De Cádiz a Triana por Jerez

Eduardo Ternero - 14 de septiembre de 2019

De Cádiz a Triana por Jerez

   Seguimos influidos por el clima y el paisaje, por la falta de trabajo y por las persecuciones indiscriminadas de los diferentes gobernantes. Seguimos deambulando por la Baja Andalucía, hay un reguero de transeúntes perdidos por los caminos, en busca de una libertad que no encuentran, un miedo que les come las carnes, pero aún les corroe más el hambre y buscan, acampan, llevan, traen, cambian, arreglan, inventan... los pobres, los más pobres andaluces han trazado la línea más recta de Cádiz a Triana (foto), pasan por Jerez, por Lebrija, por Utrera... y dejan por el camino hermanos, estelas de  un cometa que  irradia poco a poco,  que impregna lo que toca.

Se buscan la vida entre temporadas, con el trapicheo, son proveedores, recoveros, canasteros, herradores... pero a la vez dejan su impronta expresiva: difuminan el cante por donde van pasando.

   Estamos en el XVII y ya hay asentamientos grupales en Sanlúcar, en los Puertos, familias enteras colonizan los pueblos de Sevilla, Cádiz, la parte occidental de Córdoba y el norte malagueño. El foco del cante, el big bang del flamenco, que se inició tímidamente, ha cogido fuerza y va abriendo el círculo, existe una transmisión de conocimiento, hay un interés en aprender y difundir esta forma de expresarse.

Como a un churumbel hay que mimarlo, criarlo, hay que hacerlo crecer y eso cuesta, sobre todo cuando faltan los medios. (No olviden que estamos hablando de trasmitir oralmente, con la dificultad de desplazarse, la fragilidad memorística... más los problemas añadidos de la persecución, la falta de trabajo, el analfabetismo reinante...). 

Desde mediados del XVIII, con la llegada del Despotismo Ilustrado, se fuerza la integración, se intenta eliminar el nomadismo, hay que fomentar el sedentarismo pero sin dar soluciones, sin remediar el hambre, sin olvidar rencores, sin eliminar castigos. 

Se buscan hombres obedientes, que sufran sin reclamar, sin que levanten la voz, se intenta apagar la llama, destruir el alma, lo único que les quedaba. No dudarán los gerifaltes de entonces en lanzar proclamas, en emitir bandos calificando a la población que deambula como ladrones, “maleantes que hurtan gallinas, cuatro frutas...” una Ilustración que propició el robo de guante blanco, de los poderosos, que muchos bienes pasaran a la clases más favorecidas, aumento la pobreza en el país. 

Carlos III

   En el último tercio del XVIII, Carlos III emitiría unas reglas contra el nomadismo y la vagancia, sobre todo, de gitanos y paupérrimos andaluces. Este “Monarca Santo” que alababa a los sabios, fuertes y animosos caballeros e hijosdalgo de la nobleza. Así era el panorama que nos describe José Cadalso en su obra “Cartas Marruecas, pero a la vez nos informa que ya había escuchado cantes como el polo, la toná en boca de los gitanos. 

   El propio Giacomo Casanova (el renombrado mujeriego) diría en sus “Memorias” que anterior a estas fechas (20 años antes) había logrado ver a gitanos bailando “el fandango”. Por tanto, no cabe duda que algún aire flamenco existía con anterioridad, escondido tal vez pero, como hemos dicho anteriormente, en la clandestinidad se iría forjando el nuevo arte. 

   Queremos añadir otra premisa más al oscurantismo del nacimiento del cante. De todos es sabido que el pueblo gitano ha sabido guardar de forma oral, sus raíces, su idiosincrasia. Tal vez las primeras alboreas, los cantos de los romances con aires flamencos y con melismas amalgamados de otras culturas permanecieran en la voz del pueblo gitano sin explicitarlos, sin airearlos al resto del mundo, cerrando el círculo, guardándolo en el cofre de su destino. Incluso hoy día, hay ciertos ritos, no excluyentes pero sí exclusivos. Es razonable esta forma de actuar, un pueblo perseguido, ágrafo, si quiere mantener su distinción, si quiere resguardar su peculiaridad y su origen, luchará por preservar su esencia.