Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 17 de noviembre de 2024
Estamos a mediados de 1942, El niño de Marchena, ha decidido dar un giro a su vida artística; está viendo que hay que adaptarse a los tiempos, va a cumplir 40 años y ya no funcionaban ciertas cosas que antes si fueron acertadas. Aquel verano terminaba su Compañía la gira por Badajoz y de nuevo partiría para el Sur, hacia tierras de Cádiz. Como dijimos, la compañía que en aquellos años de postguerra llevaba Pepe no era gran cosa y los públicos estaban ávidos de ideas nuevas, de renovaciones; la gente quería olvidar tiempos pasados; aquella oscuridad que habían vivido los últimos años de luchas fratricidas de miseria e infelicidad. Pero, Pepe, ni llevaba buena Compañía ni había renovado su repertorio, se limitaba a cantar las canciones y los palos que había hecho en sus películas. La troupe que llevaba aquel año era poco más que mediocre, solo les salvaba el carisma y el nombre que imponía él, el “Niño de Marchena”.
Juana "La Macarrona", bailaora
Pepe y su Compañía actuarían en el teatro Cervantes sevillano los días 28 y 29 de septiembre. Había que bajar al sur (Andalucía, Extremadura, Murcia…) si querían comer; en Madrid y otras ciudades de Despeñaperros para arriba no había contratos para aquella troupe que acompañaba al “Niño”; tal vez demasiado flamenco, demasiado ‘jondo’ para los tiempos que corrían. A inicios de octubre del 42 se desplazaron por tierras gaditanas. En el propio Cádiz, el marchenero, como siempre, petulante, egocéntrico, soltó al respetable en un momento de su actuación: “Soy el mejor cantante de España, de todas las épocas”, cuando en realidad, Pepe, cantó sin ganas, repetitivo… y, conociendo la guasa de Cádiz y como se canta en la provincia, aquello enfadó a la gente que asistía y lo abucheó.
Aquel noviembre de 1942, viendo el estado de enfermedad en que se encontraba Juana Vargas de la Heras “La Macarrona”, nacida en 1870, el “Niño de Marchena”, junto a multitud de artistas (cantaores, bailaores, poetas…), organiza en el Hotel Colón sevillano (hotel donde Pepe tuvo su residencia muchos años), un homenaje a la insigne bailaora que celebraba sus bodas de oro con el flamenco. “La Macarrona” había sido una de las mejores bailaoras que había dado el mundo del flamenco. El Diario de Cádiz, el 12 de enero de 1889, publicó la siguiente declaración del Shah de Persia, entusiasmado por el baile de “La Macarrona” en París: “Esta graciosa serpiente, es capaz de hacerme olvidar a todas mis almées (danzarinas persas) de Teherán”. Entresacamos, también, un párrafo del libro de Fernando el de Triana “Arte y artista flamencos”, quien escribe acerca de ella: “… reina en el arte de bailar flamenco, porque la dotó Dios de todo lo necesario para que así sea: cara gitana, figura escultural, flexibilidad de cuerpo, y gracia en sus movimientos y contorsiones, sencillamente inimitables”. Con Pepe, “La Macarrona”, había estado en la inauguración del Alfonso XIII de Sevilla y actuado en varias ocasiones. Cinco años más tarde, moriría sola, en su barrio, olvidada, sin nada, acompañada por cuatro vecinos.
Miguel Hernández, poeta
Pepe, finaliza 1942 pasando una mala racha, no encontraba artistas de primera para engrandecer su Compañía, además, contratar a nuevas figuras, sobre todo de la copla, suponía un enorme desembolso. Por tanto, los contratos para los grandes teatros madrileños y recintos con suculentas taquillas, se le negaban. Quien únicamente podía defender y dar garantías de éxito era el propio Marchena, que aún seguía acaparando los comentarios de la prensa, porque conocía los intríngulis de la publicidad y cada día ofrecía carnaza para no alejarse de los mentideros del público: A inicios de febrero de 1943 del periódico “Dígame”, recogemos trazos de lo que comentaba en una entrevista: “Todo lo que canto es original. Salgo al escenario sin nada preparado, voy improvisando, soy creador cada vez que canto, el arte es así”. Sigue la entrevista y Pepe alardea, con motivos suficientes: “Yo he quitado la miseria al flamenco y lo he vestido de gala, lo he sacado de la humillación del cuartito de cabales de un bar y lo he subido a los grandes escenarios, a los coliseos…”
1943 sería un año para olvidar en la vida del artista marchenero, que ya se va anunciando con el apelativo de “Pepe Marchena”. En estas fechas, como hemos dicho, a punto de cumplir los 40, el genio de Marchena, José Tejada Martín, creyó que era hora de dejar atrás el remoquete de “Niño de Marchena”. Ahora, Pepe Marchena, además de hacer, como cada temporada su gira por el sur, por su Andalucía, salta el estrecho y actúa por todo el Rif, por el norte del territorio marroquí (Tetuán, Ceuta, Larache, Melilla…) y, aunque, no está en su mejor momento en cuanto a contratos, Pepe, se conoce y sabe que está en el culmen de madurez artística. En sus galas recuerda las canciones y los cantes que llevaba en sus películas. Rueda en la primavera de ese año “Aires de Ronda” una película que no llegaría a estrenarse, aunque, sus incontestables le siguen homenajeando, sigue actuando en muchos de los lugares de Andalucía, donde es querido y reconocido por los públicos, sobre todo por la enorme cantidad de aficionados e incondicionales forofos del cante del marchenero.
