Cantes de sierra: Serrana

Eduardo Ternero - 31 de mayo de 2020

Escuchar un cante por serranas nos retrotrae al XVIII-XIX, a movimientos de hombres por la serranía; nos conduce al bandolerismo, a ocupación del francés, a asalto de una diligencia, a robos en cortijos, al amparo de un pueblo que sufre injusticia. Nos invita a un escenario amargo de faca y arcabuz,  jinetes a  caballo, a  una venta en el camino, a un romanticismo  en el que se mezcla  la soledad con ese contraste de libertad que da la sierra. 

Bandolero andaluz 

Un cante por serranas nos trae aires y letras de desamores, de escenas bucólicas, de contrabando y de persecuciones por senderos de hombres  que sufren el acoso de la justicia.

  La serrana es un cante que alude a la sierra, a las serranías de Ronda y Sierra Morena, a hombres que viven del contrabando en Gibraltar o Portugal; nos trae imágenes de arrieros, pastores, bandoleros, maquis que andaban perseguidos tras la Guerra Civil… Ya Richard Ford, el Duque de Rivas, o Estébanez Calderón nos los confirman en sus escritos, hablando de las serranas como un cante de posta y diligencia, de asaltos e injusticias, de persecución, presidio y muerte. 

La serrana es un cante meloso, en el que podemos entrever  aires de  caña, de seguiriya, de liviana en incluso de calesera, con altos y bajos que requieren un gran esfuerzo del intérprete, ya que debe modular mucho y alargar los tercios. Tal vez, en sus orígenes,  fuese un tipo de canción serrana, emparentada con la seguidilla manchega que los flamencos le fueron añadiendo aires de otros cantes; por ejemplo Silverio – su gran impulsor – la iniciaba por liviana, otros por seguiriya.

También es apreciable el cambio de unas zonas a otras, de la serranía de Ronda a Huelva o del norte de Córdoba a la Axarquía. A finales del XIX, sería Antonio Chacón – que las aprendió de un cantaor al que llamaban “El Sota” –,  quien le diese la estructura que conocemos hoy y que cantan la mayoría de artistas. Ahora, cuando  escuchamos una serrana,  podemos observar que muchos la empiezan  con aires de liviana, después el macho y se concluye, por lo general, con la seguiriya ‘cambiá’ de María Borrico.

Vicente Escudero 

En la serrana podemos encontrar una estrofa de cuatro versos de 7 y 5 silabas alternas;  el compás,  ya lo hemos dicho,  que es el propio de la seguiriya, pero algunos autores y músicos apuntan que dada la antigüedad de las serranas, podría ser que fuese la seguiriya la que “copiase” de alguna manera el aire y el ritmo de la serrana; todo lo contrario a lo que la mayoría estamos acostumbrados a escuchar. En cuanto al toque no podemos hacer prácticamente diferencias entre el toque de la serrana y la seguiriya, solo que la serrana lleva un paso más calmado. Otros apuntan que podría ser que la serrana se apoyase, al igual que la liviana, en el compás de los fandangos ‘abandolaos’ de la sierra, sobre todo de las provincias orientales, que se fueron ‘aflamencando’ a lo largo de los tiempos.

Las letras de la serrana, además de la temática que ya hemos comentado,   suelen ser de versos largos, melodiosos, en consonancia con la caña y el polo que se entremezclan con sonidos de la guitarra al compás de seguiriya. En definitiva,  podemos decir que la serrana es un cante de  ‘policaña’ con aires de seguiriyas. Pero su cadencia es tal que, esa mezcolanza,   nos lleva a rememorar  el aroma de la sierra,  a degustar olores a romero, tomillo, jara, etc. 

 En definitiva, este cante no conduce por  aires y la armonía de varios palos muy identificados; pero,  al mezclarlos, al acompasarlo con  letras alusivas a los ambientes serranos,  nos hace deleitarnos con unos ‘sonios’ distintos,  a  sabor añejo. 

Kiki de Castilblanco 

¿Quién, escuchando una serrana, no respira aires agrestes, bucólicos;  aires de monte, de caminos entre jarales, de aromas  de Ronda y el resto de sierras andaluzas? Ya tuvieron su apogeo a mediados del XIX, cuando en los cafés cantantes era uno de los cantes preferidos por el público, no en vano estaba presente aún la memoria de la invasión y la lucha contra los franceses, estaba en auge un bandolerismo por todos los pueblos, debido a la injusticia y la persecución de la recientemente creada Guardia Civil. En un ambiente generalizado de hambre, y calamidades; solo la caza furtiva, el robo o el contrabando podía sacarles de aquella  miseria en la que estaba sumida  Andalucía.

Ya hemos comentado que, en los cafés cantantes, se puso de moda el cante por serranas, un cante que seguramente se cantaba ya por los pueblos de la serranía y llegó a Silverio a través de novedosos  intérpretes que contrataba para sus locales. Asimismo, aparte del gran Silverio que las interpretaba, se consideran grandes cantaores de serranas a Gallardo de Morón, Villalta, Chacón, Fernando el Herrero, “El Portugués”, Antonio Rengel, y cantaores de hoy como Luis de Córdoba, Kiki de Castilblanco…, Quizás uno de los primeros interpretes que grabara una serrana fuese Antonio Pozo “El Mochuelo”, en aquellos prehistóricos discos de cera de finales del XIX.

En cuanto al baile, igual que pasó con las seguiriyas en su momento, es una creación muy reciente y se la debemos a Antonio Ruiz Soler hacia 1945; pero  quien más las popularizó fue  el bailarín/bailaor Vicente Escudero.