Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 30 de marzo de 2025
Pepe es un hombre maduro, cumple 50 años a finales de 1953 y viene de vuelta de todo; Sigue siendo fiel a sus principios, lo da todo en los escenarios, tiene siempre preparado un discurso ante la prensa a la que alimenta con noticias relevantes y prometedoras. Sigue fomentando las amistades por donde quiera que se mueve, para ello no escatima en dejar un reguero de propinas por donde pasa: casinos, hoteles, restaurantes…, a la par que nutre a cuponeros, loteros, taberneros, kiosqueros, limpiabotas…, él sabe que estos son los máximos exponentes de su propaganda, ellos se mueven entre gran cantidad de público a diario y no paran de exaltar las bondades y excentricidades del artista marchenero, su amabilidad, su derroche..., su clase. Sin embargo, en Marchena no tiene casa propia, vive de alquiler y está intentando finiquitar las obras de su finca en el paraje de Cañaveralejo, una parcela de unas cuatro hectáreas, donde piensa establecerse tras sus giras y en su retiro, compartiéndola con Isabel y con su hijo; ya tiene colocada la reja de entrada con el nombre de Piki.
Reja, entrada finca Pepe Marchena
Entre Puebla de Cazalla y Marchena, Pepe, diseña su casa, la engalana con caprichos, a su estilo, con azulejos a estilo oriental, suelos multicolores, rejas personalizadas con los nombres de Isabel, Piki y Pepe, una piscina de forma sinuosa, imitando la curvas de la sonanta, merenderos… Mientras, el mundo se encuentra en un momento difícil, las dos grandes potencias, EE.UU. (capitalismo) y la Unión Soviética (comunismo), mantienen un pulso político, económico y armamentístico que arrastra al resto de las naciones. En Rusia, Stalín, había muerto en marzo de ese año y parecía que aquel “régimen de terror” finalizaría con la elección de Nikita Jrushchov como secretario general del Comité Central del Partido Comunista ruso. Por su parte, Estados Unidos, se preparaba para establecer bases en Europa y poder dominar el resto del mundo. España era uno de los objetivos del nuevo presidente D.D.“Ike” Eisenhower, que aprovecharía las estratégicas bases aéreas de Morón de la Frontera y Torrejón de Ardoz, que ya estaban diseñadas antes que se les concediese a los americanos. Desde hacía una decena de años (1940-42), el gobierno de Franco había llevado a cabo las expropiaciones, el desbrozado, allanado, vallado…, de dichos terrenos y miles de obreros trabajaban en el proyecto…
En nada, cuando EE.UU. decidiera ubicar allí sus bases, se harían el resto de necesidades como pistas, carreteras, edificios e incluso se instalan las primeras emisoras de radio con FM, lo que daría lugar a la entrada de las músicas americanas como jazz, country, rock… Igualmente, se aprovecharían los aeródromos de Sanjurjo y Valenzuela, ambos en Zaragoza, que venían funcionando desde hacía más de 20 años, para que las fuerzas aéreas de los EE.UU. ubicaran allí también parte de su aparataje de aviación. Muchos españoles, entonces, no estuvieron de acuerdo con aquella “imposición” de los americanos, sobre todo aquellos de los alrededores como por ejemplo los de Arahal, Marchena, Utrera…; pues, los situaban en primera línea de peligro en caso de un conflicto bélico; todavía, cada año, se sigue haciendo una manifestación por parte de algunos partidos políticos en contra de la usurpación americana; pero, la cuestión, entonces, estaba decidida.
Base aerea de Morón de la Frontera
Estamos a finales de 1953 y Pepe acababa de hacer una gira por casi toda España representando la obra titulada “Así se canta”. Según los elogios que le dedicaran la prensa y lo que él mismo expresaría a los cronistas de entonces, el espectáculo, a lo largo de aquellos tres-cuatro meses, había sido todo un éxito. A finales de verano, Pepe, aprovecha y vuelve a Marchena y, una de aquellas noches que visitaba los casinos de los alrededores, siempre en el taxi de Pepe Morilla, seguramente acompañado por su representante Azuaga, hicieron una parada en el bar Central de Puebla de Cazalla. Allí, un joven de 27 años, empresario de cines (Marchena, Puebla de Cazalla, Gilena…), gran aficionado al flamenco, conocería por primera vez a Pepe Marchena. El motivo fue que, el cantaor marchenero, quería actuar en La Puebla y llamaron a Miguel para ver si podía hablar con él y llegar a un acuerdo.
El encuentro no pudo ser más impactante para ambos: Pepe Marchena reconoció en Miguel un valor y un arrojo como pocos, pues, no esperaba encontrar un empresario tan joven y decidido. Para Miguel, estar con Pepe Marchena, fue como encontrar a su ídolo, estar con el artista que más admiraba, una figura mundial que le abrazó y se puso en sus manos para que le contratase y poder actuar en su cine de Puebla de Cazalla. Para Miguel Morilla, aquello fue el culmen de sus aspiraciones. Pero, de aquella primera entrevista, no solo saldría un contrato laboral, sino que surgiría una amistad que duraría a lo largo del resto de la vida de Pepe Marchena. Sabido es que el “maestro” marchenero era muy querido en la Puebla, al igual que en los pueblos de los alrededores, donde mantenía una larga lista de conocidos y seguidores.
