Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 17 de agosto de 2025
Terminado el contrato con Carcellé y Castilla y, por tanto, finalizada la gira por Cataluña, Pepe decide seguir por su cuenta por la provincia de Barcelona, modificando algo el nombre de su espectáculo: si antes se llamó “Alarde Flamenco”, ahora lo bautizaba “Alarde de Ópera Flamenca”. Si los neoclásicos, los que ansiaban volver a la ortodoxia querían borrar del historial flamenco la palabra Ópera, si no habían tenido suficiente con una taza, ahí tenían dos. Pepe no se arredraba ante nada ni ante nadie. ¿El marchenero llevaba la polémica por donde pisaba o le buscaban? Si era esto último, le encontrarían, pero demostrando y dispuesto siempre a defender su forma de sentir el flamenco, con respeto hacia los demás, sin menosprecio, trabajando a diario, dándose al público…, sin olvidar aquella filosofía de vida hedonista que derrochaba.
Cartel de Alarde Flamenco
Cuando hablamos de filosofía hedonista, de aquella forma de vida que llevaba Marchena, nos estamos refiriendo a su manera de conducirse, de sentirse vivo, evitando la monotonía, buscando ser feliz con su gente, sus amigos, su familia… Estaba a gusto rodeado de aficionados que le idolatraban, que le alababan en todo momento; un público que le fue fiel durante su vida y que continúa admirando su genialidad 50 años después de su muerte. Pepe nunca fue una persona materialista, ganó y gastó mientras tuvo cuerpo y dinero. No hemos encontrado en él acciones o comentarios que evidenciaran la renuncia o el desapego hacia los demás. Siempre mantuvo una actitud positiva para alcanzar la felicidad, al igual que entendemos que su narcisismo, su egocentrismo no conllevaba el desprecio o la negatividad del resto de sus compañeros; todo lo contrario, hemos visto como a lo largo de su vida ayudó a muchos de ellos cuando se encontraban en momentos difíciles, como también descubrió y subió a los escenarios a otros tantos que, hasta entonces, nadie conocía.
Tampoco hemos vislumbrado, a la hora de entender la personalidad de Pepe, que tuviese una personalidad armoniosa, de tranquilidad, de sosiego…, de aquello que los griegos llamaron epicureísmo, es decir basando la existencia en la búsqueda de la paz mental y la moderación; todo lo contrario, él era un espíritu inquieto. A lo largo de su estudio, de todo lo leído, de lo que hemos conocido respecto a su manera de entender la vida – entiéndase por comentarios de investigadores, compañeros, amigos y familiares –, el marchenero trabajó, se desvivió y se divirtió a partes iguales. Pepe buscó la felicidad a través de la amistad y del reconocimiento, del poder que te da el dinero y la fama. El genio de Marchena quiso alcanzar la gloria, tocar el cielo, para ello pondría todo su empeño; y en gran parte lo conseguiría.
Un ejemplo de lo que estamos diciendo era su versatilidad para acudir a varios sitios casi simultáneamente, lo que conllevaba un enorme esfuerzo añadido al trabajo, falta de sueño y un despilfarro económico; pues, mientras estaba de gira por Cataluña, en cuanto tenía un día libre se escapaba a Madrid y en más de una ocasión y, según los pasos que marcan las páginas de la prensa, durante aquel verano del 64, se le vio divirtiéndose por las “Cuevas de Nemesio”, una gran taberna flamenca madrileña que disponía de un pequeño teatro. Allí estaba en una de aquellas fiestas nocturnas, compartiendo mesa con varios amigos y la guapa bailaora Marisa Martos, la cual, a la hora de actuar, dedicaría sus primeros bailes al maestro de Marchena a lo que él correspondía con halagos y aplausos.
Enrique Orozco, cantaor de Olvera
Observamos que, durante todo el verano de ese año, en todos los periódicos desde locales a nacionales aparecía la foto de “Pepe Marchena” con reseñas de la gira. En todas y en cada una de ellas sobresalen palabras y frases de elogio hacia la figura del marchenero, de su puesta en escena. Entendemos que empresarios y compañeros, en ciertos momentos, estuvieran molestos con el maestro de Marchena, pues era él quien acaparaba todas las crónicas loables del espectáculo, dando poco espacio a los demás.
Así pues, como hemos adelantado, Marchena, se separaría de los empresarios, Feijoo, Carcellé y Castilla, monta su propia Compañía y logra firmar unos cuantos contratos para actuar por tierras catalanas. Con él se quedan entre otros, Enrique Orozco, premio nacional del concurso de cartageneras, el guitarrista Pascual Moya y el marchenero Luis Rueda. A la par iría añadiendo artistas de poco nombre para que la nómina de gastos no engrosara.
El diario “La Prensa”, entre sus páginas del 10 de octubre de 1964, llevaba un evento que se había celebrado la noche anterior en un céntrico hotel de Barcelona: el “Gran Premio del Disco”, organizado por la revista Ondas. “… Al acto asistieron periodistas, artistas, directivos de marcas discófilas, y bellas señoritas de las que saldría elegida “La reina del disco” Después del aperitivo se ofreció una gran cena a todos los presentes. Pepe Marchena, que se encontraba en el acto, recibiría el Premio por sus “Memorias Antológicas del Cante Flamenco”. Para finalizar, varios artistas de todos los géneros presentes en el acto animaron con su música el final de la fiesta”. (no puntualiza si Pepe cantaría) y continúa la crónica periodística: “… Hoy (10 de octubre) se celebra en la ciudad el tradicional “Día del disco”, donde se expondrán por las calles más céntricas de la Ciudad Condal unos tenderetes con los discos ganadores y donde se arracimarán multitud de jóvenes para comprarlos, puesto que solo hoy tienen un descuento y muchos de los intérpretes estarán en estos puestos de venta para firmarlos”.
