Miserias de la Postguerra

Eduardo Ternero - domingo, 10 de noviembre  de 2024

En 1940 el fascismo aspiraba, con la ocupación de territorios y las acciones bélicas – en lo que vino a llamarse la II Guerra Mundial –, dominar toda Europa. Los éxitos militares así lo confirmaban. España de la mano de Serrano Suñer, la Iglesia Española y una extensa red de prensa y radio falangista, darían un giro hacia el fascismo con su Frente de Juventudes, el Nacionalsindicalismo, la Sección Femenina… Serrano Suñer, cuñado de Franco y convencido filonazista, proponía que la FET y la JONS ejercieran todo el poder a imagen del ‘fascio’ italiano, algo que del lado de los “aliados”, sobre todo de Inglaterra, se veía con malos ojos, incluso se llegó a sobornar a algunos altos mandos militares españoles para que España se mantuviese neutral. El panorama era desolador, el hambre y la miseria, acorralaban a la mayoría de las familias, sobre todo en las regiones extremeña y andaluza, pues el dinero republicano que pudieran tener no les servía para nada con la nueva moneda que acuñaría el régimen franquista.

Ramón Serrano Suñer, político

Ya dijimos que los flamencos de toda España, lo pasaron mal, muy mal en la posguerra; también aquellos a los que sorprendió la contienda en tierras de Jaén por la duración que tuvo. Muchos de aquellos entre los que estaban Marchena, Valderrama, El Niño de la Huerta, Canalejas, el de la Calzá…, tuvieron la mala suerte de perder todas las ganancias de aquellos fatídicos años, pues, la moneda republicana con la que fueron pagados no les sirvió al acabar la Guerra. Hubo, pues, que empezar de nuevo. Marchena buscaría trabajo en Madrid, en el nuevo café cantante Villa Rosa. Sin embargo, la carrera teatral y cinematográfica que llevaba el “Niño de Marchena” quedaría aparcada, no eran momentos para el teatro, pero sí haría una gira por algunas provincias de  Andalucía (Córdoba, Málaga, Sevilla).

El grupo que acompaña a Marchena en esta gira no era destacable, no había manera de llenar los recintos donde se anunciaba y no se podía permitir pagar grandes nóminas. Así se mantuvo aquella mediocre compañía durante casi dos años tras la Guerra. En ese tiempo, Pepe, contrataría como guitarristas a un jovencito llamado Paquito Simón que continuaría muchos años a su lado, participando en gran parte de su discografía y a Rafael Nogales, que provenía del café Villa Rosa.

A pesar del rotundo fracaso de aquella gira por Andalucía, la troupe seguiría subsistiendo. Aún así, aquel verano de 1942, la Compañía se adentra por Extremadura y son contratados para actuar en Almendralejo el 15 de agosto. Sin embargo, a la hora de la firma del contrato, surgiría un problema que contaría, a modo de anécdota, el periodista Rafael Santisteban, uno de los admiradores más acérrimos que tuviera el “Niño de Marchena” y que nosotros resumimos: “Pepe, exigió al empresario la identificación del billetaje, era una manera de asegurarse de que no le engañaran con la especulación de la taquilla. A lo que el empresario, altivo, le dijo, ‘¡si no te fías anulamos el contrato!’. Pepe, le contestaría: ‘¡Bueno, se suspende la función!’ Muchos amigos y aficionados que se habían desplazado de los alrededores para escuchar al “Niño” protestaron y Pepe, les dijo: señores, no crean que no me van a escuchar: esta noche todos aquí, en este bar cantaré gratis para todo el que quiera oírme”. Ante la difícil situación en la que se encontraba España, la mayoría de los artistas tenían que someterse al capricho de los empresarios, que tenían la sartén por el mango: Sin embargo, Marchena, no pasaba por aro, seguía defendiendo con altanería el flamenco, a pesar de todo. Seguía comentando Santisteban: “Pepe cumplió lo prometido, comenzó a cantar a la hora señalada en aquel bar y al rato ya estaba allí el empresario comentando:¡Contigo no hay quien pueda! ¡Menos mal que aún no he suspendido la función!¡Pelillos a la mar y haremos lo que te salga del alma! Se dieron un abrazo y aquella noche, Marchena, pudo deleitar a los aficionados de Almendralejo con su cante, pero, con los requisitos en el taquillaje que el“Niño” impuso”.

