Ópera Flamenca, ¿declive o resurgimiento?

Eduardo Ternero - domingo, 2 de junio de 2024

Seguimos inmersos en aquel nefasto octubre del 29, en aquel mes del “Crac” o la “Gran Depresión” económica que haría caer la bolsa de los Estados Unidos y por ende el mercado mundial a sus niveles más bajos, lo que llevaría a la ruina a muchos grandes empresarios y a la pérdida de grandes fortunas, además de ingentes suicidios en la población afectada. Hacia el mundo avanzaban los cuatro jinetes del Apocalipsis para traer el mal a la humanidad: la II Guerra Mundial, el golpe del general Franco, guerras en el continente asiático… En Oriente Medio, caso de la ciudad de Jerusalén, se venían sucediendo conflictos entre musulmanes y judíos, una guerra civil acosaba a la población afgana y un terremoto en Irán causaría miles de muertos.  Mussolini, ganaba las elecciones italianas y las huestes alemanas, con Hitler al frente, se preparaban para imponer el III Reich, después del descontento alemán por la Gran Depresión y su fracaso en la I Gran Guerra. 

                    Pepe, a finales de los 20

Mientras, en España, había fracasado el intento de golpe de Estado por parte del político conservador José Sánchez Guerra para derrocar al otrora dictador Primo de Rivera. El Crac de la bolsa de Nueva York también tendría una enorme repercusión en España: el paro se incrementaría hasta límites desorbitados, las familias se endeudaron, cerraron multitud de empresas y el Estado no pudiendo cubrir a la sociedad que se encontraba en el desamparo se vio envuelto en una enorme crisis social y económica. Aquel año, en Sevilla, se culminó la celebración de la Exposición Universal Iberoamericana de 1929, a pesar de padecer una grave crisis agraria y cultural, donde las grandes fortunas no invertían y basaban su actividad en la baja productividad e ínfimos salarios. Todos aquellos fastos y recursos, que se emplearon para la posible llegada de turismo y de empresas extranjeras, no sucedió; pero el gasto fue tan enorme, que costó aquella Exposición, se estaría pagando más de treinta años después.

Las desgracias, las penurias las seguía sufriendo el pueblo y nos referimos sobre todo al pueblo andaluz. Las enfermedades (falta de medicinas, el cólera, la tuberculosis, la falta de vitaminas, la escasa higiene…), la miseria y el hambre hacían estragos en la población más pobre. En Marchena, tras la caída de la casa de Arcos, un grupo de terratenientes había adquirido la mayor parte de sus posesiones. A partir de los años 20 parece ser que algunos gremios (cantareros, talabarteros, gorreros, esparteros…) van adquiriendo relevancia. También, empieza a despuntar una incipiente burocracia administrativa y municipal (funcionarios). Pero, Marchena, también contaba con un gran número de pequeños hacendados, “mayetes”, que sin tener grandes fincas, sin tener grandes propiedades (las cuales labraban y apañaban ellos mismos), les era suficiente como para poder estar por encima, socialmente y económicamente, de la clase obrera y pobre, que suponía casi un 70 % de la población y que tenía que subsistir del poco trabajo que ofrecían los terratenientes, con el furtivismo, con pequeños huertos o la indigencia. Otra forma de poder vivir era emplear a la mayoría de mujeres y niñas en “servir” en las casas de potentados, como lavanderas, planchadoras, encaladoras, niñeras, amas de cría… por un plato de comida; ese fue el caso de la familia de nuestro protagonista Joselito Tejada, cuya madre tuvo que emplearse en casa de unos potentados en Sevilla, al igual que la mayoría de las niñas pobres de su época; mientras, niños, muchachos, hombres… y pocos ancianos (los que lograban alcanzar la vejez), se dejaban la piel y la vida cuidando ganado y luchando contra la dureza del campo.

José Sánchez Guerra, político

Nosotros dejamos al “Niño de Marchena” actuando en la plaza de toros de Granada, en un año que, para él, tuvo altos y bajos, como casi siempre; aunque, actuaría por casi toda la región andaluza, llenando recintos y dando valor a la recién creada Ópera Flamenca. Eduardo Martínez del Portillo (escritor y promotor de espectáculos flamencos) que, en su libro “Cante Jondo”, describe la actualidad y la historia del flamenco, tiene apartados, refiriéndose al “Niño de Marchena”, en los que detalla cómo era la pasión que despertaba el marchenero en los públicos, el porqué de aquella atracción que ejercía en los aficionados para llenar los recintos. Incluso el autor nos desvela lo que cobraba en los eventos a los que asistía; unas cantidades impensables para cualquier artista de la época. En la prensa de ese año se explicitaba en titulares que el Rajah más rico de la India, enamorado del cante del Niño Marchena, le ofrece a este la cantidad de mil libras por una copla, al igual que muchos caprichosos le tentaron más de una vez para que les deleitara con su cante. No negamos, ni afirmamos, la veracidad de este tipo de noticias que la prensa recogía a diario; aunque, conociendo a Pepe, entendemos que, este tipo de publicidad, era propia del marchenero para mantenerse en el candelero.

