Manuel Vallejo (II)

 El ruiseñor flamenco

Eduardo Ternero - domingo, 12 de febrero de 2023

Estamos en un momento crucial en la vida de Manuel Vallejo. Corre el año 1925 y el artista sevillano decide presentarse al concurso que se había montado en el Teatro Pavón de Madrid y al que acudieron las máximas figuras: Vallejo, Marchena, Centeno, Escacena, el Cojo de Málaga, Angelillo, el Niño de Madrid, Macareno, el Niño de Tetuán y el Mochuelo, fuera de concurso. 

El concurso, fue todo un éxito, así lo relataba la prensa “…una gran mayoría de aficionados tuvo que quedar fuera del teatro al estar agotadas las localidades”. El jurado estuvo compuesto por su presidente que era D. Antonio Chacón y  lo secundaban: el pintor Julio Romero de Torres, José María Granada, escritor y autor de obras que se representaban en aquel tiempo; Manuel Font de Alta, Antonio G. de Linares, Rafael Solís, Juan G. Olmedilla y 4 buenos aficionados del flamenco madrileño. 

Vallejo y Mezquita, su letrista

Sin lugar a duda, Vallejo, en aquellos años estaba en un momento dulce de su carrera, era un formidable cantaor, conocido y admirado por todos los públicos. La final del concurso estuvo muy disputada entre el Niño de Marchena y Manuel Vallejo, pero, a la postre, la copa recaería en Vallejo. Es cierto que el fallo del jurado coincidió con la opinión de la mayoría del público asistente, que había pagado el doble y hasta el triple de lo que costaba entonces la entrada al teatro. La prensa, que  ya dijimos, se había volcado en el acontecimiento por la repercusión que tuvo en Madrid y por las figuras tan emblemáticas que se presentaban, pondría mucho énfasis haciéndose eco de todos los pormenores de aquel acontecimiento y denominaría al ganador, a Vallejo, como “El Fleta del Flamenco” en reconocimiento y honor al enorme tenor Miguel Fleta que en aquellos momentos triunfaba en la ópera por todo el mundo.

A Vallejo, como triunfador del concurso le entregaría la copa el propio D. Antonio Chacón que en el acto de la entrega le reconoció su enorme calidad cantaora y le diría:  “Manuel, tú has ganado la copa, te la mereces, pero, a la larga ‘La Vieja’ ganará más dinero que tu”. (“La Vieja”, como ya sabrán, era el apelativo con el que conocían sus amigos al Niño de Marchena). Y, ciertamente, Pepe no solo ganaría más dinero que él, sino que a lo largo de su carrera conseguiría mayores cotas de público, mayor fama y reconocimiento de la prensa, tanto nacional como internacional y efectivamente ganaría más dinero que Vallejo y que todos los artistas de su época con diferencia. Lo que ocurre es, que el maestro de Marchena, toda su vida pensó que el dinero se hizo redondo para que rodara, para gastarlo; y tal cual lo cogía con una mano, lo gastaba con la otra.

Antonia  Gallardo “La Coquinera”

Vallejo, tras el éxito del concurso, adquiriría un enorme prestigio, por supuesto que merecidísimo. Sería requerido en todos los eventos y escenarios de la geografía española. Ese mismo año actuaría en el homenaje que se le tributó en el Teatro Olimpia de Madrid a la Coquinera, una gran bailaora de la familia de los “Coquineros”, del Puerto de Santa María, llamada Antonia Gallardo Rueda. Algo después subiría a las tablas del Romea, junto a Manuel Centeno. Marcharía de nuevo a Barcelona donde mantenía varios compromisos con empresarios y la afición. Al año siguiente, en 1926, Vallejo, volvió a presentarse a la Copa Pavón, pero por entonces también se presentaba su compañero Centeno, cantaor con mucho tirón, que había adquirido fama en Madrid por cuasi dirigir el Villa Rosa y muy conocido por los cabales, el público en general y los propios compañeros de escenario a los que ayudaba. En esta ocasión, sería Manuel Centeno quien se llevaría la Copa Pavón, no solo por su fama sino también por su bien hacer flamencológicamente hablando,  sobre todo  como cantó en aquella ocasión su cante preferido, por saetas.

