Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 1 de diciembre de 2024
A finales de 1944 e inicios de 1945, mientras en España nos morimos de hambre y calamidades, en Europa, en el Pacífico, en oriente…, se libran cruentas batallas en la que fue llamada Segunda Guerra Mundial, pues medio mundo aliado sigue luchando contra las fuerzas del tercer Reich, el fascio italiano y el imperio japonés. En diciembre del 44 los alemanes intentan recuperar Bélgica, pero las fuerzas aliadas le hacen retroceder hacia Alemania a inicios de enero del 45. También los soviéticos a mediados de enero han culminado la liberación de Polonia y Hungría y en poco menos de tres meses se encontrarán a las puertas de Berlín. Las tropas aliadas europeas auspiciadas por los EE. UU., siguen recuperando territorios y pronto se alcanzará la victoria. En mayo, tras el suicidio de Hitler (30 de abril), Alemania firmará su rendición; mientras Japón no lo haría hasta mediados de agosto cuando sufrió el lanzamiento, sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, de dos mortíferas bombas atómicas.
Isabel y Pepe, años 40
A partir de entonces, Europa, entrará en un proceso de recuperación, de integración y de reconstrucción política y económica, auspiciada por los Estados Unidos con su plan Marshall. Sin embargo, a España, por ser considerado un país fascista, no le fueron concedidas las ayudas esperadas. Nuestro país seguía sumido en una nefasta autarquía, que nos llevaría a una pobreza económica y a un retraso industrial infinitamente superior a las destruidas Alemania e Italia que olvidaron el nazismo y abogaron por la democracia. Muchos analistas creen que España, de no haber estado bajo el régimen dictatorial franquista, si hubiese tenido un intento democrático en los años 40, podría haber evitado aquellos años de miseria, de hambre y retraso en la que estuvo inmersa hasta los años 60, y que nos cuesta recuperar.
Sin embargo, para nuestro protagonista, conocido para todo el mundo como Pepe Marchena (ya ha dejado atrás el remoquete de “Niño”), parece ser que 1945 sería un año crucial, tal vez un año fetiche para el marchenero, pues, le ocurrirían dos de las cosas más importantes de su vida: conocer a la que sería su esposa, Isabelita (a finales de 1944), y, por fin, embarcar para “hacer las Américas”, donde se convertiría, también, en un ídolo.
La unión entre Pepe e Isabelita tuvo tintes de ser una historia novelada y llevada a la pantalla. Isabel Domínguez Cano había nacido en 1926, en Aznalcollar, un pueblo minero de la provincia de Sevilla. Era hija de Antonio Domínguez y Magdalena Cano y residía en Madrid en casa de unos familiares. Isabel conoció a Pepe, siendo muy jovencita, en una fiesta flamenca que ofreciera su tío, ingeniero de las minas y en la que sería invitado Pepe. Isabel, según sus propios comentarios, se quedaría prendada de él y decidió que, para lograr estar a su lado, nada mejor que aprender a bailar y así poder entrar en su Compañía. Dicho y hecho, marchó a Sevilla y entraría como alumna en la academia de baile del maestro Realito (Manuel Real Montosa). No hemos llegado a conocer si el local donde aprendió a bailar Isabel fue el de la calle Pasión, junto al café Variedades o la casa donde posteriormente estuvo su academia, en la sevillana calle Trajano haciendo esquina con Alameda de Hércules, un lugar privilegiado donde Pepe Marchena tenía la costumbre de seleccionar bailaoras para sus espectáculos.
María Amaya "La Pillina"
Al cabo del tiempo, convertida ya Isabel en una buena bailaora, Pepe la contrataría, junto a otras, para sus siguientes giras. Debemos aclarar aquí que Isabel era madre de un niño varón que tendría cerca de los dos años, fruto de una relación anterior. Durante esos primeros años, Isabel, actuaría en muchas ocasiones con el nombre artístico de “Isabel Cano”. Desde entonces, siguiendo las palabras de la propia Isabelita, estarían siempre juntos. Muchos de los biógrafos de “Pepe Marchena”, dicen que la personalidad del cantaor marchenero arrolló a la bailaora que, hasta el final de sus días, estuvo muy enamorada del hombre, de José Tejada, a la vez que siempre fue la principal admiradora del artista. No cabe duda que también Pepe sentía un gran cariño hacia Isabelita, así lo demostró a lo largo de los años. Igualmente, algunos de los hábitos del marchenero cambiaron; nuestro protagonista que había llevado hasta entonces una vida itinerante, nómada, de ciudad en ciudad, siempre viajando en trenes, coches..., Ahora se hace más hogareño, ya no transita por burdeles ni duerme asiduamente en hoteles. Si antes, solía volver a su pueblo y alojarse con sus padres en la calle Arahal (donde se colocó una placa, costeada por suscripción vecinal y de la que, a día de hoy, desconocemos su paradero), desde que conoció a Isabelita tiene casa propia en Marchena. Ahora, la pareja (pues no formalizarían su matrimonio hasta el 8 de noviembre de 1969), tiene su domicilio, cada vez que vuelven a Marchena, en la Plaza del Piojo, también llamada la Plaza del Padre Alvarado y últimamente Plaza del Pololo. Aunque, algún marchenero, ya mayor, nos ha apuntado que, durante algún tiempo, el domicilio de Pepe e Isabel estuvo en una casa de la calle Padre Marchena, en el casco antiguo y, más tarde, se haría un chalé en la zona de “Los Abrigosos”, en el término de Marchena, en el paraje de “Cañaveralejo”.