Pepe, que pocas veces se sometía a cantar bajando su caché, sin embargo, en innumerables ocasiones, cantaría de manera gratuita, o reunía a su troupe y montaba un evento en beneficio de los niños pobres. Muchas veces, durante las Navidades, reunía en su casa a cantaores  que se encontraban en la miseria, a los que agasajaba, alimentaba, vestía… y otras veces, lo hacía para sufragar a viudas de compañeros, pagar los entierros de los más pobres, etc.

Para el cantaor de Marchena, aquel 1929, sería un año de luces y sombras como hemos dicho; pues, si bien había actuado en varios espectáculos en Sevilla con motivo de la Exposición Universal Iberoamericana, también tuvo problemas económicos y fracasos sentidos como fue su incursión en la Comedia flamenca, a pesar de ser reconocido como lo gran cantaor que era, pero, en nada comediógrafo.

Anilla, la Gitana 

Pero si Sevilla, tenía su Exposición Universal Iberoamericana, igualmente, Barcelona, no quiso quedarse atrás y ese mismo año 1929/30 tendría lugar la Exposición Internacional en la ciudad Condal, donde participaron la mayoría de los países europeos, Japón, Estados Unidos… Aquello daría a la ciudad un aire mucho más internacional y un enorme auge en la industria, el deporte y las artes. Pero, también, fueron unos años muy difíciles para los andaluces, por el cierre de las minas del levante, las enormes sequías o el abandono de los cultivos. La falta de trabajo, el hambre y el escaso futuro que se vislumbraba, obligaría a muchos andaluces a marchar hacia Cataluña, sobre todo hacia Barcelona y su “megápolis” atraídos por la fuerte demanda de mano de obra para la emergente industrialización y construcción. Aquello provocaría, un gran auge del flamenco en las tierras catalanas, un flamenco que los andaluces portaban como patrimonio cultural en sus genes.

Fueron muchos los cantaores, bailaoras, guitarristas, que ante la falta de trabajo, también marcharon a Cataluña. Allí se fueron instalando, por las tabernas del Barrio Chino, en el Paralelo, Monjuit, Somorrostro… Muchos triunfarían como el Cojo de Málaga, la Niña de Linares, Guerrita o Lola Cabello; en cambio, otros, como el Chino (guitarrista), padre de Carmen Amaya, estarían en la indigencia, teniendo que recurrir al baile de su niña (con 4 o 5 años) para llevar el pan a su casa. 

La Argentinita

Pero, durante ese periodo (1929 e inicios del 30), también Barcelona testimoniaría su amor al flamenco, reconociendo a grandes artistas como “Anilla la de Ronda” o “Anilla la Gitana” aquella mítica guitarrista y cantaora que contaba con casi 77 años, que se afincaría en la ciudad condal y donde fallecería en 1933. También se desplazarían hasta allí los Campanilleros de Bormujos (Sevilla) que actuarían en varias ocasiones en Madrid y en la Semana Andaluza celebrada en el Pueblo Español de Montjuit, dando varios recitales como el que ofrecieron a los infantes de la corona en la Capitanía General y además grabarían 7 discos de pizarra en tierras catalanas. Pero, sobre todo, sería un hito y el punto de partida la aparición y el reconocimiento de una niña, tal vez la mejor bailaora que ha dado la historia del flamenco: Carmencita Amaya. Para dar más énfasis a la Exposición se montarían espectáculos con los grandes del momento: Niña de los Peines, La Argentina, La Argentinita, Vallejo, Pastora Imperio y como no, el “Niño de Marchena”.

En definitiva, aquella afluencia de andaluces hacia la tierra prometida de Cataluña sería un éxodo que duraría casi un siglo y que condujo a casi un millón de nuestros paisanos a dejar sus familias, sus pueblos… y echar sus raíces a casi mil kilómetros de su Andalucía. Una vez allí, se incorporaron a sus nuevos destinos, trabajaron con ardor y colaboraron en gran manera para levantar al país catalán; entendamos que aquella tierra les había ofrecido lo que la suya les negaba. Pero, a la par también dejaron su huella, sus costumbres, su cultura, el flamenco… Así, florecieron más de 80 locales de actividades flamencas: Bar Cádiz, La Criolla, Villa Rosa, Bodega Andaluza, Los Gabrieles, Juanito Dorado, La Marina y un largo etcétera fueron ejemplos de locales donde poder escuchar y ver flamenco. Por entonces, las plazas de toros, los teatros, los cines…, eran copados por los públicos para ver eventos flamencos, combinados con coplas, cuplés, y todo tipo de varietés.