Sentir Flamenco

 Por Eduardo Ternero Rodríguez - 16 de agosto de 2019

Sentir Flamenco.

 Si alguien, que no fuese de estas tierras, nos preguntara que le dijese lo que es el flamenco, lo que es el sentir flamenco, tendría que pensarlo mucho y tomarme unas cuantas horas, días… con esa persona para que pudiese tener una mínima noción. Es como decirle a un entendido en música afroamericana que te defina lo que es el soul; te diría: es como una amalgama de goospel,  mezclado con doowoop, una gran dosis de rhythm and blues,  la influencia disco y algo de hip hop. Después te diría: escuche usted esas músicas  por separado,  a los intérpretes más puros… y después, navegue usted en el tiempo, escuche mucho soul, viva el soul, imprégnese  y, cuando  se le erice la piel,  tal vez lo entienda. ¿Pues eso? Aplíquenlo al flamenco. 

¿Quién se atreve a decir qué es flamenco puro, que tiene de copla, qué es flamenco adulterado, qué es una canción con arreglos  flamencos o que es el flamenquito? No me atrevo a definir, con claridad,  la raíces porque muchos ven sonidos sefarditas, otros árabes, moriscos; muchos ven músicas y letras de seguidillas castellanas y manchegas, otros que si la influencia de la jota aragonesa en los cantes de Cádiz, que había un poso de cantes oriundos de la propia Andalucía, que si los romances vienen del Medievo, de los juglares que saltaban Despeñaperros, que si muchos cantes tienen tonos del Caribe, de la Pampa… y todo amalgamado, amasado en una tahona del tiempo,  en la que el pueblo gitano le  ha  dado  forma, ha forjado  sonidos  y  ritmos. 

Muchos aficionados y aficionadas me dirán que el flamenco es lo puro; otros, que hay que evolucionar, unos dirán que hay que agarrarse a un clavo ardiendo y si hay que ponerle arreglos modernos, pues se le ponen,  que también es flamenco. Que flamenco puede ser lo que hace 

Ketama, lo que hace “el Barrio”, lo que hace Rosalía y una “seguiriya” de Terremoto o una soleá de Mairena. Todo lo que está ocurriendo ahora, toda la polémica que puedan suscitar los nuevos  ritmos adaptados al flamenco,  se ha repetido en la historia muchas veces. 

 Todos hemos leído y escuchado que, cuando se formalizaba el flamenco más profundo a finales del XIX, emergería Chacón y la Niña de los Peines para poner un poco de orden en los cantes, definir palos… (por ejemplo con la granaina, bamberas…). El primer tercio del XX, cuando el flamenco se relegó a la miseria y las tabernas, la presencia de los cafés cantantes, el valor de Marchena, los fandangueros, los concursos… vinieron a definir un nuevo flamenco, en un intento de que no cayese en el olvido y vivir del arte. La segunda mitad del XX, los festivales, los cantes de ida y vuelta, la melosidad, los Valderrama, Molina, Angelillo… las compañías de varietés, los llenos de las plazas de toros… combinaron los cantes del flamenco más puro con la copla, el cuplé. 

Vendría a apoyar todo esto la rumba catalana (Peret, Gato Pérez, los Manolos…) mientras Antonio Mairena y Molina se desgañitaban reclamando la pureza, investigando, retrotrayendo cantes (soleá de Charamusco, los cantes de Alcalá…), en un momento en que los Beatles y otras músicas se comían los gustos de la juventud y el flamenco se devanaba los sesos para no caer en la ignorancia.  

 A finales del XX, la presencia de Camarón, Lucia y otros, su liderazgo, levantaría de nuevo el fervor en la memoria ancestral del cante, renovó los sonidos, puso luz de nuevo en el horizonte de muchos que lo creían perdido y supo combinar la pureza con la innovación, lo hizo de tal manera que nos llevó al XXI amando una forma de sentir, una forma de expresar nuestros sentimientos que sin dejar de ser puros nos lo adecuó a nuevos tiempos. 

Para entender un poco más acerca del “Sentir Flamenco”,  les recomiendo ir a youtube y pongan: “Cantes primitivos sin guitarra.   Rito y Geografía del cante Flamenco”.