Conociendo a nuestro protagonista, entendemos que se volviese más cauteloso en sus ausencias; Pepe tiene ya más de 40 años y llevaba rodando 30 años por caminos y carreteras, haciendo giras y cambios de lugares sin descanso. Pero intuimos que sus prioridades como el juego, el tiro pichón, las juergas con sus amigos… no las evitaría, pues en muchos de los pasajes que veremos a partir de aquí, él sigue asistiendo a muchas veladas, saraos, inauguraciones, eventos… En Marchena, cada vez que se acercaba, solía dar una vuelta por el pueblo, con sus amigos Eusebio Suárez, José Vázquez, Andrés Rueda, “El Bricio”, Manuel Santana, Manolo Montes, Pepe Bayón…, entre otros muchos y una pandilla de chiquillos y jóvenes admiradores y admiradoras que les seguían durante su recorrido por las calles de Marchena.
Franco, en la portada de ABC
Pepe Marchena también guardaría siempre mucha amistad con aficionados de Fuentes de Andalucía, de Puebla de Cazalla, Osuna…, a los que visitaba cada vez que baja por la Campiña Sevillana, y donde le seguían admirando, incluso a día de hoy, 50 años después de su muerte, muchos aficionados reconocen al marchenero como uno de los más grandes puntales del flamenco. La vida del artista continua con sus actuaciones, montando espectáculos, unas veces ejerciendo él mismo como empresario y otras contratado por otros como en este caso que le relatamos de aquel año: Aquella gira la había montado un rico empresario de la marroquinería llamado Juan Aranda, el cual no escatimó en gastos para juntar una plantilla de ases del flamenco y de la copla. El elenco lo formaban además de Pepe Marchena, que iba en cabeza de cartel con Vallejo, Juanito Varea, Canalejas de Puerto Real, Pepe Aznalcollar…, bailaores como los hermanos Caracolillo, uno de los cuales, Federico, sería el marido de la famosa cupletista Juanita Reina. Iban también Ignacia Loreto, la que fuera mujer de Manolo el Malagueño, la famosa y gran bailaora granadina María Amaya “La Pillina”, que se haría famosa al trabajar en la película “Pandora” junto a Ava Gadner y que sería a la postre mujer del cantaor Rafael Farina. Además, completaban el cuadro los guitarristas Ramón Montoya, ya muy mayor y aquejado, Niño Ricardo, Manolo Amaya y Antón Vargas.
Estamos en la primavera de 1945 y una serie de acontecimientos van a dirimir los destinos de España. El supuestamente sucesor de la monarquía Juan de Borbón, padre del actual ex rey, Juan Carlos I, rompe con Franco, exigiéndole que se adhiera a las corrientes europeas y restituya la monarquía tradicional. ABC saca en portada una foto a toda página de Franco con el titular: “Franco, el enviado de Dios para dirigir los destinos de España”. Pero aquellos lemas e iniciativas del Régimen: “España, reserva espiritual de Occidente”, “Lograr la construcción de un imperio militar”, “mantener una autarquía a mediados del XX”, produjo tanto retraso, tanta miseria…, que solo pudo superarse gracias a las ayudas en los años 50 de Argentina y EE. UU, con sus aportes de leche en polvo, trigo, carne…
Concha Piquer, cupletista
En estas fechas, el flamenco, está en un proceso de cambios. Ya, a inicio de los años 20 cayeron en desgracia los cafés cantantes y parecía que el flamenco iba a sucumbir. Vendría luego aquel intento de recuperar la pureza flamenca del XIX por parte del grupo que convocó el I Concurso de Cante Jondo de Granada en 1922, pero, como sabemos, fue un fracaso. Sin embargo, la valentía y la genialidad de aquel “Niño de Marchena”, del empresario Vedrines y algunos más que, siguiendo las bases que intentó Chacón, sí darían resultado. El flamenco tomó rumbos innovadores, se impusieron el fandango, los cantes de ida y vuelta, la canción, la recitación… Y el flamenco se hizo más asequible a todos los públicos, se generalizó de tal manera que llenaba recintos inimaginables, que ya hubiera querido Silverio, El Nitri, Frijones… En cambio, la Guerra Civil, supuso un parón, un nuevo retroceso en todos los órdenes y en todas las artes, también para el flamenco, que tuvo que tomar otro rumbo, el de la copla, el que imponía el Régimen. Ahora, durante los 40, eran Caracol y Lola Flores, Juanito Valderrama, Concha Piquer… quienes restaban nombre y fama a Pepe Marchena. Los tiempos estaban cambiando y el marchenero tendría que poner en marcha nuevas estrategias.
El “maestro” marchenero no se arredraría. No iba a desfallecer tras más de treinta años triunfando por los escenarios de España, Francia y el Norte de Marruecos. En todos los pueblos de nuestra geografía sonaban sus discos, la radio seguía enamoraba de él, los compañeros de espectáculo lo respetaban y admiraban; en todos los pueblos tenía imitadores; pero, Marchena, quería más, aún le quedaba mucho que recorrer, América le esperaba y 1945 sería el año propicio para embarcar y “cruzar el charco”.