Anecdotario flamenco I

Eduardo Ternero - domingo15 de mayo de 2022

Rebuscando en  bibliotecas y rancias hemerotecas, en papeles amarillentos y  hojas subrayadas, hastiados de hablar con gente que sabe mucho de todo esto… hemos encontrado anécdotas del mundo del flamenco que les queremos relatar para quitar un poco de seriedad y poner esta semana un poco de relajación a tanta cantidad de artículos que nos han saturado durante estos  años de lectura flamenca:

Tenemos que decir que la picaresca, la sorna, la ironía española es reconocida en todo el mundo pero, la flamenca y la gitana, sobresalen por encima de todas. Creemos que esto se debe al hambre y la inteligencia que juntas  dan mucho de sí. Ya en el XVI se acuñaba la frase en España: “Es más listo que el hambre” porque la necesidad  aguza  el ingenio. Hoy les vamos a hablar de anécdotas que se han dado en el mundo del flamenco que pueden ser chistosas o graciosas y otras que desgraciadamente no lo son tanto: 

Dicen que Joaquín el de la Paula era muy supersticioso, no quería subir a vehículo alguno, ya saben que murió el día antes de ir a Barcelona a grabar después de los sudores que pasaron sus hijos para convencerlo. Pero es que tenía sus motivos: Una vez fueron a su casa cuatro “señoritos” en un coche para recogerlo y llevarlo a una venta para que cantara en una juerga de aquellas. Él se negó, argumentó que se iría andando. ¡Qué mal fario!, cuando aquel coche cruzaba las vías fue arrollado por un tren y murieron todos sus ocupantes.

Es cierto que el de la Paula fue un gitano raro, friolero hasta el punto de no pelar una caballería mientras  no calentara el sol de mediodía… Contaban que una vez estuvo tres o cuatro horas cantando para un “señorito” en una fiesta privada y, al termino de la juerga, Joaquín  le pidió que le pagara;  el interfecto, catalán en sus maneras de pago, dijo que con lo que se había comido y bebido estaba bien pagado. Joaquín se levantó y le espetó a aquel “generoso”: “Ajolá permita un divé que la procima vé te canten los curas”.

Es historia del flamenco que, Pepe Marchena,  celebrara el final de cada gira con un almuerzo en el sótano del conocido Bar Pinto. Uno de esos días, después de un largo   almuerzo, regado convenientemente, La Niña de los Peines” – que siempre estuvo enamorada de Pepe Marchena –, le pidió que le cantara El Romance a Córdoba y el maestro, que adoraba a Pastora, se lo cantó. Pepe Pinto, que conocía el percal, se acarició la barriga y con sorna le soltó a Marchena: “…Ojú, Marchena, cualquiera canta eso después de almorzar” y, Pepe, tiró de ironía y le soltó al Pinto: “Tocayo, eso no lo cantas tu ni en ayunas”.

Fernando el de Triana, fue un cantaor y un guitarrista digno, fue una persona afable pero sobre todo nos dejó un legado escrito de enorme valor, un referente histórico de lo que vivió y conoció del flamenco de su época. Contaba Fernando una anécdota ocurrida con un cantaor amigo suyo, Manolito el de Jerez, que era el más tacaño del mundo. Todo el mundo sabía que Manolito se había comprado un reloj de oro de 18 quilates y muchos, para incordiarle,  insistían en preguntarle la hora. Ese día era verdad que Fernando le preguntaba para poner el suyo en hora.  Manolito, como a todos,  le respondió “Qué te crees tu, que yo me he gastao sesenta duros en un reloj pa que tor mundo sepa la hora que es”. Y no se la dio. 

Farruco

Farruco, el abuelo de Farruquito, ha sido uno de los mejores bailaores que ha dado la historia del flamenco. Su vida también tiene su enjundia, pues cuentan que un “señorito” sevillano le vio bailar en el escenario y cuando se enteró que vivía bajo el puente de Chapina le regaló un piso, “…porque un artista de aquel calibre y estilo no podía vivir de esa manera”.  A los tres días, Farruco, cambiaría aquel piso por una “motillo”. Aquel gitano, enorme bailaor, argumentó: “…entonces no estaba yo jecho pa viví entre cuatro paredes”.