La obra de Pepe, sería una de las más vendidas en toda España; era el boom del momento y el cantaor de Marchena recibiría una cantidad económica muy importante para aquella época. Pero, no todas las críticas fueron positivas ni halagadoras para el artista marchenero: Por supuesto que los flamencos neoclásicos, los más ortodoxos, los anti marchenistas criticarían aquellas “Antologías” del “maestro”. Muchos de los que reivindicaban la vuelta a lo clásico, a la pureza… intentaron denostar la obra discográfica de Pepe, pero, contrariamente a lo que pensaban, el público seguía comprando sus discos. En bares, fiestas, reuniones e incluso en las peñas se escuchaban aquellas “Memorias Antológicas del Cante Flamenco” como si fuesen una reliquia.
Juan de la Plata, flamencólogo
De todas las críticas negativas que aparecieron en la prensa, que se dijeron en la radio o se decía por los mentideros…, al igual que la de muchos intelectuales flamencos, como Ricardo Molina, Félix Grande y un largo etcétera, nos vamos a quedar con una, con la de Juan de la Plata. Pensamos que se pueden dar opiniones sin perder las formas y el respeto, aunque el crítico en cuestión se precie de saber más – trátese de flamenco o de cualquier tema – que el resto de los humanos. En las artes (y el flamenco es un arte) como en cualquier otro aspecto de la vida, la mayoría de las veces, es cuestión de gustos.
Así pues, les transcribo gran parte del texto tal como lo escribió el periodista jerezano, flamencólogo y Director de la Cátedra de Flamencología y Estudios Flamencológicos Andaluces, Juan Franco Martínez, conocido como “Juan de la Plata”, sobre “Pepe Marchena”, en la Revista Trimestral “FLAMENCO”, tal vez la revista de flamenco con más prestigio allá por los años 60:
“... Tampoco me duele decir que las tan cacareadas “Memorias Antológicas del Cante Flamenco” recientemente grabadas por el ‘Maestro de Maestros’ Pepe Marchena, no nos ha gustado nada en absoluto. La casa Belter ha hecho un gran esfuerzo al editarlas, que tememos no tenga toda la compensación que dicho esfuerzo merece. Es una lástima. Los cuatro enormes discos, fabulosamente presentados a todo lujo, no tienen ni pizca de categoría artística.
Pepe Marchena no ha sido jamás maestro de maestros, como el mismo se autorreclama. En cante, jamás pasó de ser un buen fandanguero por todos los estilos. Queremos decir que su voz y su cante, su manera de decir, se adaptan formidablemente, a los estilos de Levante. Y a los ritmos flamencos llamados milongas, columbianas (sic), vidalitas, etc. Pero Marchena no es – nunca lo pudo ser –, un cantaor de seguiriyas y soleares. Los cantes viejos, puros y duros por martinetes y tonás tampoco le van. Ni las alegrías, bulerías, polos y cañas, saetas y demás estilos más o menos grandes y difíciles del escalafón del cante flamenco.
Portada del III disco de Memorias Antológicas
¿Qué Marchena es un buen aficionado? Nadie lo duda. Pero de eso a que Pepe Marchena sepa cantar bien, hay mucha diferencia. Su cante, pese a sus muchos conocimientos y su gran experiencia del mismo, no es ni puro ni flamenco. Entendámonos, no se ajusta a los cánones tradicionales, no es ortodoxo. Así, radicalmente.
Sin embargo, es loable el intento de Pepe Marchena por abarcar todos los cantes en estas memorias discográficas editadas por Belter. Aunque ya sabemos que ‘el que mucho abarca, poco aprieta’. Pero, ahí está el intento y la intención, que debe ser buena. El resultado artístico es ya otra cosa.
Y conste, que nos hubiera gustado mucho poder elogiar estas “Memorias”, tan amplias y generosas. Belter merece el elogio, Marchena, no ¡Qué se le va a hacer!”
Nosotros entendemos que los gustos de Juan de la Plata no fueran los mismos que el resto de media humanidad. El 99 por ciento de los grandes artistas del flamenco desde Chacón, Torre, Pastora…, hasta los más cercanos como Fosforito, Camarón, Chocolate… incluso grandes divos de todos los tiempos como Chaplin, Gardel, Sinatra… y sobre todo los grandes de la guitarra, que profundizan en el flamenco, han reconocido en Pepe no solo un artista, sino un cantaor distinto, un genio, un creador, un precursor que ha tenido infinidad de seguidores, de imitadores… No cabe duda que a cualquiera le puede gustar más o menos, pero habrá que reconocer que el Niño de Marchena, con 12-13 años ya cantaba como la hacían todos los mejores del XIX (aquellos de la Edad de Oro del flamenco).
Pepe fue un virtuoso musical, un innovador, dotado de una garganta prodigiosa que estuvo y está considerado como uno de los más grandes del flamenco de todos los tiempos. Tanto es así, que sigue en la memoria de los aficionados. Por desgracia D. Juan de la Plata hace tiempo que falleció y no podrá leer esto, ¡qué se le va a hacer! Pero, como siempre hemos dicho, a Pepe, estas críticas le preocupaban poco; en cambio, en estas fechas le sobrevendría el gran revés de su vida, una desgracia que jamás olvidaría.