Isabelita de Jerez

Eduardo Ternero - domingo, 4 de diciembre de 2022

Isabel Ramos Moreno, más conocida en el mundo del flamenco como Isabelita de Jerez, nació en el barrio de San Miguel de Jerez de la Frontera (Cádiz), en el año de 1895. Desde sus comienzos demostró que se trataba de un prodigio para el cante. Sus paisanos, todos aquellos jerezanos que la escucharon cantar por tabancos, bares y eventos festeros, reconocerían que allí había una artista, un gran promesa y, aun siendo una niña, tendría un enorme prestigio, sobre todo por su forma de interpretar la seguiriya, el cante por bulerías y las saetas.

Con apenas 15 años, es decir, hacia 1910, irrumpe definitivamente en el mundo del flamenco de manera profesional, esto se produce en su ciudad natal y de la mano del gran guitarrista Javier Molina.

A partir de ahí su carrera se dispara y actuará por todos los escenarios andaluces, sobre todo por los cafés cantantes de Sevilla, siempre acompañada por Javier Molina. Entresacando fechas, Isabelita, se casaría aproximadamente entre 1917 y 1920, con José Durán Mediavilla, apodado el “Tordo”, un cantaor aficionado. Tras un año consecutivo en Valdepeñas, donde coincidió con Manuel Torre y Antonio Chacón, el matrimonio se instalaría en Madrid. Su llegada a la capital de España fue apoteósica, arrastraba una fama merecida y era conocida por todos los aficionados. Estamos a finales de los años veinte y dada su trayectoria es contratada por los empresarios y artistas más grandes que regían por entonces grandes compañías como Pastora Imperio, que la convertiría en la cantaora principal de su espectáculo hasta su fallecimiento.

Isabelita de Jerez 

La verdad es que se conocen pocos datos de la vida de Isabelita durante las dos primeras décadas del XX, seguramente, como le ocurriría a tantas artistas de la época por el machismo reinante, que las mantuvo relegadas al olvido por mor de sus maridos y o sus familias que no veían con buenos ojos que una mujer se dedicase al mundo del espectáculo, ya sabemos los motivos. Ejemplos en el flamenco hay muchos, baste citar a Tía Anica la Piriñaca, la Perrata, o Gabriela Ortega, que dicen “renunció” a su carrera por criar a su familia. Lo cierto es que no tuvieron visibilidad o estuvieron relegadas mientras estuvieron casadas. 

Isabel y el “Tordo” fueron padres adoptivos de la bailaora Rosa Durán, según consta y que contara Juan de la Plata, flamencólogo y director de la Revista Flamencología de la Cátedra de Jerez, al que le unía una gran amistad con Rosa Durán. También Blas Vega lo confirmaría, pues en realidad, Rosa Durán, era hija de María Caballero Girón, la cual, por discrepancias familiares (se desconoce si era hija de madre soltera y la familia no lo admitió), lo cierto es que ambas (madre e hija) marcharon a Madrid. Allí fueron acogidas por Isabelita. El inesperado fallecimiento de María, provocó que la pareja, Isabelita y el “Tordo”, se hicieran cargo de la niña.

Rosa Durán y Pericón de Cádiz

En su libro autobiográfico, el guitarrista jerezano Javier Molina, hace alusión a una fiesta que se celebró en Jerez, en el 1930, en la finca el Majuelo, propiedad de la familia jerezana Domecq, que celebraban su segundo centenario. Dada la celebridad de los propietarios, vinateros y ganaderos, el evento tuvo repercusión nacional en la prensa y a ella asistieron lo más selecto de la sociedad, al igual que participaron muchos de los mejores artistas del momento llegados desde Madrid, Sevilla, Cádiz… y cómo no, de Jerez. Entre estos artistas, apunta Molina, se encontraban Isabelita y su marido, el “Tordo”. Según se hace eco de ello, Augusto Butler, diría: “Isabelita poseía un eco gitano insuperable en todos los cantes, pero sobre todo en la bulería para bailar y en la saeta jerezana, y estaban acompañados de su hija, que ya con apenas ocho años apuntaba buenas cualidades para el baile, al que luego se dedicaría profesionalmente con el nombre artístico de Rosa Durán”.