 De todos es sabidos que el gaditano José María Pemán, escritor y poeta, artífice del origen del antiguo Himno de España, fue adepto al Régimen franquista y por tanto estuvo entre algodones durante la dictadura mientras sus coetáneos escritores y pensadores cogieron las de Villadiego, con los pocos bártulos que pudieron, por mor de perder el pellejo. Dicen que ya mayor,  Pemán, paseaba  un día con el Beni de Cádiz, por la ciudad que le vio nacer, y  al pasar junto a la casa donde había nacido el escritor, este, con arrogancia,  le preguntó al cantaor: “Beni, ¿qué rótulo pondrán en mi casa cuando yo muera? El Beni,  que era un tío de lo más gracioso e irónico le contestó: ¿Qué van a poner D. José María, como en todas: SE VENDE. 

Beni de Cádiz

De Pepe Marchena, decirles que era estrafalario en todo, no es descubrirles nada nuevo, aunque esta anécdota sigue aumentando su leyenda: Cuentan que un día se presentó en un bar sevillano con una correa  hecha con engarces de monedas de oro. Se la había hecho  allende las Américas en su última gira. Claro, como aquel cinturón relucía por encima de todo, el camarero que lo atendió y conocedor de sus esplendidas propinas y de su derroche le espetó: “¡Anda que va a tardá bastante pa que se le caigan a usté los pantalones!” En referencia a que se lo regalaría a alguien a la primera de cambios.

 Juan Valderrama,  a pesar de sus pocos estudios, fue un erudito, tenía la sabia cultura que da la vida pero, además, como tenía una memoria tan prodigiosa y había vivido tanto, podía estar contando historias durante horas sin dejar de llamar la atención de la concurrencia. Una vez contó que cuando sacó su primer disco, allá por los años 30 del siglo XX, se repartieron algunos por las emisoras. La gente entonces no estaba acostumbrada a los discos sino que se cantaba en directo en las  radios. El público que escuchaba a Valderrama en una y otra emisora, llamaba diciendo como era posible que aquel cantaor fuese tan rápido para desplazarse de una emisora a otra. 

El Carbonerillo

Durante el I Concurso de Cante Jondo que se celebró en Granada, estuvieron invitados, entre otros,  tanto el gran guitarrista clásico Andrés Segovia como el cantaor Manuel Torre, dos de las más grandes figuras de entonces. Segovia, con el ajetreo del primer día, estaba muy cansado, se acostó tarde y durante la noche lo pasó fatal, no pudo dormir y se quejó a la dirección de hotel por continuos golpes y  el canto de gallos durante toda la madrugada. En ese momento baja a recepción Manuel Torre  que dormía en la habitación contigua y dice: “…hagan el favor de echarle de comé a mis gallos de pelea que me traío de Jerez, que están  metió en el armario. Han pasao la noche mu nerviosos”.

Les cuento otra de Marchena, que como todos sabemos era de los gustos más raros. Pepe, teniendo habitaciones reservadas en algunos de los mejores hoteles del mundo, en ocasiones dormía en un prostíbulo y las prostitutas le hacían la cena. Una vez, pernoctando en Málaga, en uno de ellos, se encontró con el joven cantaor El Carbonerillo. Pepe le inquirió: ¿Tu qué haces aquí Manolito?  Y el Carbonero, le contestó: “Aquí, que he venió a que la Madalena me enseñe los cantes de la Trini”. 

En fin, anécdotas del flamenco que han llenado páginas de la historia de nuestro arte. Espero contarles algunas más en otro momento. 

“El Niño de la Rosa Fina de Casares” cantando por Campanilleros. Escuchen al jaleador, no tiene desperdicio, es otra anécdota.