Anecdotario Flamenco: V

Eduardo Ternero - domingo,  11 de septiembre de 2022

A veces pensamos que, a esos grandes maestros de la guitarra, el éxito les ha venido  como una ciencia infusa. Sin embargo, el aprendizaje de la sonanta, de la “diosa” de las seis cuerdas – como de casi todos los instrumentos  musicales –, requiere mucho estudio y mucha dedicación, solo para llegar a manejarlos; no digamos para llegar a ser un maestro o un genio. Entendemos que, casi todo lo que se consigue en este mundo es a través del esfuerzo; independientemente de las capacidades que tenga cada uno, de la genética, de los mecenas o padrinos que le apoyen…, pero sobre todo del trabajo diario, de la constancia y de hacer aquello con lo que se disfruta  y en lo que se debe poner el 100 % de los sentidos para conseguirlo.

El padre de Manolo Sanlúcar, Isidro Muñoz,  iba a Jerez en bicicleta para aprender a tocar la guitarra con Javier Molina, el guitarrista de Chacón. Pero, su mayor empeño era que sus hijos aprendieran a tocar la guitarra y así sería; Manuel Muñoz Alcón, “Manolo Sanlúcar”, con 8 años, ya acompañaba a reconocidos cantaores de su entorno. El Pinto se enteró  y lo mandó llamar para conocerlo, pero la Compañía de Pastora y su marido estaban de descanso y mientras tanto lo contrataría Pepe Marchena. Tenía trece  años, cuando, Manolo Sanlúcar, uno de los mejores guitarristas que ha dado la historia, comenzó una carrera que ha durado toda una vida sin dejar de aprender y de luchar. Lástima que no le hayan reconocido su labor en vida. Como dice Juan Imedio; “Cuando yo muera, no me hagan nada, que yo no voy a estar”.

Antonio Mairena y Chocolate actuaron juntos una noche en la localidad sevillana de Villanueva del Ariscal. Acabado el recital de ambos. Chocolate le dijo a Mairena: “¿Antonio, cerramos la noche con una tanda de fandangos, eso es lo que más gusta por aquí?” A lo que Mairena contestó: “Siendo los dos gitanos,  estamos obligaos a cerrar por tonás, martinetes, deblas…” Chocolate, respetuoso con la sabiduría del maestro asintió. Mairena, entonces, se lo comunicó al público, que empezó a protestar, a tirarles botellas y zapatos al escenario. Chocolate cuenta que tuvieron que salir “pitando” y que Mairena le grito al salir: “El último que cierre la puerta”… Chocolate, con su humor negro, remataría diciendo: “No paramos de correr  hasta llegar al pueblo de Olivares”.

Carmen Amaya

Farruco

Carmen Amaya, tal vez la mejor bailaora de la historia, gustaba tanto en Estados Unidos que recorrería muchos de los escenarios norteamericanos a lo largo de su vida. Una vez actuó en la Casa Blanca ante el presidente Roosevelt que, ante el enorme espectáculo que dio y lo que le gustó la gitana catalana bailando, le regaló una chaquetilla bordada de diamantes y rubíes. Carmen, que como todos sabéis había sido muy pobre y no ansiaba nada, en cuanto llegó a su hotel, en  la ciudad de Washington, le arrancó todas las piedras preciosas   a la chaquetilla y las repartió entre los miembros de su compañía.

Antonio Montoya Flores, Farruco,  tuvo una vida azarosa, llena de altibajos, de accidentes familiares; pero, subiría a la cumbre del éxito y sería reconocido como uno de los mejores bailaores de la segunda mitad del XX… En el año 1955, haciendo una gira – con el ballet de Pilar López ,por Reino Unido –, actuaría  en el Palace de Londres, ante decenas de miles de ingleses,  y  obtuvo tal éxito que se descorrieron dieciocho veces las cortinas a petición del público que no paraba de  ovacionarle. Él, que no daba valor a nada (pues, se sintió siempre como un nómada),  seguramente comentaría: "¿Se le han  roto los muelles a las cortinas?”

