La República y la Colombiana

Eduardo Ternero - domingo, 30 de junio de 2024

Ya hemos comentado lo desagradable que fue no reconocer en Pepe Marchena la gran labor ejercida, en la transformación y expansión de los cantes hispanoamericanos, como para no designar a los Premios de Cantes de Ida y Vuelta del Concurso de Córdoba con su denominación. No negamos que Pepa de Oro trajera el aire de los cantes por milongas de Argentina, ni quitamos méritos a nadie. Conocemos, también, que, en Cádiz, a inicios del XIX, arribaron guajiras, habaneras… Igual pasó con la vidalita y la rumba, que llegaron a finales del XIX y empezaron a cantarse en la primera década del XX, por las tabernas gaditanas. Hemos sabido que, entre Pastora y Escacena, allá por 1918, parece ser que se reparten la paternidad del las primeras vidalitas con aires flamencos. Luego vendrían, Vallejo, Guerrita, Marchena… Pero, no hay duda alguna, quien promocionó, quien más contribuyó al conocimiento de los cantes de ida y vuelta fue el “Niño de Marchena”… Son muchos los motivos por los que debería ser reconocido como rey de los cantes de Ida y vuelta, los cantes de levante, o divulgador del fandanguillo; pero, también, Pepe, suscitaba envidias, celos, traiciones…

               Marchena con Ramón Montoya

Ya dejamos atrás el año 1930 e iniciamos el siguiente (1931), con el triunfo en las votaciones de los grupos del bando republicano. Por tanto, el rey Alfonso XIII, se tuvo que exiliar y dar paso a la II República Española, que duraría hasta 1939, año en el que se instala la Dictadura del General Franco. El primer gobierno republicano provisional sería presidido por Niceto Alcalá Zamora (liberal derechista republicano) y aquella misma noche del 14 de abril de 1931 se lanzaría el siguiente bando: “el Gobierno decreta una amnistía para los delitos políticos, sociales y de imprenta, pero el decreto más importante de este Gobierno provisional es el que fija su propio estatuto jurídico, estableciendo para su actuación un marco mínimo de garantías, como la libertad de cultos y creencias y el respeto a los derechos y libertades de los ciudadanos.” Con ello y otros actos más en el campo de las libertades y las promesas de bienestar, la población creyó que se acabarían las penurias y desgracias que les acuciaban (más de un 20% de muerte infantil, una hambruna generalizada, el tifus, el cólera y otras miserias y enfermedades se cebaban con los más pobres). Empero, la población más paupérrima, estaba ilusionaba con la promesa de un inminente reparto de tierras y la llegada de una serie de mejoras prometidas, que, a la postre, quedaría solo en eso: en promesas; pues, la perspectiva económica nacional era devastadora; todo aquel panorama apocalíptico no podía paliarse de la noche a la mañana. A modo de ejemplo: los mineros, tras una jornada de duro trabajo, ni siquiera podían comprar una hogaza de pan. En cambio, la clase más pudiente (agricultores, empresarios, terratenientes…), se enroscaría ante la petición de ayuda por parte de los dirigentes, para que ayudaran a la población que moría de hambre, aduciendo el desastre de las cosechas de cereal, aceitunas, vid… y la falta de materias primas para las industrias…

Pero, como ha ocurrido siempre en nuestro país, los partidos republicanos no se pusieron de acuerdo y la Reforma Agraria no llegaría a contentar ni a campesinos ni a propietarios. Sí, es cierto, se impulsaron ciertas condiciones laborales del campo y la industria (jornadas de 8 horas de trabajo, se elevaron los sueldos, el derecho a huelga, etc.); pero ello, supuso el malestar de los empresarios que se negaban a ceder y ante aquellas reivindicaciones de los campesinos y obreros industriales, recurrirían a los inmigrantes.

"El Niño de las Marianas"

Mientras todos estos acontecimientos sucedían en España, el “Niño de Marchena” seguía en su empeño, en la búsqueda de músicas nuevas que despertaran interés en el público, que renovara al flamenco, que llegase a las masas y no fuese solamente aquel que solo se mostraba en su pureza más rancia y ancestral. Fue un intento de fusionar el flamenco con aquello que se llamaba copla-canción que sonaba en todas las emisoras de radio. Él buscaba una fusión que gustase a todos, intuía que los intereses del público eran otros; ahora ponderaban músicas más movidas.  En ese empeño, por mor de ese interés que puso Pepe, nacería la Colombiana. Hablamos, pues, de cómo fue el nacimiento de este nuevo cante, el único que se ha creado en el siglo XX, el único que ha tenido una repercusión generalizada entre los artistas y el gusto de los públicos. Debemos de reconocer que, el “Niño de las Marianas”, hizo un intento de crear y promocionar una versión flamenca de la Asturianada; pero, quedó para la historia y pasó sin pena ni gloria, porque jamás la cantó nadie más. También, Paco de Lucia, inventaría la Canastera allá por los 70, como una especie de cierre ‘abandolá’ de la Rondeña, que la voz de Camarón cantó y grabó, pero han sido pocos los cantaores que han seguido su estela.  Juan Peña “Lebrijano”, saltándose (en los años 70) el vallado que los puristas habían establecido, quiso crear un nuevo cante, al que Félix Grande pondría letra y al que denominó Galeras (un cante que nos encanta, que nos transporta a una etapa maldita de nuestra historia). En las Galeras del niño de la “Perrata” habita el sufrimiento de los galeotes gitanos condenados a los remos de la Armada Española durante siglos. Este cante, muy sentido y preciosista, es una especie de bulería muy lenta, que ha tenido algunas secuelas. Ahora, la ha retomado Marina Heredia.

