Anecdotario Flamenco II

Eduardo Ternero - domingo,  5 de junio de 2022

Mientras vamos preparando artículos sobre ilustres paisanos marcheneros, que se han dedicado al flamenco, iremos entremetiendo algunos artículos como este sobre anécdotas acaecidas  en el mundo del flamenco.

En la tacita de plata, a finales del XIX, vivió un diputado a Cortes y senador del Reino,  Rafael de la Viesca y Méndez, fue abogado, político y escritor  nació en Cádiz en 1861 y falleció en 1908. Este hombre fue senador y ​ director general de Agricultura, subsecretario del Ministerio de Hacienda, presidente del Ateneo, del casino gaditano y fundador del diario La Dinastía. En aquel Cádiz bullicioso, con ganas de fiesta y carnavalesco, sobresalía este hombre de aspecto lacio, por su seriedad y su  poca gracia. Un día, saltó a la prensa una noticia: “DON RAFAEL DE LA VIESCA Y MÉNDEZ, dado su garbo y su prodigiosa voz, ha dado un cambio radical a su vida: deja todos su cargos en la política y se dedicará por entero al cante flamenco.  Ni que decir tiene que en Cádiz se formó un revuelo y las chanzas y el cachondeo ocuparon los días que duró el que la gente se diera cuenta que había sido un bulo por  la celebración del día de los Santos Inocentes. 

Rafael de la Viesca 

Pedro Martín, “El Chato de las Ventas”  fue un  cantaor madrileño  que se hizo famoso, gracias a su sentido del humor. Durante la Guerra Civil  creo letras satíricas  sobre todo en contra de los rebeldes, de la iglesia, de Franco… Cantaba por fandangos, tanguillos o caracoles y sobre todo una malagueña parecida a la de la Trini, con brillante gracia y comicidad. Terminada la guerra, El Chato fue detenido en Cáceres y condenado a muerte por los franquistas (no le perdonaban sus burlas). La noche previa a su ejecución y a consecuencia de una crisis de miedo insuperable, el cantaor sufrió un colapso y murió. Pero lo más sorprendente, según los testigos que recogieron el cadáver,  era que el cabello, que lo tenía negro por completo, se le volvió completamente blanco en tan solo una noche.

 Antonio Núñez “Chocolate” siempre fue una persona sería y respetable en su trabajo como cantaor. Siempre defendió la pureza y la dignidad que debía tener el flamenco. Una vez, en Marchena, fue contratado en el cine Planelles y asistieron unas treinta personas. Así que Chocolate, en lugar de apesadumbrarse les dijo a los asistentes. “Señores, ahora que estamos entre amigos, vamos a disfrutar…” y estuvo, hasta bien entrada la madrugada, deleitando a los que gustaban de su cante. Otra vez, estando en un bar de la Alameda, entraron unas “niñatas”, perjudicadas por “el peleón” y  burlándose le gritaron ¡¡Chocolate, cántate algo!! Antonio de manera educada, erguido, con dignidad y mirándolas con desprecio les soltó: “¿Luego dicen que soy raro…?, es que uno es muy delicado” 

En el concurso Cante Jondo de Granada (1922) aquel que ganaran el Tenazas y Manolito Caracol (con 13 años) y en el que ambos causaron admiración en sus formas de expresar lo jondo  (uno por viejo y otro por joven), también apareció la figura de una gitana,  llamada “La Golondrina”.  Les cuento: Chacón acababa de deleitar al público con unas soleares del Mellizo acompañado por Ramón Montoya. A eso que “La Golondrina”, que estaba entre el público se subió al escenario y  le dice a Ramón “¡niño sigue por ahí!” y Montoya ante aquella anciana, mal vestida y aparentemente desequilibrada siguió tocando. De repente aquella mujer de 80 años se transformó, se irguió como una escultura y empezó a mover los brazos y las piernas de tal manera que un profundo silencio y un escalofrío recorrería a los asistentes que se impregnaron tocados por el duende. Dicen que a Chacón le temblaban los labios, y Antonia Mercé “La Argentina”, embobada y embrujada,  decía  ¿si yo fuese capaz de causar esa emoción en la gente…? 

Antonia Mercé “La Argentina” 

La reina María Luisa de Orleans, casada con el inútil rey  Carlos II aprendió a bailar la zarabanda y seguramente otros bailes en Granada, cuando entonces el baile de la chacona,  la mosca , la cachucha,  el zorongo y otros estilos solo lo bailaba la clase baja. En una ocasión, allá por el 1680  en una fiesta dada por D. Pedro de Aragón, la reina, por  los efluvios del vino se puso a bailar  una zarabanda y todos quedaron admirados por aquel baile gitano del Sacromonte.  El pálido rey quedó tan perplejo que se fue hacia ella, y con la gracia y el “ange” que le caracterizaban le dijo: “…mi reina eres la más perfecta del orbe”. El pobre rey  era tan torpe que no sabía tocar las palmas ni para llamar al camarero. 

En España siempre se ha distinguido entre danza (baile de las altas clases sociales) y baile (lo que gustaba al pueblo llano). Durante el XIX, El baile seguiría estando  criticado por las clases pudientes como chabacano, hortera… y por las remilgadas mujeres españolas que,  vestidas a la francesa, veían con malos ojos esos movimientos lascivos de gitanas y flamencas, sobre todo andaluzas. Sin embargo, en una fiesta en Paris a mediados del XIX,  la emperatriz española María Eugenia de Montijo, una de las mujeres más influyentes y esposa de Napoleón III de Francia, se puso a bailar encima de una mesa de billar al mejor estilo de los bailes andaluces, haciendo revuelo de faldas y sorprendiendo a los asistentes de la embajada española en París. Con ello dio una bofetada a la aristocracia española y cambió mucho el significado del baile español. 

Corruco de Algeciras 

En la edición del 1 de febrero de 1915, el diario El País de Madrid, sorprendía con una historia de violencia de género: Amparo Martí “La Marquesina”, una cantaora que se había establecido en Sevilla  a mediados del 1914 y se encontraba actuando en un café cantante sevillano había sido tiroteada. Dicen que estaba en trámites de separación de su marido, Vicente Infante, que acudió al escenario el 29 de Enero, enfurecido, con una pistola; sin embargo el hermano de ella logra arrebatarle el arma. Pero en la noche siguiente,  el 30 de Enero de 1915,  vuelve con otra pistola y se establece un tiroteo. “La Marquesina” y su hermano salen heridos aunque se recuperaron y el agresor se suicidó según la crónica.

José Ruiz Arroyo “Corruco  de Algeciras” fue un cantaor de una vida agitada y triste. Nacido en 1910, con solo veinte años se fue a Madrid a buscarse la vida cantando. Pero aquellos años de entre guerras eran difíciles y tuvo que ingeniárselas para llevarse algo a la boca. Así, hizo un cajón de madera, le puso una manivela como si fuese un gramófono, se metía dentro y un amigo suyo pregonaba que quien le echara una moneda por la ranura, aquel artefacto cantaba. Así el Corruco, se instaló en un lateral del hotel Ritz madrileño y  cantaba dentro de aquel cajón un  fandango por 10 céntimos (una gorda) o cuatro por un real. Entenderán que Corruco fue precursor a la sinfonola Jukebox (máquina de discos) que luego se extendería por todo el mundo. El pobre Corruco,  republicano, que cantaba letras de contenido social, murió en la batalla del Ebro cuando  apenas había cumplido los 28 años.

Antonio Núñez “Chocolate” por seguiriyas