Durante la Guerra Civil, en 1938, Pastora Imperio se presentaría en varios locales de Madrid: en el Teatro de la Zarzuela, en el Circo Price y en el Teatro Variedades de Madrid con la zambra Canasteros de Triana, donde actuaban La Niña de los Peines, Caracol padre e Isabelita de Jerez. Isabelita estaba entonces viviendo en la capital de España, y aunque la Guerra dejó sin trabajo a muchos artistas, Pastora Imperio siguió trabajando hasta la postguerra y llevando a Isabelita de Jerez con ella. Así la encontramos de nuevo en mayo de 1942 en el madrileño Teatro Fontalba, con el espectáculo Arte Gitano, más tarde con El Amor Brujo, La Zapaterita, La Bodega y Rumbero Gitano. 

Javier Molina y Manuel Morao 

Después vendría una gira durante el mes de junio por toda Castilla la Vieja (así se llamaba entonces), actuando en Valladolid, donde Isabelita comparte escenario con Pastora Imperio, Rafael Ortega, Maruja Heredia y su hija Rosita Durán. Más tarde la Compañía se desplaza a Zamora y será en esta ciudad donde Isabelita muere repentinamente el 7 de junio de 1942 a los 46 años. La causa de su muerte, según consta en el certificado de defunción, fue una insuficiencia hepática. En ese momento su hija actuaba en el escenario y la Compañía no suspendió el espectáculo, por lo que Rosa  tendría una discusión violenta con Pastora que casi llegarían a las manos. Al día siguiente se le dio cristiana sepultura  en el cementerio San Atilano de Zamora.  

Para la gran mayoría de estudiosos del flamenco y aficionados que la conocieron, Isabelita fue una de las más grandes cantaoras que ha dado Jerez. El timbre de voz, su vocalización, su sentido del ritmo y sobre todo el conocimiento de gran cantidad de cantes  hicieron de ella una de las artistas más admiradas de su época. De ella, muchos de los grandes del flamenco, alabarían su potencial conocimiento de casi todos los palos, pero sobre todo la herencia atávica de los cantes de Jerez.

 Lápida de Isabelita en Zamora 

Isabelita fue una gran admiradora de la Niña de los Peines y tal ver aprendiera mucho de ella. El legado de su discografía se compone de 26 cantes que grabó a finales de los 1930 y 1931 con la guitarra de Manolo de Badajoz y que se encuentran recopilados en  otros tantos discos de pizarra, todos para la casa Odeón, En sus grabaciones se puede observar que es una gran dominadora del compás, en los cantes por seguiriyas, saetas, soleares, bulerías, fandangos, bulerías por soleá, alegrías, peteneras y rumba. Oir sus discos es una delicia, parecen horneados en el XXI. Sin embargo, en ellos encuentras reminiscencias de las seguiriyas de  Paco la Luz, Curro Dulce…  Escucharla cantar por saetas es volver a la Edad de Oro del flamenco, con los sonios del Gloria. En sus fandangos nos remite a los genios de la Ópera Flamenca. Qué duda cabe que es una cantaora  temperamental, gitana, que saca de las entrañas su poder y su garganta tiene melismas a raudales. Cuando canta por soleá se acuerda de Alcalá y de los cantes del Mellizo y por peteneras, como no, es fiel a la Niña de los Peines. En la bulería no recurre a la fiesta como lo conocemos, generalmente hace los cantes más pausados, de la bulería por soleá, como mandaban los cánones de la época.

 Isabelita cosechó un gran éxito, alabada y admirada por compañeros del espectáculo y por  el público aficionado. Lástima que su recuerdo fuese cayendo en el olvido, pues, a pesar de su valor como artista, como transmisora histórica, por su forma de hacer el flamenco, sigue siendo hoy una intérprete desconocida, incluso en su tierra natal, pese a que llevara siempre por bandera el cante jerezano.

En 2019 el Ayuntamiento de Jerez, las Peñas y la Cátedra de Flamencología, junto a la ciudad de Zamora, rindieron un homenaje a Isabelita, con unas jornadas en las que actuaron y asistieron gran parte del mundo del espectáculo flamenco. En Zamora, permanece una placa en la posada donde murió y una lápida en el cementerio municipal para su recuerdo gracias a José Antonio Primo, un gran aficionado zamorano.