Ingenio e inteligencia, mezcla perfecta

Eduardo Ternero - domingo, 8 de septiembre  de 2024

Nos resistimos a dejar 1934, pues sería un año clave en la historia de España y en la vida de nuestro protagonista, el “Niño de Marchena”, al que todo el mundo sigue, con quien los públicos se enardecen y pelean por asistir a sus espectáculos. Prueba de ello son los llenos en las ciudades y pueblos donde llega su Compañía, las crónicas que la mayoría de los diarios y revistas hacían del artista más distinguido y con más valor mediático que había en España. Los columnistas, locutores de radio, la propia gente de la calle, ya no quiere entrar en polémicas: “si es más o menos puro, mejor o peor cantaor flamenco; ya no se plantean si lo que hace aquel “Niño de Marchena” es copla, canción, o algo que él inventa”. La gente, los aficionados, van a ver al artista, al divo, al singular fenómeno de masas nacido en Marchena, que en noviembre acaba de cumplir 31 años y que lleva casi 20 años ofreciendo espectáculos y estando en la cúspide de la fama.

 El cine-teatro de verano "Portela"

Insertamos aquí la síntesis de un artículo publicado en el Diario de Cádiz, del 4 de agosto de 1934, que el flamencólogo y escritor Eugenio Cobo recobraría y nos brinda: “… no escribimos estas notas por la gran actuación que tuvo Marchena y sus compañeros en la plaza de Toros. Los aficionados lo hemos escuchado donde se debe escuchar, en un lugar cerrado, donde no se pierda la orfebrería genial de su privilegiada garganta y donde se pueden apreciar todos los estilos del cante andaluz antiguo. El cante está en crisis y los cantaores salvo rara excepción no saben de estos valores esenciales del cante jondo. Por eso, cuando un aficionado, oye a un artista joven como el “Niño de Marchena” cantar por fandanguillos, canciones de reminiscencias americanas – donde no tiene rival –, y apuntar el polo, la caña, martinetes del Puerto o de Jerez, desgranar un tercio por seguiriyas…, no tiene más remedio que reconocer que, en este artista, están condensados el espíritu de los grandes maestros del género”. El periodista se deshace en elogios hacia Pepe, al que ilustra con los éxitos obtenidos en Sevilla, y las demás provincias durante la gira de aquel verano. Pero, además, pone en su boca la gran admiración que Marchena siente hacia Chacón y su amor por Cádiz, donde el “Niño” acababa de hacer unas declaraciones en las que afirmaba: “… porque en esta ciudad donde se crearon, cuidaron y refinaron los mejores y más puros estilos flamencos”. El cronista del Diario de Cádiz también aportaba datos sobre el momento que vivía el “Niño de Marchena”: “… ahora, se está preparando para filmar una película”, a la par que dejaba caer: “Don José Tejada, es una persona muy modesta, campechana y un gran compañero al que aprecian todos” y sobre todo, respecto a su personalidad resaltaba: “… es de destacar su cultura, su estudio y su inteligencia”.

 Vamos terminando 1934, el artista marchenero concluye su gira con la Compañía de los cuñados Vedrines-Monserrat, a la par ha ido haciendo otras galas por su cuenta, actuando en lugares tan bonitos y peculiares como en el desaparecido cine-teatro de verano “El Portela” de Sevilla, donde la gente iba, durante las noches de estío a disfrutar comedias de los Quintero y a sobrellevar las calores nocturnas del clima sevillano. El edificio en cuestión se encontraba entre los jardines de Murillo y la Estación Ferroviaria de Cádiz. Allí, en julio, actuaría Pepe con el Niño de Utrera y Paco Senra, entre otros.  También lo haría en el Circo Price de Madrid, en noviembre, junto a Montoya, Palanca, Pepita Caballero, el Chato de las Ventas, Lola de Triana, Estrella del Genil, Pepita Sevilla… y Aziz Balouch, aquel extraño paquistaní que acababa de grabar unos discos. Para finalizar el año, concretamente, el día de Navidad del año 34, el “Niño de Marchena” y Montoya darían un recital en el Cine Montecarlo madrileño, inolvidable para quienes asistieron.

Paco "El Boina"

Políticamente hablando, en España, durante los dos últimos meses del 34 se agudizarían los conflictos. Los diarios, portavoces de las derechas (ABC, El Debate, El Sol…), no cejaron en describir y calificar a los obreros (mineros, campesinos…, insurrectos), como “fieras”, “monstruos”, “podredumbre”, “basura”…, sobre todo a los mineros de Asturias, a los que percibían como “gente anti-patria”, “escoria anti-España”: “Era gentuza que había intentado destruir los valores de la España tradicional, misionera, unitaria, conquistadora”… (a los que seguirían reprimiendo mediante ejecuciones diarias). Las represalias no quedaron solo ahí, durante bastante tiempo seguirían intentando acabar con la República. Así lo expresaba José Calvo Sotelo, líder del partido Renovación Española: “… entiendo, el agravio inferido a España, como una traición a la Patria, jaleada por la hedionda prensa de la Anti-Patria. Mas, al vencer a la revolución, España, se recobró a sí misma”. Además, tras la represión brutal del ejército, tras la cantidad de muertos que hubo entre los mineros, lo justificaba diciendo: “el ejército es el honor de España, es la columna vertebral de nuestra Patria, es la disciplina, la civilización…, es España y quiere destruirlo la revolución”. 

