Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 10 de agosto de 2025
Nos adentramos en el año 1964, un año que va a ser crucial para Pepe Marchena, por los acontecimientos que le van a ocurrir y que van a ser significativos en la marcha de su carrera artística a partir de entonces. También el flamenco y los flamencos aprovecharon en este tiempo el tirón del ‘mairenismo’ para acabar definitivamente con los últimos coletazos que estaba dando la Ópera Flamenca. A la par será un año determinante para España y la dictadura franquista, pues hacía ya un cuarto de siglo desde que Franco accediera al poder y se quiso aprovechar el aniversario para convencer a los españoles de que habían sido “25 años de paz” lo que aquel Régimen había traído a España. El mundo seguía dividido en dos grandes bloques unos el capitalista liderado por EE.UU. y otro el comunista encabezado por la URSS.
José Salazar Molina "Porrina de Badajoz"
Nuestro protagonista, Pepe Marchena, presentaba un nuevo espedtáculo: “Alarde Flamenco”, con el patrocinio de los empresarios Juan Carcellé y Arturo Castilla. El cartel estaba formado por más de 50 artistas. El primero en cartel era el cantaor marchenero, seguían Porrinas de Badajoz, Antonio El Sevillano, Los Gaditanos, Rafaela de Córdoba, Gracia de Triana, Luis Rueda (de Marchena), Enrique Orozco, más el cuadro de baile de Fernanda Romero y las guitarras de Pepe de Badajoz y Pascual Moya. El 15 de julio, entre los festejos de conmemoración de los “25 años de Paz”, iniciaron en el Price Hall la gira por Madrid y permanecieron en cartel hasta el 2 de agosto. El resto de ese mes la troupe se movió por Castilla-La Mancha, Región de Murcia, Valencia y Andalucía. Durante todo septiembre actuarían en Cataluña.
Según todas las crónicas y los resultados económicos de los empresarios solo la gira por Madrid y Barcelona fueron rentables. El resto fue un fracaso, en parte por la poca propaganda que se hizo en la prensa y también porque aquellos espectáculos estivales de provincia ya no compensaban aquella desorbitada nómina que los artistas cobraban. Hay que comprender que el cartel era muy cotizado, era muy caro; la troupe la formaban 5 o 6 primeras figuras de las cuales el que más cobraba era Pepe (9000 pesetas diarias), el segundo era Porrinas que cobraba la mitad y los demás otro tanto, aunque muy por debajo de estos.
En dicha gira, como en todas, hubo alegrías, éxitos, fracasos y problemas. Este fue una de las veces en las que la problemática superó todas las expectativas, pues, Pepe Marchena, estaba cada vez más exigente, y tuvo muchas disquisiciones con los empresarios; por ello, Carcellé, comunicaría a su socio Castilla a través de telegramas y cartas su malestar; fueron detalles que recogería el investigador y flamencólogo Blas Vega: “Se ha formado un follón enorme cuando han llegado las facturas de cada uno de los insensatos (refiriéndose a los artistas) empezando por Marchena cuya irresponsabilidad y desfachatez no tiene nombre. Se estaba refiriendo Carcellé a que Pepe, sin permiso de los empresarios, había contratado la publicidad en la prensa, sobre todo en Valencia, lo que había supuesto un enorme derroche”. Seguía Carcellé diciendo: “… creo que se le deben descontar a Marchena aquellos gastos”. Imaginamos la escena, pues en ese aspecto (en la cuestión económica), Pepe, siempre fue muy intransigente y tendría sus más y sus menos con los empresarios.
José Blas Vega, flamencólogo
Como hemos anticipado, 1964, para muchos españoles, fue un año lleno de celebraciones, un año de orgullo y prebendas para los vencedores de la Guerra Civil, que se vanagloriaban y presumían de "25 años de Paz". Periódicos y revistas se hacían eco, era el 25 aniversario de la dictadura de Franco en el poder y, paradójicamente, el régimen sacaba pecho de los logros conseguidos, con un saldo de pobreza alarmante y una emigración devastadora, sobre todo para Andalucía. ¡Menos mal! Se cancelaba la obligación de pagar un impuesto por tener radio en casa. Mas, la televisión se iba haciendo hueco poco a poco en las casas con míticas series como “Los intocables”, Bonanza o “El Virginiano”. En la música triunfaban aquel año los Sirex con la canción “Si yo tuviera una escoba”, aunque la más famosa seguía siendo Marisol y sobresalían grupos como los Brincos, los Bravos y un cantante que sería universal, Raphael.
Mientras eso pasaba en España, en el mundo, la NASA estadounidense lanzaba la Ranger 6, una sonda-satélite que terminaría estrellándose contra la Luna y no pudo transmitir imágenes hasta meses después. El premier soviético Nikita Jruschov (desde Moscú) y el presidente estadounidense Lyndon Johnson (desde Nueva York) anunciaban (con la boca pequeña y simultáneamente) planes para reducir la producción de materiales destinados a armas nucleares. Ese mismo año los países africanos Tanganika y Zanzíbar se unen y forman Tanzania. También, en África, el gobierno racista sudafricano condena a cadena perpetua a Nelson Mandela, líder del Congreso Nacional Africano. El papa Pablo VI condena la píldora anticonceptiva y el presidente de los EE.UU. firma la Ley de Derechos Civiles, aboliendo formalmente la segregación racial en los Estados Unidos, mientras el Ku Klux Klan sigue asesinando a negros. Se produjo un ataque terrorista de la CIA estadounidense contra el barco español Sierra Aránzazu, que transportaba juguetes y alimentos hacia Cuba, y que argumentaron habían confundido con el carguero cubano Sierra Maestra. La CIA indemnizó a la dictadura de Franco con un millón de dólares.
