Melchor de Marchena (II)

Eduardo Ternero - sábado30 de abril de 2022

Habíamos dejado a la familia Jiménez Ramírez, la familia de Melchor,  instalada en Madrid. Estamos a mediados de los años 60 y un jovencito Enrique debutaba en los Canasteros. Melchor, seguía tocando allí, haciendo giras y grabando con casi todos los mejores cantaores del flamenco de la época. 

A Melchor  de  Marchena le precedía la fama de ser considerado, durante los años 40 y 50, como  uno  de  los mejores  guitarristas  de  la  historia para  el  acompañamiento  al  cante  y  tal vez el  más representativo  del  llamado  toque  gitano,  junto con Diego    del  Gastor. Pero además  hay que enclavarle entre  dos grandes etapas flamencas:  una llamada la Edad de Oro que recogía los antiguos sonidos y formas procedentes de mediados del  siglo XIX, representada por Torre,  Chacón, Pastora, el Mochuelo, las Pompis, (Medina, Fosforito,  Agujeta… todos con el apelativo de “El Viejo”), Joaquín el de la Paula, Fernando el de Triana… y la otra etapa que podemos llamar como el Neoclasicismo flamenco, en la que Caracol, Mairena, Fosforito, Miguel Vargas, los Terremoto, Manuel Agujeta y un largo etcétera, irrumpieron con más fuerza tras el periodo de la Ópera Flamenca. Ese fue el gran valor de Melchor, el de trasladar desde el mástil de su guitarra los sonidos de los antiguos, crear innumerables falsetas, mantenerlos y regurgitarlos al  finalizar la   Ópera Flamenca. 

Con Curro y Antonio Mairena 

Como guitarrista de preferencia, Melchor, seguiría acompañando durante los años 60 a legiones de artistas: Pericón de Cádiz, Luis Caballero, Jacinto Almadén, Chocolate, José Menese, los hermanos Mairena…,  entre otros muchos cantaores; sin lugar a dudas de los más representativos de aquellos momentos. Pero quienes le dieron su mejor sitio, quienes vieron en él todo su valor y entendieron los sonidos de su guitarra fueron dos de las más grandes figuras del cante del siglo XX: Manolo Caracol y Antonio Mairena, estos dos grandes creadores flamencos tuvieron una especial predilección y se lo rifaban para que les acompañase no solo en sus actuaciones en directo sino en casi todos sus discos. Claro está que entre ellos nacería una enorme amistad y sobre todo un gran poder de creación, no en vano se trataba de grandes genios. Su hijo Enrique recordaba en sus entrevistas anécdotas alusivas a su padre junto a Mairena y Caracol. Este último acudía muchas veces al domicilio de su familia, (mediados de los sesenta hasta su accidental muerte en 1973) para ir a tomar café con Melchor, para pasear por Madrid, ir al cine…y comentaba que Caracol envidiaba el porte y la elegancia de Melchor vistiendo: “…él jamás había lucido una camisa tan blanca y tan bien planchada como las llevaba Melchor”. ¡Milagro de Antonia,  su señora! diría Melchor. 

Pero, no todo fue tan fácil, también Melchor tuvo que “competir” con grandes guitarristas de su época, fueron compañeros, coetáneos ilustres en el toque de la sonanta, que corrieron  diversa suerte. Por ejemplo Sabicas, Mario Escudero, Esteban de Sanlúcar…tres de los más grandes y de los más conocidos, tuvieron que exiliarse durante la Guerra Civil Española por razones obvias y allí, en otros países,  desarrollaron  la guitarra flamenca de concierto, siendo muy reconocidos en todo el mundo. Con el paso del tiempo, alguno  pudo volver, cuando las aguas de la dictadura se fueron  apaciguando.  Otros como Ramón Montoya, Niño Ricardo, Miguel Borrull, Manolo de Badajoz, Perico el del Lunar y un largo etcétera, quedaron aquí y siguieron acompañando a cantaores por todos los escenarios de nuestro país, y las colonias  españolas en África. Sin lugar a dudas, con quien más tuvo que lidiar, con quien mantenía una sana rivalidad, Melchor, fue con Niño Ricardo, uno de los mejores guitarristas que ha dado la historia del flamenco y que igualmente acompañaba a Caracol, Mairena y todos los grandes de mediados del XX. 

