Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 8 de diciembre de 2024
No sé si recuerdan aquella conversación que mantuvo el entonces “Niño de Marchena”, con el periodista cordobés Nicolás Callejón, con el que Pepe mantenía una gran amistad y le había entrevistado en varias ocasiones. Esta, a la que me refiero, ocurrió en el verano de 1930, cuando aún no habíamos estrenado la ansiada República, pero habíamos tenido la desgracia de perder a Don Antonio Chacón. Pepe, a inicios de los 30 se encontraba en uno de los momentos más dulces de su carrera y aunque aún no había creado la “colombiana” sí había descubierto su amor por el teatro quinteriano. Tampoco se había decidido a hacer cine, a pesar de que era el personaje más mediático de la prensa, no solo del espectáculo sino de aquel incipiente noticiero rosa, que él mismo se encargaba de alimentar.
Nicolás Callejón, poeta-periodista
Les ilumino el recuerdo: fue durante la madrugada de aquel mes de agosto de 1930, cuando Pepe, el periodista Nicolás Callejón y dos amigos más se desplazaban por las calles de Córdoba en el coche del marchenero, un “Lincoln” que, según el “Niño”, le habría regalado una multimillonaria americana (creemos que era otra de las medias verdades que solía contar). Pepe, cuando terminaba su actuación, solía trasnochar con sus amigos, con sus admiradores e invitarles a la velada. Aquella noche pararon en un local nocturno de las afueras de la ciudad califal, tomaron unas copas, y aquel trío de admiradores no escatimó elogios para el artista, algo que alimentaba su vigorizada autoestima. Pepe, que siempre fue muy hablador y que gustaba de explicar a sus oyentes los cantes, sus vivencias…, se sentía aquella noche meditabundo, triste; recordaba, añoraba los aprendizajes de Chacón, y sentía en demasía la muerte del jerezano. Siempre creyó que Don Antonio fue quien enarboló la bandera de innovación para el flamenco y que él la había recogido de sus manos. Nicolás, ponderó la labor que estaba haciendo el marchenero: “¡Hombre, Pepe, tú también has hecho lo tuyo; hace 10 años nadie se ocupaba del flamenco y desde que tú saliste hay una fiebre por el cante…!” Pepe, en aquel momento se sintió afable, humilde, sin vanagloria y entrecortado diría: Yo lo que he hecho es ayud.ar a popularizarlo, porque la gente ve que un fandanguillo se canta, con tanta sencillez, que se contagian y… ¡Todos quieren cantar!; de ahí que haya tanta afición”. Después, cambió el curso de la conversación y comentó que tenía varias ofertas de América; pero, no “cruzaría el charco” hasta que no fuera en viaje de novios; pues, pensaba casarse con una morena…; sin embargo, no quiso seguir la conversación, por entonces su “compañera” era la bailaora Carmen Vargas.
Ahora, 15 años después, aquel verano de 1945, parecía que los astros se hubieran alineado y que, “Pepe Marchena”, aprobaría aquella asignatura pendiente que aún tenía; por fin embarcaría para hacer las Américas. ¿Ya había encontrado aquella morena de ojos negros?, ¿por fin emprendería aquel viaje de novios que prometió al periodista y a sus amigos de juerga? ¿Era Isabelita Domínguez, la mujer escogida o solamente aceptaba aquel viaje porque el contrato era muy suculento y las cosas en España no marchaban tan bien como él estaba acostumbrado? Nosotros queremos pensar que Pepe tenía cierta inquietud por conocer el continente americano, desde que conociera, hacía unos años, a Carlos Gardel, con quien entablaría una gran amistad y sería quien le animaría para visitar Argentina, pues, sin duda alguna, le auguraba un gran éxito.
Carmen Vargas, bailaora
En el tema de sus relaciones amorosas, ya dijimos que a lo largo de su carrera, antes de conocer y formar pareja con Isabel Domínguez, a Pepe se le relacionó con muchas mujeres. No tanto con sus fans, pues, el hecho de no saber leer y escribir posiblemente le mermó muchas más relaciones y acercamientos hacia sus admiradoras. Con total seguridad que aquellas cartas que recibía de mujeres de todos los status sociales, les serían leídas por su secretario, su representante o cualquier amigo de los muchos que siempre estaban a su lado. Seguro que muchas de esas cartas y telegramas del sexo femenino no tuvieron nunca respuesta alguna por parte del artista, lo que le privaría de tener relaciones con muchas más féminas. Ya la prensa se había hecho eco, en 1933, que Pepe Marchena, se iba a casar con Carmen Vargas, una buena bailaora de la que se enamoró en una juerga. Dicen que quedó impresionado por la figura esbelta y el color moreno de aquella gitana, a la que llevaría en su Compañía y a la que seguramente dedicó este fandango: “Cuando te veo bailar/me dan ganas de adorarte/ yo te quisiera rezar/ como a la Virgen del arte/ y ponerte en un altar”; fandango que, según contaba la prensa, le cantó el 23 de Julio de 1933 en la Plaza de toros de Huelva y que, tras el fandango, Pepe abrazó con mucho entusiasmo a Carmen. El papel rosa se hizo eco de aquel romance que según todos acabaría en boda, pero, al final quedó en un devaneo solamente.
