Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 25 de mayo de 2025
Ya hemos comentado que desde 1956, desde que se fraguara el I Concurso Nacional de Cante Jondo de Córdoba, el mundo del flamenco había tomado otro rumbo; aunque, desde hacía varios años (finales de los 40), hubiese escarceos, amagos por parte de algunos amantes del flamenco que pusieron cara a cara el marchenismo contra el flamenco heredado del XIX, al que consideraban un flamenco “más clásico, más puro, más ortodoxo”. Debemos considerar, pues que a partir de mediados de los 50, una pléyade de, entonces, jóvenes intelectuales, investigadores del flamenco, creyeron que la deriva que había tomado lo ‘jondo’(aquel ancestral ‘quejío’ de dolor y pena que rezumara lo primitivo de la toná, la caña, la debla, la seguiriya e incluso la soleá; o aquel desparrame alegre y fulgurante que tenía la bulería, el tango y cantes de Cádiz, junto al sentir desolado de los cantes mineros), no podían ser solapados, en el mundo flamenco, por aquel otro “flamenco” menos conspicuo, lleno de filigranas y florituras, que ocultaba su valor ancestral identitario.
El cantaor Antonio Ortega "Fillo"
Había que acabar con el fandanguismo, con aquel flamenco coplero, de recitados y cuplés, de cantes livianos y profundizar en lo jondo; había que ahondar en los albores del ‘quejío cavernario’, en los palos ancestrales que “supuestamente” elevaron desde oscuridad de la cueva el de la Juliana, Juanelo, el Planeta, el Fillo, El Cautivo… Había que seguir la línea, también “supuestamente”, que marcaron los Nitri, Silverio, Loco Mateo, Curro Dulce, José de Paula, Manuel Molina, Enrique el Mellizo y un largo etcétera, seguidos de cerca por los grandes de la Edad de Oro Flamenca con Chacón, Torre, Frijones, los Pena, los Medina, los Pavón… y el propio Marchena en su juventud. La idea generalizada de aquellos dirigentes flamencos que se erigieron en adalides de la herencia flamenca estaba en la línea de esa pureza que ellos impusieron y que lideraron: los Félix Grande, Fernando Quiñones, José Manuel Caballero Bonald, García Ulecia, Ricardo Molina y muchos más, que no veían plausible el flamenco que enardecían Marchena, Valderrama, Pinto, Angelillo, Antonio Molina…, hasta el mismísimo Caracol se había apuntado al carro del flamenco-teatro, con el que cosechaba éxito tras éxito, ora con Lola Flores ora con su propia hija Luisa Ortega.
Que estuviesen acertados o no lo diría la historia, pero en aquellos momentos proferían un daño contra Pepe Marchena, contra sus seguidores y adláteres de la Ópera Flamenca, que difícilmente podría ser reparable. Su empeño por volver a lo clásico daría pronto sus frutos y en poco tiempo lograron cambiar el gusto de la gente y el sentir flamenco daría un giro total. Fueron dos-tres décadas – hablamos desde mediados de los años 50 del siglo XX –, en los que se libraría una guerra encarnizada, entre los que querían volver a lo clásico y los que estaban acomodados en la copla, en el cuplé-flamenco, que seguirían unos años más llenando grandes aforos. Fue una etapa en la que proliferarían los festivales, se crearon peñas flamencas, revistas y círculos flamencos…, hasta finales de los 70 con la irrupción de un flamenco mucho más moderno.
Juan M. Ramírez "Chano Lobato"
Los flamencólogos de entonces, González Climent, Juan de la Plata, Manuel Ríos, Ricardo Molina, Caballero Bonald, Moreno Galván…, en tropel, unidos a grandes intérpretes: los Mairena, Juan Talega, Fosforito, Agujetas, Terremoto, Mojama, Sordera…, “retomaron” el flamenco de sus abuelos. Por otra parte, Perico el del Lunar, logró convocar a Pepe de la Matrona, El Gallina, El Flecha, Paco el Gasolina, Chano Lobato, el de los Lobitos, Pericón, Niño de Almadén y muchos más y se pondría en el mercado aquella extensa grabación de los cantes clásicos y, de paso, se intentaba desbancar aquel pseudo flamenco que durante más de 30 años había “manchado” las gloriosas páginas de la pureza flamenca. Se culpaba a Marchena de haber desprestigiado e incluso desacreditado nuestro valioso arte. Nadie reparaba, nadie recordaba ya la miserable vida que habían vivido los flamencos hasta la irrupción de Pepe y sus seguidores, nadie se acordaba de la vejación a la que estuvieron siempre sometidos, al capricho de ‘señoritos’, a la prostitución que sufrió del flamenco. Ahora, todos se sentían valedores para denigrar la Ópera Flamenca, ahora todos olvidaban los esfuerzos y el empeño que puso Marchena para conseguir que las grandes masas de público asistieran a espectáculos flamencos; lo que luchó Marchena por sacar de aquel letargo un arte que era de minorías. Ya nadie recordaba que el flamenco se vistió de gala, subió a los mejores escenarios de los teatros de medio mundo gracias a la corriente que bebió en la fuente de aquel chaval marchenero que consiguió elevar al flamenco desde la oscuridad de la cueva, del candil de los tugurios, a los focos y las bambalinas en los grandes recintos de París, Nueva York, Buenos Aires…
En pleno 1958 los caminos de lo ‘jondo’ marchaban en sentido distinto al que marcaban Caracol, Juanito Valderrama, Pepe Pinto y sobre todo el culpable de todo aquel despropósito que había sido la Ópera Flamenca cuyo indiscutible rey había sido José Tejada “Pepe Marchena”. Aun así, una gran mayoría de los públicos, tal vez los menos entendidos, o quienes gustaban de un flamenco menos encorsetado, seguían asistiendo, llenando plazas de toros, completando el aforo de muchos teatros y cines de verano. Fueron unos años de transición en los que, la mayoría de los que gustaban del flamenco más ortodoxo, estuvieron dubitativos, sin saber en qué lugar de la balanza colocarse.