Aquella troupe que dirigían Carcellé y Castilla, ya hemos dicho, llevaba demasiadas figuras artísticas, que se consideraban números uno. Eso llevaría al recelo de unos con otros a la hora de ir situados en los carteles, al momento de cobrar y salir en la prensa. Casi todos los de la Compañía criticaban que Pepe Marchena fuese el único que apareciese en todas las fotos de la prensa anunciando el espectáculo. Carcellé le escribe a Castilla: “Todos tienen envidia y celos y menosprecian el hecho de que Marchena sea el único protagonista, cuando siempre han dicho todo lo contrario”. Sigue Carcellé: “… y Porrinas lo que tiene que hacer es devolver las 27000 pesetas que tiene tomadas a cuenta y otras 2000 de mi bolsillo, esta gente no tiene más que orgullo y odio contra Marchena, pero como todos, están sin dos reales.
M. Rafael Martos Sánchez "Raphael"
Esto no era nada nuevo, la mayoría de los cantaores y artistas siempre se creyeron mejores que el resto, es difícil aceptar como maestro, como primera figura a un compañero; caso extraño fue el de Pepe Marchena, quien durante toda la etapa de la Ópera Flamenca, fue considerado el maestro por sus compañeros y compañeras. Sin embargo, ahora, a estas alturas de siglo, en 1964, cuando ya Pepe ha cumplido los 60, cuando ya el “mairenismo” se estaba consolidando, muchos de aquellos que le admiraban, que le idolatraban, le veían como acabado, como pasado de moda. Eran muchos los que pensaban y en cierta manera así lo expresaban que ya era hora de que el cantaor marchenero dejara el paso a los jóvenes que venían empujando. Es cierto que amor y odio, admiración y aversión van de la mano y muchos de aquellos que le debían tanto, pues una gran mayoría habían debutado y comido gracias al “maestro”, ahora renegaban de él. En cambio, Pepe – narcisista, presuntuoso hasta el final de sus días – jamás aceptaría ser relegado en los carteles, en la prensa o en cualquier medio de difusión por algunos de sus compañeros. Pepe, esgrimía sus argumentos: era mejor conocedor de los cantes que todos los que pretendían desbancarle, tenía más nombre y seguía teniendo mejores evidencias de afinación y modulación que la mayoría a pesar de su edad; eso sin hablar de personalidad, carisma y el favor del público.
El mismísimo Carcellé, dirigiéndose a Castilla, reniega de Marchena y le comunica que el haberle contratado había sido un error. “Pensábamos que Marchena estaba vivo”, (se estaba refiriendo a que Marchena como artista estaba casi acabado), “… quizás, con Porrinas de cabecera y algunos menos de los que llevamos nos hubiera ido mejor, hubiéramos tenido menos riesgo y las Empresas nos hubieran contratado igual”.
Qué equivocado estaba Carcellé, la prensa seguía poniendo con letras mayúsculas el nombre de Marchena y a la hora de llevar a sus páginas las crónicas del espectáculo siempre ponían como sobresaliente a Pepe Marchena; así lo decía el Correo Catalán el 8 de septiembre de 1964:“… anoche, el maestro de maestros Pepe Marchena, estuvo pletórico de facultades, con ritmo justo, precisa entonación; todo ello sin esforzarse lo más mínimo ni con la voz ni con el gesto”. De los demás casi no había reseña.
Marchena con el guitarrista Pepe Martínez
Sin embargo, esta solo era una pequeña batalla que libraba Marchena con sus compañeros de troupe. Su guerra se mantenía frente a los neoclásicos, contra el mairenismo…, Pepe continuaba siendo denigrado por los nuevos intelectuales e ideólogos, empeñados en enterrar la Ópera Flamenca, por quienes reivindicaban el rasgo ‘gitanista’ y una supuesta ortodoxia que principiaran, entre otros, Ricardo Molina y Antonio Mairena. En la misma tesitura que Marchena se encuentran Caracol, Valderrama, Vallejo…, como sabemos, a unos más y a otros menos, les costará renegar de aquella forma de expresar el flamenco que les había dado de comer durante décadas y poder subir al carro del nuevo flamenco.
Como sabemos ahora empiezan a brillar aquellos cantes que habían estado relegados al olvido, tildados como cantes gitanos y que rara vez sonaban en la discografía como las seguiriyas, soleares, cañas, tangos, tonás… y los cantes livianos (fandangos, cantes de ida y vuelta, canciones aflamencadas…), que tanto lucieron en la etapa de la Ópera Flamenca ahora pasaban a un segundo plano.
Como dijimos, desde la Antología de Perico el del Lunar (1954) y el I Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba (1956), todo aquello empezó a cambiar..., ya hacía 10 años de la mecha neoclásica. Sin embargo, no era tan fácil enterrar a Pepe Marchena. Ya dijimos que él mismo había sentenciado un más de una ocasión: “… la gente no viene a escuchar soleares, seguiriyas, tonás, o cualquier otro cante, la gente viene a ver y escuchar a Pepe Marchena”.
Y aunque parezca mentira era así, Pepe a lo largo de su vida había cambiado de estilo en varias ocasiones; aunque, fuera de los escenarios, con sus amigos, en reuniones privadas seguía demostrando su saber flamenco, su conocimiento de lo jondo. En los escenarios le daba al público lo que le demandaba, aquello que quería escuchar; por ello, el cantaor de Marchena, se había mantenido en lo más alto a lo largo de tantos años. Pero esto, para Pepe, a estas alturas de su vida, era “peccata minuta”, todo eso sería capaz de solventarlo. La mayor desgracia para el cantaor marchenero estaba por llegar y a Pepe le cogería actuando por Cataluña.