Pero el único cante que se ha creado en el XX, que haya tenido tanta repercusión como para llevar casi un siglo cantado por los mejores, por el pueblo, y grabado por casi todos los cantaores, ha sido la colombiana, una creación de Pepe Marchena. Nosotros, para hablar de cómo aconteció dicha creación, vamos a recurrir al escritor y flamencólogo Eugenio Cobo, que ha investigado las fuentes y que ha seguido concienzudamente la vida artística del marchenero más universal hasta hoy día.

  José Manuel Gamboa, flamencólogo

Por entonces, hablamos de 1931, el “Niño de Marchena” llevaba como guitarrista a “Sabicas”. En un momento dado, Agustín Castellón “Sabicas”, escuchaba a Pepe, que se mostraba nervioso, dando vueltas y tarareando una música continuamente.  “Sabicas”. Extrañado ante tal reiteración, le preguntó, que era aquella melodía que tanto repetía. A lo que Pepe contestaría: “Esto son colombianas”. “Sabicas”, se quedaría sorprendido, porque aquello no tenía nada que ver con los sonidos de Colombia. El guitarrista Rafael Nogales, que más tarde iría en la Compañía de Pepe, afirmaría que, la colombiana, aquel cante que el marchenero había creado, tenía algún parecido con una música del País Vasco. Años más tarde, el productor, músico y flamencólogo José Manuel Gamboa, descubriría que la colombiana tiene aires de un zortzico vasco. Pero, si ustedes tienen oportunidad de ver la película de Elia Kazan “¡Viva Zapata!”, protagonizada por Marlon Brando y Anthony Quinn, pueden detenerse en una escena en la que, un pueblo mejicano, canta una ranchera con una musicalidad muy semejante a la colombiana. Por tanto, podemos decir que, Pepe, podía tener en su cabeza varías músicas, diferentes melodías le rondaban: la mejicana y la vasca…

Otra versión la contaría Juanito Valderrama, al decir que, Pepe, cada noche iba al cabaret Alcázar, para escuchar a un grupo colombiano que solía cantar una canción con una música parecida. Con todos aquellos mimbres, más otros sones que pudiera tener dándole vueltas, el marchenero, formaría un coctel cuyo parto, ayudado por Hilario Montes, resultaría una bella composición aflamencada. Fue la creación de un estilo preciosista de cante flamenco que le iba de maravillas a su forma de cantar, con muchas filigranas y ese virtuosismo melódico que le caracterizaban. Desde el momento en que, Pepe, grabó la colombiana (1932) junto al Niño de la Flor (que hacía la segunda voz), fueron muchos los cantaores y cantaoras flamencos que lo imitaron, por ello es considerada como la única creación que se ha hecho desde inicios del XX.

Rocío Jurado

En la versión que grabó Pepe con la guitarra de Ramón Montoya; muchos musicólogos observan, en su melodía y en su ritmo, influjos de la música cubana, al igual que la guajira, la rumba o la danza cubana. Pepe la presentó en casi todas las grandes ciudades de España, en Sevilla fue el Teatro-Cine Pathé. A partir de su salida al mercado, muchos artistas la llevaron en su repertorio, a pesar de que los defensores de la pureza del flamenco no estaban de acuerdo con incluirla entre los auténticos cantes. Ni que decir tiene que, a partir de entonces y hasta hoy, se han instrumentalizado, cantado y bailado multitud de versiones de la colombiana como la que hicieran Carmen Amaya, Paco de Lucía, Rocío Jurado, Pepe el Molinero, Ana Reverte, Niña de la Puebla, Luquitas de Marchena y un larguísimo etcétera de artistas que a lo largo de estos casi 100 años de su creación la han grabado y llevado, recordando la memoria de “Pepe Marchena”, por todos los escenarios del mundo.

En Marchena, desde hace muchos años, se creyó conveniente hacer un homenaje a su artista más universal, Pepe Marchena, haciendo una exaltación de la Colombiana mediante un Concurso Nacional anual dedicado exclusivamente a este cante, para poner en valor, no solo el preciosismo de su musicalidad sino también, la memoria de su creador.