¿Quién haya oído esta música...?

Eduardo Ternero - 7 de septiembre de 2019

Richard Ford

   No cabe duda que, desde el momento en que comienza a espolvorearse el flamenco por los caminos del aire,  la oscuridad del bujío,  la soledad de una celda o  el dolor en una galera, empezó a iluminarse. Los escritores de la época aprovecharían para poner, negro sobre blanco, el nacimiento de  una nueva luz que, como una mariposa de aceite, irradiaría desde inicios del XIX. Este arte resplandece en la negrura que oprimía al pueblo andaluz y poco a poco aparecería la llama del candil o de un sutil quinqué que alumbrará y hará diáfano,  atrapará y desvelará el misterio que  se ocultaba en la  penumbra. 

Muchos autores extranjeros caerían en las redes del flamenco, hasta el punto de que más del 10 % de la literatura generada es de autores foráneos (de todos los puntos de Europa y del mundo entero), que vinieron a Andalucía durante el XIX  para encontrarse cara a cara con el arte  que manaba de esta tierra. Grandes autores como  Richard Ford : “el pueblo español es muy superior a sus dirigentes y clases altas” afirmaría, pues  siempre se rodeó de campesinos y vistió como ellos.

   Otros poetas y escritores, rusos, japoneses… fueron cayendo ante el embrujo de un arte peculiar que ejercía sobre ellos una enorme fascinación “Quien haya oído esta música encuentra después sosas y aburridas todas las demás”, diría Cuninghan Grahan (1898). Pero también muchos españoles como Estébanez Calderón, Antonio Machado (Demófilo) (foto), padre del gran poeta, Bécquer  y tantos otros… que desde inicios del XIX entendieron que aquello era un parto glorioso, que alcanzaría la mayoría de edad porque había nacido del dolor y del cariño, de la pena y de la alegría, de las entrañas del pobre que a la vez se siente rico cuando expresa sus ansias de libertad, que arranca de su pecho el sufrimiento, la aflicción, el tormento… y aspira a recuperar el amor, la ilusión, que encuentra el alivio en su cante.

  Pero a este cónclave de estudiosos, interesados, animosos del Flamenco, surgió de forma paralela una caterva de insidiosos escritores, “intelectuales” cuya actitud era de rechazo total al flamenco, generando en sus lectores una aversión inusual y una antipatía hacia sus intérpretes y sus mentores.  

   No entendemos cómo parte de esta generación del 98, que tan buena aportación tuvo hacia nuestra literatura, denigrara e identificara lo flamenco con ambientes de mala reputación, sin entender que se movía en aquellos ambientes agraviados, de personas perseguidas o estaban en la cárcel, en prostíbulos, cautivos en galeras… pero no eran vivencias elegidas. Negaban que las descripciones de autores extranjeros,  que irradiaron sobre Andalucía la Baja, en aquel ambiente silvestre, de bandoleros, gitanos errantes, gañanes harapientos, pobres de solemnidad, fuese el que definiese España. Preconizaban y entonaban un himno: “El concepto que Europa y el  mundo deberían tener no se identifique solo con una Andalucía de fiestas, de toros y flamenco”.

   Autores como Baroja, Clarín…iniciaron el XX denostando, vapuleando en sus escritos los ademanes, los bailes, los senderos de todo lo que olía a flamenco. Sería Eugenio Noel quien haría propia una “Campaña anti-flamenca, de señoritos, chulos, fenómenos gitanos y flamencos” en la que lapida todo lo concerniente a este nuevo arte expresivo: “Nada más inmundo que nuestro flamenquismo. Fermento de la descomposición de un pueblo..." diría (1926).  

   En definitiva, la campaña anti-flamenca no sería una manifestación literaria sino más bien una actitud de ciertos escritores. Pero el ardor de Lorca y Falla, de los Hermanos Caba, José C. de Luna o Fernando el de Triana, lograron ganar la batalla a sus detractores. Ya metidos en la mitad del XX,  G. Climent, Rodríguez Marín, Caballero Bonald, García Galván, Félix Grande, Ricardo Molina, Ortiz Nuevo, el propio Antonio Mairena…etc. han sabido encumbrarlo. Rellenaríamos tres páginas de autores que, atrapados en el flamenco, han vivido y han sabido plasmar nuestro arte en páginas gloriosas, pero eso lo desarrollaremos más adelante. “Tó se andará. Saludos flamencos”.