Con Niño Ricardo

Hay que reconocerle a Niño Ricardo el que fuera pionero en los conciertos de guitarra flamenca; allá por los años 50, extrapolando la guitarra flamenca a ámbitos internacionales,  mientras que Melchor no se apartaba de sus raíces gitanas y su tarea de ser un gran acompañante de grandes cantaores. Sin lugar a dudas el sevillano  Manuel Serrapí “Niño Ricardo” ha sido uno de los mejores guitarristas de su época, no en vano fue maestro de Paco de Lucía e incluso de Enrique de Melchor. Pero, la guitarra de Melchor ha sonado siempre  con más jondura, tenía matices más profundos y ha sido más tradicional que ninguno de los guitarristas que coexistieron con él;  aunque en el  I Concurso de Flamenco de Córdoba de 1956, aquel que ganara Antonio Fernández Díaz “Fosforito”,  se eligiese como guitarrista oficial de la final  a Niño Ricardo. 

Melchor, como nadie tuvo la sabiduría, tal vez por su forma de ver el flamenco, por lo que había mamado de la gitanería de sus ancestros en la Plaza Arriba y quizás también por la época en la que le tocó vivir, de recoger la savia de los grandes  guitarristas del XIX. Quienes les escucharon reconocían florecer en él las notas añejas de los inicios del flamenco.  En las manos de Melchor se podía adivinar de dónde veníamos, pero además supo incorporar una nueva corriente, creó otras formas de acompañar y dar sentido al cante. Melchor ya dijimos que serviría de puente entre dos etapas distintas del flamenco, entre  aquella etapa de creación y modelaje,  de aquellos grandes que inventaron los sones que se fundieron con los mimbres de los incipientes cantes por soleá, por seguiriya, por taranta… Melchor proyectaría  sobre las cuerdas de su “bajañí”  los sonios negros de Torre, los melismas de Chacón, las filigranas de Pastora, lo jondo de Tomás… y lo traspasó a los nuevos ritmos que imperaron durante la Ópera Flamenca, sin soltar un traste de la herencia atávica gloriosa. Tanto es así, que su “hermano”, el maestro Antonio Mairena, sabía que para  volver a la pureza, para volver a las raíces y conformar el “Mairenismo” se hacía imprescindible contar con la sabiduría y la riqueza musical que portaba y transmitía el genio de Marchena. Fue por tanto Melchor una vuelta de tuerca al flamenco, se erigió en el nuevo clásico de la guitarra. 

con Chocolate 

A partir de los años 60, con el apogeo de la venta de discos, Melchor se lanzó al mercado para grabar. Ni que decir tiene que a pesar de las preferencias y disquisiciones que mantenían los aficionados y cantaores  entre Melchor y Niño Ricardo, ellos fueron grandes compañeros, prueba de ello es que, en 1960, nuestro paisano grabaría un  registro de bulerías con Niño Ricardo. Otras de sus grabaciones se hallan en colecciones como “Maestros de la guitarra”, luego vendrían  “Guitarra gitana” y  “Grandes guitarras del flamenco”. En 1963 grabó los discos  “Duendes del Cante de Triana”,  “Noches de la Alameda” y “Tangos de Andalucía”

En 1966, la Cátedra de Flamencología de Jerez,   le concedió el Premio Nacional de Guitarra Flamenca, máximo galardón en su género. El afamado periodista y flamencólogo Manuel Barrios lo definió como “torrente de arte profundo, de poema vivo, con mimbre y musgo”. Al año siguiente, se instauraría en Marchena, la fiesta de la Guitarra, en honor a los grandes guitarristas que había dado nuestro pueblo, no olvidemos que desde el Lico, hemos de contar no solo con Melchor y su hijo Enrique, el Titi de Marchena, Cobano, Tate Cortés, Melchor Chico, Antonio Cortés… y un gran número de aficionados que practicaban y creaban escuelas sobre todo en casi todas las barberías de la localidad. CONTINUARÁ 

Quizás, Quizás, Quizás / Camino Verde