También se hablaría de casamiento cuando en 1935 anunciaba el cantaor que se iba a casar con María Fernanda Gascón, que, por entonces, era la primera actriz de su Compañía y con la cual parecía iba a sentar la cabeza, pues, se le veía muy enamorado. Sin embargo, y a pesar de que el noviazgo parecía consolidado, Pepe, se enamoraría de una señora de la Carolina, esposa de un médico, con la cual se cree que sostuvo un leve romance; fue un escarceo amoroso que terminó como el rosario de la aurora, ya que entre el galeno y Marchena, cuentan, hubo sus más y sus menos, hasta el punto que la prensa decía que pudieron llegar a las manos.
El Dr. Gregorio Marañón
Otro aspecto a destacar de la personalidad de Pepe, por lo cual no quisiera embarcar hacia América eran sus fobias, sus miedos, al igual que le ocurriera con su negativa a hablar de su vida privada, de sus antecedentes…; posiblemente, el marchenero, tuviese sus recelos o dudas a viajar en barco, en avión… No lo decimos porque sí, ni por especular, pero, a medida que vamos conociendo algunos aspectos de la personalidad de nuestro personaje, nos vamos convenciendo de su extraña forma de ser. En este caso, demuestra que tuvo que ser muy aprensivo, muy receloso en asuntos de salud, incluso podíamos decir que rondaba la hipocondría, es decir que se preocupaba extremadamente ante las posibles dolencias, hasta el punto que algunas veces rondaba lo patológico. No sería de extrañar que sus amigos, los médicos, que tenía muchos, le aconsejaran que, para ir a Sudamérica, fuera conveniente vacunarse contra ciertas enfermedades que aún se padecían en el continente americano y eso le retrajera. Contaba el periodista y locutor de radio Rafael Santisteban, amigo íntimo de Marchena y escritor de parte de su biografía: “Pepe, era muy miedoso en asunto de enfermedades, tenía sus manías y cuando los médicos le recetaban inyecciones para la gripe o cualquier catarro, no solía ponérselas hasta conocer el efecto que había producido en los demás; incluso esperaba a que alguien de su Compañía sirviese de “conejillo de indias” para aplicarse el tratamiento”.
Otra de las alusiones que hace Santisteban acerca de la extrema aprensión hacia las enfermedades que padecía Pepe era el ir siempre a los médicos acompañado de amigos, en este caso, ante la preparación de su viaje a América iría al Dr. Marañón con su representante artístico José Domínguez y su amigo y letrista Palmita. Y continuaba Santisteban: “El Dr. Marañón le haría un reconocimiento a fondo y solo le diagnosticó un estado nervioso pasajero”, seguramente por el hecho de estar ante una bata blanca. “Tu salud es perfecta y de manera jocosa agrego, no te preocupes, que vas a durar más que todos los que estamos aquí”.
Pepe, poco antes de embarcar
Que Marchena era un hipocondríaco era un hecho que conocían sus allegados y sobre todo “sus médicos”, a los que visitaba continuamente. Pepe reconoce en varias conversaciones: “… soy un admirador de los médicos españoles, sobre todo desde que Rafael Tapia me extirpo un pólipo de la garganta que me molestaba mucho para cantar”. Empero, lo suyo era obsesivo, cada vez que volvía a Madrid, lo primero que hacía era visitar a varios médicos, entre ellos el Dr. Marañón, o el Dr. Jiménez Díaz. En cuanto conocía una enfermedad en alguien, la llegada de una ola de gripe o tenía un pequeño contratiempo, un malestar…, ya estaba en la consulta; como decimos aquí, “estaba siempre escuchándose” y a lo más mínimo acudía a una consulta privada por supuesto que, como la lotería, los casinos, etc. en salud no escatimaba en gastos. Conociéndolo, entendemos su actitud; él no dio jamás valor al dinero, fue un “bohemio espiritual”, él mismo se definía así cuando le preguntaban. “Yo no soy nada materialista, canto porque me gusta y porque puedo gustar a la gente que aman el cante”, serían sus palabras textuales en más de una ocasión.
Dejamos a Pepe Marchena preparando su viaje a América, está junto a Isabelita, que ahora ocupa su corazón, se ha hecho un chequeo médico y su apoderado, representante, secretario…, han dispuesto todo lo necesario: billetes, documentación, vestuario, etc. para el embarque. Él sabe que en países como Argentina, Uruguay, México…, residen muchos españoles que tuvieron que exiliarse durante la Guerra Civil y llevan fuera de España casi 10 años. Conoce por compañeros que han estado allí y otros que continúan que, aquellos emigrantes, añoran su patria, que la música española les devuelve sus recuerdos y, el cantaor marchenero, desea llevarles un sorbo de aire español…, por fin lo había decidido, era el momento.