Luis Miguel Dominguín

Pero no siempre fue así, las condiciones laborales por aquellos años 40 fueron muy lamentables. Suponemos que, conociendo a Pepe, recurriría a amigos que paliasen los gastos que aquello supondría (ya dijimos que el marchenero jamás tuvo dinero ahorrado en banco alguno, es más, con total seguridad se puede afirmar que debería prestamos a amigos, conocidos, empresarios… a él las cuestiones monetarias no le quitaban el sueño, pedía y daba sin el menor miramiento, es una cuestión difícil de analizar en la personalidad del cantaor de Marchena) Recordemos el pasaje histórico que le ocurrió al marchenero con Luis Miguel Dominguín, el entonces torero de moda. Dominguín, el padre de Miguel Bosé, era un presumido, petulante, que le gustaba exhibirse y dar carnada a la prensa. Aquel día, estaba Pepe en el bar de Chicote, en la Gran Vía madrileña, cuando apareció Dominguín con unas amigas alardeando, engreído… y se dirigió a Pepe: “¡Marchena, cántame un fandango!”. El “Niño”, con clase, parsimonioso, soberbio, aunque en aquellos momentos se encontraba tieso, le respondió: “Hombre, Luis Miguel, yo no canto aquí, en un bar, yo canto en teatros, como tú toreas en una plaza”. El torero, seguía emperrado: “¡Tú me cantas a mí aquí un fandango!” Y, Marchena, delante de Chicote y todo el bar, que estaba atento a la conversación, le dice: “Cantarte yo a ti un fandango te cuesta cinco mil duros” (25.000 pesetas; en aquellas fechas los salarios oscilaban entre las 10 y las 15 pesetas diarias por jornadas de 10 o 12 horas). Asintió el torero y, Pepe, soltó un fandango casi hablado, cogió el dinero y se lo entregó al limpiabotas que estaba en la puerta del bar comentando: “¡Toma, esto es un regalo que te hace Luis Miguel!”. Haciéndole ver el poco valor que él le daba al dinero. Suponemos que Marchena, buscaría luego al limpiabotas para arreglar cuentas con él, la vida entonces no estaba para tirar cohetes.

Los años 1940, 41 y 42 serían los peores para el flamenco y también para nuestro protagonista, el “Niño de Marchena”. Había muchos motivos para ello, desde el gusto de los públicos que había cambiado, el poco dinero que circulaba, la falta de buenos artistas… y sobre todo por la represión que se impuso por parte la iglesia y la censura institucional, que intervenían todos los espectáculos. De ese modo, los flamencos, los copleros, que muchas de las veces se complementaban con las varietés, las vedettes, los cómicos, las escenas picantes…, verían mermadas sus actuaciones y se les hacía muy difícil llenar los recintos.

 Juan Baños "Fanegas", cantaor

Aquel verano, Pepe, que seguía manteniendo su círculo de amigos y seguidores, recibió un homenaje en Sevilla; de este modo lo describía la prensa del momento: “… homenaje al verdadero filigranista del fandango y de las malagueñas que recibió el calor de un público incondicional”. Cuentan las crónicas que tras el acto se celebraría una gran juerga flamenca en la que el “maestro” de Marchena hizo varios cantes acompañado por Ramón Montoya. A pesar de esto, la cosa no estaba bien, Pepe siguió con aquella mediocre Compañía, en la que iban Pepita Sevilla, Fanegas, Niño de Utrera… actuando, durante todo el verano del 41 por diversos puntos de Andalucía, sobre todo en Sevilla, Granada, Málaga…, precisamente en la capital malacitana inauguraría en 1942 el Teatro Cine Olimpia.