Para finalizar, Calvo Sotelo el 6 de noviembre dictaba: “La desaparición del sistema democrático (aquel que proponía la República y se había consolidado en las urnas), deberá ser sustituido por una dictadura cívico-militar..., una profunda reforma de la representación política, de la que quedarían excluidas las opciones de izquierda y centro y la convocatoria de un referéndum popular, que confirmase la instauración y la vuelta de la monarquía neo tradicionalista y del Estado Nuevo totalitario.

 José Calvo Sotelo

Pero, sigamos la vida de nuestro cantaor quien, creemos,  desconocía lo que se fraguaba en política, ni le interesaba. Él tenía en su agenda tal cantidad de cosas: cine, galas, visita a amigos, divertimento, montar otra Compañía, y sobre todo – aunque parezca mentira –, no descuidaba su aprendizaje. Pepe era una caja de sorpresas, nadie había apreciado tanto al flamenco como él, nadie se había preocupado tanto por conservar la esencia de sus ancestros como lo hacía él. Ya lo dijimos, hace unos años que el “Niño de Marchena” llevaba cantaores que, generalmente, no actúaban, pero, Pepe, los escuchaba a solas, aprendiendo los cantes que arrastran de sus antepasados, los de su gente, los que pudieran quedar olvidados. En estas fechas, solía llevar a Antonio Jiménez el hijo del Mellizo que ya había cumplido los 60 y estaba muy enfermo. También llevó una temporada a Gabriel Díaz “Macandé” aquel “loco” al que el General Sanjurjo le diera 20 duros por una saeta y lo rechazara, el mismo con el que, Caracol y Melchor de Marchena, lloraban al escuchar sus fandangos tras la tapia del manicomio. Aprendería algunas cosas, Pepe, del joven cantaor Paco “El Boina”, un ilustrado cantaor que amarraba los cantes y tenía un gran conocimiento de muchos estilos. Igualmente, llevaría, como cantaor de su Compañía, a Juan Martínez Vilches “Pericón”, aquel maestro que rebozaba salero y gracia gaditana en sus cantes y que no dejaría, en sus entretenidas charlas, de elogiar y admirar al Niño de Marchena; también, el marchenero, aprendería muchos estilos de Cádiz con él.

  Hay que entender, que por estas fechas un reproductor de sonido, un magnetófono, prácticamente no existía y los cantaores, guitarristas…, tenían que aprender de forma presencial, en directo y, si no querían desviarse, ni desvirtualizar un cante, una música, tenían que recurrir al origen cuantas veces fueran necesarias. Entiéndase igualmente, que estos artistas, que acompañaban en sus giras a Pepe, suponían un gasto más para él,  y que sufragaba; pero, como hemos dicho, el dinero para él nunca fue algo consustancial, siempre fue un medio efímero, volátil.

Pepe, finales de los  30

No debemos olvidar, que Marchena vivió a lo largo de su vida en un aprendizaje continuo. Esa afición suya al flamenco, a encontrar y conservar las raíces más puras le valió siempre para hablar con certeza de lo que muchos desconocían. Algunos, elocuentes en ese desconocimiento, han considerado al maestro marchenero como un artista banal, que, dotado de una garganta prodigiosa, llena de florituras, hacía filigranas con los cantes y poco más. Quien se contentara con esa definición no conocía a José Tejada Martín, ni conoció la trayectoria de aquel genio.  En primer lugar, el “Niño”, desde sus inicios, jamás fue un parásito del flamenco, jamás vivió a costa de los cantes de otros. Sí, es cierto, los conoció y los aprendió de sus ilustres antecesores, de los grandes del XIX…; pero, él los recreó, los innovó. Pepe se engoló a sí mismo, se formó a conciencia, por eso podía explicar los cantes “ex cátedra”, su origen, sus mejores intérpretes, sus secretos... Marchena documentaba, esgrimía razones para que el público entendiese, amase el flamenco. Después, los bautizaba a su manera (quizás con razones o certezas que aún no llegamos a descubrir) y a continuación demostraba el valor de cada cante con su voz, su cabeza, su alma. ¿Alguien da más?

Dejamos el 34 con sus luces y sus sombras, pues si en política (el segundo bienio de la República) y en la suerte de los más pobres españoles todo había sido un fiasco, para nuestro artista, para el “Niño de Marchena, había sido un año de reconocimiento, se había bañado en éxitos. Ahora, su fama no solo abarcaba toda la península, sino que se adentraba en el sur de Francia y el norte de Marruecos. Empero, quedaba por venir lo mejor…