Antonio "El Sevillano", cantaor
La situación en estos años de muchos artistas, incluido Marchena, es paralela a la que marcaba la historia de España en los inicios de los años 40. Tras la Guerra, la economía estaba por los suelos; los campos, que fueron abandonados durante la contienda, aún no habían sido capaces de proveer a la población que padecía hambre y calamidades (recuerden que a esta etapa histórica que estamos tratando se le llamó “los años del hambre”, aunque el llamado <año de la ‘jambre’>, sería en Andalucía aquel 1946, porque apenas si pudo recogerse la cosecha). El poeta Miguel Hernández, desde su encierro y muerte en la cárcel alicantina, en marzo de 1942, vaticinaba, lo que depararía a su maltratada España: “… días de muerte por inanición, enfermedades, cartillas de racionamiento, estraperlo y pan negro” (pan de centeno).
El régimen franquista, incapaz de sacar a España de aquel marasmo y por ende de aquella indigencia, culparía de su ineficacia a los desastres de la Guerra, al aislamiento internacional (una autarquía buscada por ellos), a la pertinaz sequía de aquellos años…, eludiendo cualquier responsabilidad en aquel horrendo sufrimiento por el que tuvieron que pasar la mayoría de los españoles: los más pobres, los vencidos, y sobre todo quienes no pudieron resistirlo, como los ancianos, los niños, los enfermos… Se estima que durante aquellos años pudieron morir por diversas causas (inanición, tifus, tuberculosis…) entre 250 y 400 mil españoles, en el periodo que va desde 1939 hasta 1943, sin contabilizar los siguientes hasta 1950, que fueron otros tantos. Claro que otros muchos tuvieron un seguro de vida, un salvoconducto perenne; fueron aquellos que por ser falangista, familiar cercano de un muerto en el bando nacional, mutilados de guerra no republicanos, etc. tuvieron la fortuna de no padecer tales las desgracias y accedieron a las ayudas de Auxilio Social, viviendas, trabajo…
Antonio Molina, cantante flamenco
En el mundo del espectáculo pasaba otro tanto igual. Los señores, los señoritos volvieron a sus andadas, a sus cuartitos de cabales, a aquella prostitución y humillación del flamenco. Por la parte que nos toca, viene a cuento el referir un pasaje, – ejemplo de los que decimos y que ocurrió en aquellas fechas –, en el que se ve implicado un marchenero al que llamaban “El de los millones” y un cuadro de cantaores, tal vez de lo mejor del flamenco: Juan Valderrama, Tomás Pavón, el Pinto, El Sevillano y el guitarrista Niño Ricardo. A aquel “señorito” marchenero le habían tocado 2 millones de pesetas en la lotería antes de la Guerra y citó a los artistas en un reservado del Casino Cerezo de Carmona. Una vez que cantaron todos acompañados por Niño Ricardo, le tocó el turno a Valderrama que era el más jovencito. Como Juan tenía la costumbre de cantar con los ojos cerrados y con la cabeza bajada, “el señorito de los Millones”, borracho, un borde, según Valderrama, le hacía burlas, cachondeándose de él. Tomás Pavón, que no aguantaba aquellas vejaciones, se levantó y a voces le espetó: “¡Tú eres un hijo de la gran puta, y yo me voy ahora mismo de aquí! ¡Tú no tienes vergüenza, ni sabes de esto!” Tomás le quería pegar, se iba en busca de él… y cogió a Valderrama y le dijo: “Y tú, Juanito, cállate y no cantes más, tú no eres un cantaor de borrachos…” y se fueron todos sin cobrar.
Aquel año aciago de 1943 va dando sus estertores. A Pepe, le hacen un homenaje en Cádiz el 2 de septiembre en el cortijo de los Rosales. Allí cantaría el repertorio que hacía en sus películas. Permanece en la tacita de plata durante unos días, actuando en el Cine “La Bombilla”. Pasaría luego, en el mes de octubre, a la ciudad hispalense donde actuaría en el Lope de Vega en un homenaje a sus admirados hermanos Álvarez Quintero. Sin embargo, en sus actuaciones, observaba que no estaba teniendo la repercusión que siempre había tenido. Conociendo la personalidad de nuestro artista, entendemos que no estuviese satisfecho y menos aún contento; por detrás venían empujando otros artistas, Valderrama, Farina, Caracol, Mairena, Molina… y grandes cupletistas como Concha Piquer, Lola Flores… y él no podía estar fuera del candelero; él, entendía que seguía siendo el mejor, él era Pepe Marchena y su orgullo, su vanagloria no le dejaría estar fuera de aquel pódium al que siempre había estado subido.