  de animales, ejerciendo oficios derivados de la agricultura y ganadería  (esquiladores, herradores, herreros, latoneros, cesteros…). Juanito se crió allí, en esa Plaza, junto a los Juanilleros, los Torres, los Melchores, los Cortés, los Heredias,  en el seno de una familia obrera y trabajadora, siendo el mayor de diez hermanos cuyo padre fue  Juan Pliego González, marchenero payo  y  su madre Pastora Fernández Vilches. 

El remoquete de los “Caenos”, según nos hemos podido informar, le viene a la familia de algunos de sus antepasados; dicen que el abuelo de Juan fue un arriero que transportaba materiales agrícolas y áridos con su arria de burros, a los que trababa y ataba con cadenas, por lo que hacían un sonido característico y por el que le conocían en el pueblo: “la jarría de las caenas”. 

Juan, “El Caeno”, era payo por parte de padre y  gitano por parte de madre,   nieto de Manuel Fernández  conocido como El Titi de Marchena un gran  tocaor flamenco   que desempeñó su carrera artística en Algeciras y el campo de Gibraltar y que sería maestro de grandes guitarristas como Pepito Santiago, Antonio Sánchez Pecino (padre de los Lucía), Manuel Molina y otros muchos. Manuel Fernández El Titi, su abuelo materno, fue además un guitarrista afamado entre los cantaores de la época, como lo fueron Tomás Torre, el Carbonerillo, Mazaco,   Gloria, Vallejo, El Sevillano, la Moreno o la Sordita entre muchos otros y, como ya comentamos en otro apartado, fue también un renombrado bailaor sobre todo de bulerías y tangos, cuyo estilo reflejaba lo aprendido al amparo de la Plaza Arriba de Marchena.

También, por parte paterna,  Juan “El Caeno”, fue nieto  de Gracia la “Rubela” una gitana marchenera que,  según dicen quienes la conocieron, tocaba los palillos y bailaba  de forma excepcional. Esta gitana, que,  con toda seguridad, compartiría  momentos de aquel flamenco de la Plaza de Arriba con los mejores de su época, la Gilica, El Lico, el Cuacua, Melchor…, sería una de las que inculcaría  su saber del flamenco a Juan. 

con Manolo Cobano

Aquellos años, de la postguerra, los años 40, en los que se crió Juan fueron años de miseria y de hambre, teniendo que ayudar a la familia ejerciendo los oficios propios de los niños de entonces, en labores agrícolas, recogida de algodón, aceitunas,  garbanzos…, como pinches, folladores de fraguas, cuidadores de animales, aprendices de todo…, pero a la vez se fue impregnando de los valores del flamenco, junto con sus mayores y hermanos y todo el derroche de gitanería que, desde los años 40  a los 70 del siglo pasado,  se seguiría  fomentando en las reuniones y fiestas que se celebraban en la Plaza de Arriba.  A partir de entonces, aquello se fue perdiendo por muchos motivos: uno de ellos fue el desalojo de las viviendas y la ubicación de muchas familias en otros lugares de la localidad. Otros motivos fueron los cambios de vida (venta ambulante, oficios agrícolas…), también la emigración hacia zonas urbanas (Sevilla, Cataluña, incluso a países europeos…) por falta de trabajo. Todo ello contribuiría a una pérdida de valores ancestrales de la comunidad gitana;  ya no se fomentarían tanto las reuniones “familiares” y por tanto el flamenco pasó a ocupar un segundo lugar. 

a finales de los 60

Juan,  desde muy joven sentiría una gran afición por el flamenco y comenzó a cantar. Desde pequeño se sintió gitano, cantó como gitano y lo llevó a gala, no en vano el siempre decía que él se había criado entre gitanos y eso lo ha llevado en la sangre. Era capaz de manejar todos los estilos del flamenco, la soleá, los tangos, las seguiriyas, martinete, granaínas, los fandangos y muy especialmente la saeta  entre otros muchos. Si bien, Juan, fue un cantaor largo, se sentía más a gusto con los cantes más profundos, con aquellos de mayor melancolía y aflicción. No era muy dado a los cantes de fiesta (hablamos de cantes como la bulería, alegrías, tangos…) que, aunque los dominaba, no entraban en su repertorio favorito. Porque Juan se refugiaba en el cante, miraba hacia dentro, se aislaba del mundo y tiraba de entrañas para cantar. El solía decir que cantaba para él, “…para sacar desde sus adentros esos sentimientos que le hervían en su interior”. Pero además de su gran afición y conocedor del cante jondo, Juan  fue un gran aficionado  y reconocido saetero no solo en su pueblo, sino en el mundo de los grandes saeteros de la historia. Sus saetas populares por martinetes, por carceleras… fueron de las mejores que se escuchaban   en los festivales y certámenes donde actuaba; logrando más de una docena de premios y siendo admirado por los artistas afamados que compartieron con él escenarios y balcones. Los Mairena, Menese, Clavel…fueron muchos los que se apuntaron a sus maneras de hacer la saeta marchenera y carcelera que él cantara en el Tiro a su Soledad. 

Quienes compartieron momentos  de cante con él recordarán sus alusiones a los más grandes, a los que más admiraba, entre los que solía nombrar y hacer unos tercios como los Torres (Manuel y Tomás), los cantes de Mairena y Caracol  y siempre muy enamorado de la casa de los Pavones. Sin embargo Juan tenía su estilo propio, cantaba con aires de gitano y con voz  de payo. Aglutinaba en su forma de cantar una simbiosis de poder y conocimiento que en muchos momentos te llevaba a la catarsis. Sin embargo él no supo aprovechar aquel tirón que tenía o tal vez no quiso. Porque en su más profunda manera de pensar no quiso ser artista. Era una forma rara de ser, casi exclusiva; era una arrogancia que solo se rompía porque tenía una carga familiar grande y “…había que comer todos los días”. 

Juan “El Caeno” con Melchor Chico canta la caña y por fandangos