Antonio Chacón

Eduardo Ternero - 14 de diciembre de 2019

Antonio Chacón García nació en Jerez el día 16 de mayo de 1869, hijo de padres no conocidos y entregado, recién nacido, al zapatero Antonio Chacón  y a su esposa María García,  que le dieron sus apellidos. De pequeño, ayudaba a su padre en el oficio y dicen algunos que desde la cuna empezó a cantar. A los dieciséis años ya actuaba sin mucho éxito en el café cantante de Juan Junquera, en el café de Utrera y de allí pasó al Café Filarmónico de Sevilla. Después lo contrata Silverio para su café sevillano, compaginando giras por las ferias de la provincia de Cádiz, Sevilla, Badajoz y Huelva. Cuenta su guitarrista que a Chacón se le veía por los caminos con su traje subido en su borriquillo desplazándose para ir a las ferias.

Chacón

En  julio de 1886 cantó en presencia de Enrique El Mellizo,  quien le dijo: “A ti te dirán un día el Papa del cante”. En 1889 realiza una gira triunfal por toda España, marcando ya una manera de vestir de los artistas flamencos con señorío y elegancia. En el Café de Chinitas de Málaga pasa una etapa de aprendizaje profundo y conoce a una aristócrata con la que vivió una pasión amorosa que duró cuatro años. De nuevo en el café sevillano del Burrero, empieza a llamársele “Don Antonio”. Ya había debutado  en Madrid pero volvería en 1912, para instalarse un par de años, trabajando en los cafés-cantantes “Del Puerto”, “Los Gabrieles”, “Fornos” y “Villa Rosa.” En 1914 embarcó para América con la compañía teatral de María Guerrero, siendo muy destacados sus éxitos en Buenos Aires y Montevideo. En 1922 preside el célebre Concurso de Cante Jondo de Granada. Alternó sus actuaciones en público con reuniones privadas e impuso siempre su cotización y su cante. Cuentan las crónicas que muchos de los grandes cafés-cantantes, ante su decadencia a principios del XX, no tuvieron más remedio que acudir a él para salvarse. Así, ocho meses tuvo que  cantar Chacón en el café de Silverio, después un mes en Málaga, volviendo al café del Burrero para salvar la clientela del salón.

 Compartió escenario con algunos de los mejores cantaores del momento y  los mejores guitarristas de la época, como Javier Molina, el gran Patiño, Ramón Montoya o el virtuoso Sabicas. Fue uno de los cantaores más solicitados en la etapa de oro del cante, Tenía una musicalidad en la voz, una facilidad en las graves, en las agudas, un oído y un falsete inigualables.

El cantaor en una reunión de amigos

 A él debemos el estilo de algunos cantes de Levante,  Granainas, Caracoles…a los que engrandeció, y le impregnó un sello personal, pero sobre todo fue un cantaor de Malagueñas a la que llevo a la cúspide. Como buen aficionado al cante, le gustaba mucho escuchar  el cante gitano de aquellos grandes maestros de su época, aprendería de ellos en su Jerez natal y  sobre todo de la escuela del cante gitano de Manuel Torre, pues convivieron juntos y al que tuvo siempre una gran admiración. Durante su vida en Sevilla, se trasladaba a Triana para escuchar a los grandes: Tío Antonio Cagancho, Juan Pelao, Ramón el Ollero, La Serneta… 

   Llegó a ser  tal su fama, que Fernando el de Triana cuenta que todos los notables artistas de la época, cantaban por delante de él, para poder ser escuchados y aplaudidos por el público, ya que,  cuando Chacón terminaba de cantar,  el salón se desalojaba, la gente se iba.

Un artículo sobre él

Lo seguía de tal manera el público, que a las cuatro de la mañana parecía que era las diez de la noche, no moviéndose nadie de su asiento hasta que Chacón no terminaba el espectáculo. Era tal el silencio del salón que solo se interrumpía,  en algún tercio del cante, por la voz del gran Silverio murmurando en voz baja ¡Qué bárbaro!, ¡Que bárbaro!, esto hacía que el público no se inmutara, expectante,  para no perderse una nota ni un detalle de su estilo sublime y sentimental.

Chacón, fue el primer cantaor payo que dio a conocer la escuela del cante flamenco, con su técnica creativa y su voz rica en matices. A partir de entonces, fueron apareciendo muchísimos cantaores que siguieron su técnica, creándose distintas formas, y distintos matices, y así fue como se enriqueció el cante flamenco, a través de él, que ha quedado en nuestra historia, como uno de los más grandes maestros. Destacaba su gran potencia de voz, y su temple, a la par que imponía la gesticulación, dándole una sensación trágica a lo jondo.  Agrega Fernando de Triana, testigo  de sus  actuaciones, que al terminar sus cantes “los otros gitanos que le acompañaban y muchos gachés pagaban su arrebatador delirio con romperse la ropa” Especialmente cuando interpretaba su colosal Seguiriya y sus habituales Malagueñas.

En definitiva, para muchos, Chacón ha sido de los mejores cantaores de todos los tiempos (El Gran Payo),  pero, al final de su vida,  se vio abandonado por la incomprensión de la gente. La  etapa de la Ópera Flamenca acabó con su arte. Moriría a los 59 años. El cortejo fúnebre, presidido por el Duque de Medinaceli, se detuvo en la puerta del Teatro Pavón, donde muchos amigos y compañeros cantaron en su memoria, siendo enterrado seguidamente en el cementerio de la Almudena de Madrid: fue un entierro, cuentan los historiadores, digno de un Rey.