 Después, subía hacia Madrid, recorriendo pueblos machacados por la Guerra, con campos aún sin cultivar, con el miedo aún metido en el cuerpo, recordando el sonido de los bombardeos, las rencillas y los muertos de la contienda. Aquellos años, no solo fueron de hambre y rencor, de luto y miseria…, lo peor era lo poco de alegría que se vislumbraba en el horizonte. A José Tejada “Niño de Marchena”, le afectaría igual que a la mayoría de los españoles. Recordamos que Pepe siempre tuvo alma de cigarra, cantó y vivió el presente a lo largo de su existencia, jamás pensó en el mañana, en ahorrar, en la vejez, en las horas del declive, que como a todo en la vida, acaba por llegar. Cierto que sí había cultivado en estas fechas muchas amistades como Antonio Márquez, el torero marido de Concha Piquer, a quien recurriría en muchas ocasiones, Montserrat, Vedrines, Pastora y el Pinto…, Pastora desde luego estaba enamorada de Pepe y del personaje que representaba. Juanito Valderrama contaba que Marchena a veces le cantaba a Pastora y esta alucinaba con su garganta: “Cierto día, nos cantó Pepe a Pastora, al Pinto y a mí unas de aquellas creaciones suyas; a esta le llamó “Cante de los Luises del siglo XVI” (como todos los inventos del marchenero). Era una petenera hecha a su forma, corta, dulce, sentida… con un gusto, que nos dejó a todos absortos, una preciosidad…, cuando la acabó, Pastora, solo dijo: ¡así no es la petenera, pero tiene tanto arte, me gusta tanto…!”

Rafael de León, poeta

  Vamos dejando atrás el primer trienio de los años 40, unos años de posguerra fatídicos para una mayoría de españoles, sobre todo para los pobres y para los vencidos. El flamenco estaba pasando por una crisis, había que dar un giro a todo; pues, la copla, la canción española, las folclóricas vienen empujando, el Régimen de Franco promociona este tipo de música y los artistas deben ir adaptándose. Valderrama, Concha Piquer, los autores Quintero, León y Quiroga son los líderes del momento… Aquel “Niño de Marchena” Ya está rondando los cuarenta años; se encuentra en uno de los momentos mejores de madurez, de conocimiento…, pero las circunstancias no le favorecen ahora ya ha dejado el apelativo de “Niño”, para anunciarse como “Pepe Marchena”.    

Sin embargo, el caso de Marchena fue diferente. Pepe irrumpe y en los primeros años, es fiel seguidor de sus maestros, Chacón, Torre... y se acoplaría a los estilos de Jerez, Triana, la Alameda sevillana… en su etapa de aprendizaje. Incluso, apuntaría cantes al estilo de Pastora, Rebollo… Pero a partir de mediados de los 20, Marchena optimiza los recursos que posee en su garganta y los conocimientos que tiene de los cantes. Eleva el fandango a la máxima expresión, se hace el amo de los cantes de levante, modifica y revoluciona cada estilo con sus modulaciones, como dirían de él muchos escritores y poetas: “… injertaba los cantes con nuevas yemas, pero no convertiría jamás al flamenco en una hibridación, sino en un árbol nuevo, natural, con nuevas entonaciones, sin la aspereza inicial; ahora era más melódico, vitalista, revistiéndolos de grandeza” Para muchos la impronta del “Niño de Marchena fue un cisma en el flamenco. Si la ruptura la habían iniciado Torre y Chacón, si Pastora rompió cánones a inicios del XX, Pepe daba la vuelta definitiva de tuerca, actualizando el flamenco, revitalizándolo.