Pepe el de la Matrona

Corría el año 1971, cuando el mundo del flamenco tuvo a bien hacerle un merecido homenaje sorpresa a José Núñez Meléndez, “Pepe el de la Matrona”, que por aquellas fechas cumplía 84 años y tenía graves dolores de gota. Uno de los que acudió, aunque ya estaba muy enfermo, fue Melchor de Marchena; pero,  todavía era capaz de tocar la guitarra, sobre todo para los amigos. Pepe el de la Matrona, que vivía con su hija, cuando recibió la noticia de que asistiera, pensó que, como otras veces, sería para alguna juerga, para un festival… Así que cuando le subieron al escenario, con las piernas vendadas, se dirigió al público y exclamó: “Perdonen que no me levante” (igual que pusiera Groucho Marx en su tumba), pero me han dicho que tengo la gota; con la ‘jambre’ que he ‘pasao’  y me ‘viá’  morí con la enfermedad de los reyes.” 

Decirles que Paco de Lucía era un personaje extraño, no les llamará la atención. Todos sabemos que no daba importancia a los grandes eventos y, sin embargo, las pequeñas cosas de la vida las vivía con pasión. Por ejemplo, caminar por la playa, admirar una flor, observar una puesta de sol… eran para él algo idílico, comparable a tocar en el Madison Square Garden. También, era un comensal agradecido, le gustaba mucho comer y solía comentar, en la mesa, las cosas más atípicas que le ocurrían en sus giras… Cuentan que un día en una cena decía algo cabreado: “Vengo de Rusia y he visto un ruso de veintitantos años que toca la guitarra de maravilla. Además, el tío se ha puesto en los carteles  “PACO DE RUSÍA.” Pero lo que más me cabrea es que el tío tiene una mata de pelo que da una envidia.”

Manuel Vallejo

En la década de los 50, cuando ya Manuel Jiménez Martínez de Pinillos, conocido como “Manuel Vallejo” para el mundo del flamenco, estaba muy mayor y casi retirado de los escenarios, fue contratado en la compañía de Naranjito de Triana para cantar en el Viso del Alcor. Como no había camerinos en el local, los enviaron a cambiarse a un local cercano, a una funeraria. Vallejo, desconociendo el lugar y siendo como era – el más supersticioso del mundo –, cuando bajó al sótano y vio los ataúdes, salió corriendo, escaleras arriba y maldiciendo a Naranjito y a toda su familia, jurando y perjurando que jamás volvería a aquel pueblo. 

Ya hace muchos años, el genio de la guitarra Agustín Castellón Campos, “Sabicas”, ofreció un recital en Madrid. Días después lo haría igualmente Manolo Sanlúcar. Manolo, que vio en las primeras filas de la sala a su amigo y compañero Paco de Lucía, se dirigió al público y le pidió un aplauso diciendo: “Pido un fuerte aplauso para el guitarrista más grande de la historia, que hoy está entre nosotros”, conociendo la humildad de Sanlúcar, era normal esta manera de actuar, reconociendo el valor de Paco. Después, cuando terminó el recital, Manolo Sanlúcar se fue a una taberna cercana donde le esperaban  Pepe y Juan Habichuela, Serranito, el marido de Manuela Carrasco y Paco de Lucía para tomarse unas copas y hablar un rato. Al entrar en el local se acercó Paco de Lucía y le dijo: “Manolo,  ha pasado una cosa muy grave, ¿tú sabes que en la sala donde actuabas, al final estaba Sabicas?” Manolo, se puso blanco y, a la mañana siguiente, buscó una floristería en Madrid y le envió un ramo de flores a Sabicas con la siguiente nota: “Perdone usted, maestro.”

LIBRO: “El flamenco en su raíz” de Arcadio Larrea Palacín

Manuel Vallejo - Fandangos: Yo No Me Hubiera Perdio / Ruégale a Dios por Salud - Guitarra: Manolo "El de Huelva"

Pepe Marchena -(Fandangos)