Cuentan que  Chacón, avispado donde los hubiera, a sabiendas que Vallejo cantaba mejor y era más completo que Centeno, decidió que había que compensar al cantaor del Barrio de la Macarena y qué mejor que  entregarle a Vallejo la segunda llave del cante que, hasta entonces, solo se había entregado al mítico Tomás “el Nitri” en Jerez de la Frontera, en el año 1862. El encargado de entregarle la llave fue ni más ni menos que Manuel Torre, al que Vallejo adoraba, porque era un enamorado del arte de los gitanos, aunque, el siempre aseveraba que era admirador de Chacón por encima de todo. Desde pequeño, Vallejo,  escuchaba a Pastora Pavón o su hermano Tomás, al que acompañaba en numerosas ocasiones a la Cava de los Gitanos donde se encerraban los saberes y formas de la gitanería de Triana.

“La Quica”, bailaora 

Sin embargo, hay flamencólogos que apuntan que Chacón no estuvo de acuerdo nunca en entregarle la segunda llave del Cante a Manuel Vallejo, pues,  pensaba que quien más se la merecía, quien había hecho más por el flamenco hasta entonces era él mismo. Seguramente, si nos ponemos a analizar los méritos de cada artista, de sus creaciones, sus grabaciones, sus condiciones… nos encontraríamos ante un dilema. También creemos que Silverio pudo haber sido la primera llave, que Pepe Marchena se la merecería igualmente pues él fue el más universal de todos hasta los años 60… lo cierto es que la segunda llave, la que se entregó a Vallejo, según muchos estudiosos, pudo deberse a intereses comerciales de las casas discográficas que, como toda empresa que se precie, lo que querían era vender y en ese momento Vallejo se encontraba en la cresta de la ola flamenca.

Seguiría Vallejo cosechando éxitos en la capital de España. También continuaría sus escapadas y sus actuaciones en Barcelona. En 1928, por ejemplo, se iría de gira con Chacón, La Niña de los Peines, José Cepero, El Estampío, Frasquillo, Carmen Vargas o La Quica, representando en muchos lugares la “Fiesta andaluza”. Un año después incluye en su compañía a Carmen Amaya, y en 1930, ya con El Sevillanito, protagonizó el espectáculo “Nobleza gitana”, en Barcelona, al tiempo que ese mismo año realizó una gira con Sebastián “El Pena hijo”. En esa tesitura se mantuvo de gira con espectáculos de Ópera Flamenca con los que se mantuvo hasta 1936 en que se produjo el golpe militar, que nos condujo a la Guerra Civil Española entre 1936 y 1039.

“El Sevillanito”

Pasada la contienda bélica, continuó llevando su arte por toda la geografía española y norte de Marruecos, con distintos cuadros de artistas y cosechando grandes éxitos allí donde se presentaba. El insigne flamencólogo y político Manuel Yerga decía de Vallejo: “…fue un cantaor preciosista a la vez que grande. Tan grande como el que más” y estamos de acuerdo con sus aseveraciones, Vallejo fue un enorme cantaor, una de las  figuras más importantes que ha dado la historia del flamenco; Pero nos chirría que, Yerga Lancharro, a quien no quitamos méritos como periodista, cronista, entendido…,  no nombre a Pepe Marchena en sus  comentarios periodísticos para nada, como si le tuviese ‘ojana’, sin embargo suele nombrar a otros muchos cantaores contemporáneos a Vallejo, protagonistas igualmente de la etapa de la Ópera Flamenca que han tenido menos repercusión en la compleja historia flamenca. Lo hemos podido comprobar al leer muchos de sus escritos,  obvia al mayor y mejor representante de esos casi cincuenta años; evita nombrar al que dominó todos los escenarios, que ganó más dinero, que llenó más páginas de la prensa que ningún flamenco. Para cerciorarnos de ello, se pueden consultar las hemerotecas, que dan fe de lo que decimos. Creemos que para elogiar a cualquier artista no hay que desmerecer los éxitos de otro, más, cuando todos sabemos que la etapa de la Ópera Flamenca (entre el 1920 y 1955) estuvo copada por el maestro Pepe Marchena de la que,  sin duda alguna, fue su líder indiscutible. CONTINUARÁ.

Manuel Vallejo y Niño Pérez - Soleares (Yo voy por la calle loco) - 1935