La Niña de Antequera, cantaora
Firmaron un contrato y, Pepe, actuaría en el cine de verano de Puebla durante dos noches, con un gran éxito y un lleno de público al completo. Miguel estaba desbordado por la admiración que la gente sentía hacía el artista y así contaba sus primeros contactos, que podemos conocer gracias al periodista y flamencólogo Gonzalo Rojo que le entrevistó: “Pepe actuaría en varias veces en los cines de invierno y verano de Puebla de Cazalla. La última vez fue en el de verano durante la feria de 1957. En aquella ocasión, creo recordar que fue una de sus actuaciones más completas, cuando, la Niña de Antequera, cerraba la primera parte del espectáculo, después de haber cantado Pepe Marchena. Esta, se dirigió al público diciendo: Buenas noches, señoras y señores, a mí me corresponde cerrar detrás de este monstruo y tanto yo como los artistas que quedan por cantar, después de cómo él ha cantado, lo que nos queda es barrer el cine del señor Morilla” Aquella noche aún quedaban por cantar Pepe Pinto, Farina, La Niña de la Puebla, Canalejas, el Sevillano…"
A partir de estas fechas, Miguel Morilla, no cejó en recopilar datos, carteles, anécdotas, recortes de prensa, vestuario, calzado, gorras, gafas…, de Pepe Marchena, llegando a ser la persona que más material de recuerdos del cantaor marchenero ha logrado recopilar y conservar (de eso hablaremos en un apartado exclusivo). Además, cada vez que Pepe venía por Marchena para visitar a su familia tras una gira, se acercaba a ver a Morilla a la Puebla de Cazalla y echaban el día con sus respectivas familias.
Pepe confiaba mucho en aquel joven, al que admiraba y no solo se ponía en sus manos para llevar a cabo espectáculos, sino que compartían cosas cotidianas; pues, Morilla en más de una ocasión le solucionaba problemas en la construcción de su casa de campo, le resolvía asuntos económicos… Los hijos de Morilla (Miguel y Pilar de los que hablaremos más adelante), fueron como parte de la familia de Pepe Marchena, pues los vería crecer desde muy pequeños y compartiría con ellos muchos momentos; les tuvo siempre un cariño desmedido.
Pepe con Miguel Morilla hijo
Vamos a pararnos aquí para dedicarle unas líneas a uno de los emprendimientos en la vida de Miguel, que fallecería a la edad de 98 años, el pasado 2024 y que hemos entresacado de una entrevista que le realizó José Manuel Galindo Iglesias: “… Miguel regentó negocios de toda índole por los pueblos de alrededor, espectáculos, cines y otros. En pueblos como Marchena, las películas fueron prácticamente la única opción para el ocio. Por ello, emprendedores como Morilla, apostaron por una industria novedosa y regalaron a sus municipios interminables tardes y noches de entretenimiento. Cuenta que su primer cine fue en su Puebla natal. Cine que compró con sus hermanos, que luego se retiraron, quedando solo él. Aquel cine se llamó Victoria, algo común tras la Guerra Civil (recuerden, la “Victoria de Franco”)”. Continúa Galindo: “Después, Morilla, expandiría su negocio de cine a Marchena, en sociedad con Enrique García de Vinuesa que vivía en calle Santa Clara y cuyo cine, también llamado “Victoria”, estaba detrás de su vivienda (hoy calle García Gascó). Como todavía no existía el aire acondicionado, había cines de verano y de invierno; en Marchena, ya estaba el Planelles, propiedad de Paco Jiménez, que además contaba con el cine de verano, el “San Francisco”, ubicado en la calle homónima”. “Nuestro protagonista, para promocionar su cine, utilizaba la megafonía instalada en su coche y los rollos de películas se lo enviaban desde Sevilla en los autobuses debiéndolos comprar por grupos si quería algún estreno. El cine en los pueblos era un entretenimiento para las clases medias y bajas, que Morilla fue combinando con algún teatro, o festival de cantaores flamencos. Pero, el negocio no estaba solo en la proyección, también, la venta de refrescos, de agua y sobre todo de pipas, aumentaba las ganancias. Apunta Morilla que, hasta los años 70, los impuestos eran altos y la censura era muy dura por parte del Régimen Franquista que, durante los primeros años, ejercerían los párrocos de los municipios; pues, eran los que daban el visto bueno, sobre todo en las películas del ‘matiné’, supuestamente dedicado a los más jóvenes”. Según Galindo, Morilla concluye diciendo: “El cine en los pueblos murió por la televisión, la mejora en las carreteras y el Seat 600”
Este es el joven que conoce a Pepe y que estará pendiente de sus giras, de sus viajes, de su vida personal… Un Miguel Morilla que, cada vez que, el cantaor marchenero, vuelve por estas tierras, se acerca a la Puebla y se apoya en Miguel para hacer las obras de adecentamiento, piscina, vestuarios, casa, pozo, arboleda…, de aquella finca que aún sigue allí, ubicada a unos 200 metros de la “Autovía 92” (antigua N-334) en dirección Sevilla-Antequera, km 53’5. Es raro que Pepe pudiese disponer de fondos suficientes para realizar la compra y las obras necesarias para construirse su retiro en la “Finca PIKI”; pero, según Miguel Morilla: “Aquello fue posible porque, Pepe, no paró de trabajar, estuvo durante meses haciendo funciones en varios lugares de España y no le dio tiempo a gastar el dinero, como hacía siempre; en otro caso, no hubiese terminado las obras”