Rafael Salazar "Calderas de Salamanca
En medio de aquellas controversias, Marchena, seguía estando en el ojo del huracán, a pesar de que él no entraría nunca en ese tipo de polémicas: “Su aptitud y actitud como caballero estuvo siempre por encima de las huestes clásicas que le incitaban”. Antes, durante y después de todo aquel movimiento revolucionario todos habían reconocido y habían de reconocer el valor de su aportación al flamenco, su forma de cantar, su magisterio y sobre todo su carisma como persona y cantaor. Ya, un clásico como Fernando el de Triana diría de él en los años 30: “… hace Marchena del fandango verdaderas filigranas, y como le echa más salsa que otros, resulta que sus fandangos son los más clásicos y difíciles; además, cuando quiere, hace cosas tan bonitas que agradan a los más contrarios del cante modernista”. La mismísima Carmen Amaya, durante la década de los 40, se propagaba en elogios hacia el marchenero: “Marchena es el faraón del cante, merecería ser gitano”.
Antonio Núñez “Chocolote”, un cantaor clásico, serio donde los hubiera, comentaría en más de una ocasión el valor para el flamenco que supuso Marchena: “Pepe Marchena, ha sido, en aquella y en esta época una gran figura, que ha sostenido la categoría del cante flamenco. Sus condiciones de voz (sin ser de rasgos gitanos) le valió para cantar redondo y bien todo. Él fue quien subió la cotización de los que estábamos en esto”.
Y Pepe no iba a cambiar, el genio de Marchena tenía clara su forma de ver y construir el flamenco: “La caña, por ejemplo, que es un cante madre por excelencia, pero rudimentario, hay que suavizarlo, endulzarlo, pulirlo, para que sea aún más hermoso”, un cante que cantaba a su manera y explicaba con estas palabras, en aquellas lecciones magistrales que solía departir. Empero, ¿Qué hacían el resto de seguidores, se apuntaban a la nueva corriente neoclásica o seguían con sus cantes de ida y vuelta, sus fandangos, sus coplas aflamencadas? Hablamos de cantaores como Rafael Farina, su hermano Calderas de Salamanca, Canalejas de Puerto Real, Porrina de Badajoz, Antonio El Sevillano, el propio Juan Valderrama, Pepe Pinto, Palanca… Artistas que dominaban casi todos los palos flamencos, que se habían criado y mantenido durante la Ópera Flamenca, pero entendían que el gusto de la gente estaba cambiando, iba por otro lado.
Pepe Marchena, años 50
El 24 de septiembre de 1958, se inauguraría la Cátedra de Flamencología de Jerez. Sus fundadores fueron Juan de la Plata, Manuel Pérez Celdrán, Manuel Ríos Ruíz y Esteban Pino Romero. El fin de esta fundación era el estudio, investigación, conservación, promoción y defensa del flamenco. Es algo que nos parece loable para su continuidad; sin embargo, en ningún momento se contaría con Pepe Marchena, parecía que había que borrar de la historia del flamenco una etapa ignominiosa, que al parecer no había tenido nada positivo para el flamenco y, por tanto, aquellas décadas (desde el periodo que va de 1925 a 1955), debería ser olvidada. Juan de la Plata, en la revista “Flamenco”, escribiría una crónica sobre las Memorias Antológicas de Marchena (1963), de la que reproducimos algunos párrafos: “… las tan cacareadas “Memorias Antológicas del Cante Flamenco” recientemente grabadas por el ‘Maestro de Maestros’ Pepe Marchena, no nos ha gustado nada en absoluto. Los cuatro enormes discos no tienen ni pizca de categoría artística. Pepe Marchena jamás pasó de ser un buen fandanguero por todos los estilos. Su voz y su cante, se adaptan formidablemente, a los estilos de Levante, y a los ritmos flamencos llamados milongas, columbianas (sic), vidalitas, etc. Pero Marchena no es – nunca lo pudo ser –, un cantaor de seguiriyas y soleares. Los cantes viejos, puros y duros por martinetes y tonás tampoco le van. Ni las alegrías, bulerías, polos y cañas, saetas y demás estilos más o menos grandes y difíciles del escalafón del cante flamenco. ¿Qué Marchena es un buen aficionado? Nadie lo duda. Pero de eso a que Pepe Marchena sepa cantar bien, hay mucha diferencia. Su cante, pese a sus muchos conocimientos y su gran experiencia del mismo, no es ni puro ni flamenco. Entendámonos, no se ajusta a los cánones tradicionales, no es ortodoxo. Así, radicalmente. De estas “Memorias”, tan amplias y generosas, la casa Belter merece el elogio, Marchena, no”.
Nosotros entendemos, que Juan de la Plata, que en otras ocasiones, alabaría la labor que hizo Pepe Marchena, en esta se equivocaba o no habría tenido la ocasión de escuchar las grabaciones de los inicios del cantaor marchenero. Tal vez, tampoco estuviera en contacto con él para conocer el magisterio que desarrollaba Pepe acerca del flamenco. Más adelante traeremos las opiniones de guitarristas, entendidos y otros profesionales del flamenco para dar cuenta del error que, para nosotros, cometió Juan de la Plata.