En busca del origen: Aziz Balouch

Eduardo Ternero - domingo, 5 de diciembre de 2021

Que a muchos andaluces nos guste el flamenco es, hasta cierto punto, normal; es un arte nacido en nuestra tierra, lo hemos casi mamado, está infiltrado  en nuestra sangre…; es como un gen más de nuestro ADN. Que los gitanos sean los ángeles custodios del más ancestral cante, de los soníos jondos, que sean los que mantienen el fuego encendido, es un valor.  Que las administraciones se preocuparan por apoyarlo, fomentarlo y tratar de preservarlo para las generaciones futuras nos parecería un acierto,  un enorme logro y no una utopía como se nos revela casi siempre. Si queremos que este Patrimonio perdure, si lo que queremos es que algo por lo que se ha luchado tanto continúe, generación tras generación, no nos queda más remedio que seguir en la brecha luchando por este,  nuestro arte. 

Bailaora japonesa 

Que  Japón, un pueblo milenario,  una potencia mundial, un pueblo que conserva sus costumbres atávicas por milenios, durante cientos de generaciones… esté extasiado con nuestro arte, hasta el punto de que aspire a quedárselo, a tenerlo como  propio… es digno de agradecer, sobre todo por su interés y su empatía hacia el flamenco; al igual que nos admiren, que  reconozcan  en nosotros una forma de expresión distinta, única. Ellos, identifican  nuestro arte como un sentimiento hiperreal, una forma de expresión que pocos países de mundo pueden vanagloriarse de tener y del que muchos (allende el sol naciente), quieren entender y participar. 

Pero no solo Japón se encuentra en esa tesitura;  las academias de baile, guitarra, cante… de toda España están repletas de “guiris” que vienen a España a aprender, a comprender y enterarse de cuál es la llama que mantiene  ese arte y que te seduce como los ojos negros de las noche.  Cada año, miles de ciudadanos de todo el mundo aprovechan sus vacaciones, solicitan becas en sus países, costean de sus bolsillos  sus estudios para venir a nuestra tierra a  aprender lo que a nosotros se nos brinda a diario en la calle, en nuestro barrio y cuyos sones llevan  siglos corriendo por nuestras venas y que muchas de las veces denostamos.

En cualquier rincón del planeta surgen virtuosos de la guitarra, del cante, del baile que, aún siendo extranjeros, les apasiona nuestra forma de expresar los sentimientos. Sin embargo en la mayoría de los pueblos andaluces el flamenco se está perdiendo. Duele que gran parte de la juventud solo escuche sones anglosajones, la mayoría de las veces sin conocer la poesía que encierra, porque desconoce el idioma… sin embargo “pasa” de la riqueza andaluza, que está presente en cada verso, en cada gota de sangre de las estrofas que pueden acompasar una soleá, en una seguiriya, en una taranta…,  la enjundia que puede poseer una alborá o la sentencia de un fandango. 

Aziz Balouch joven 

Hace casi un siglo, en 1934, un pakistaní, de nombre Aziz Balouch, un gran  filosofo y cantante, llegó a España seducido por nuestra música, atraído y atrapado por haber escuchado los discos de cantaores andaluces, sobre todo  de Antonio Chacón y Pepe Marchena. Quería saber más de aquellos cantes, de aquella música que le erizaba la piel; quería estudiarla, conocerla.  Algo rondaba por su cabeza, algo extraño sentía al escuchar aquellos cantes  en los que encontraba gran semejanza con las músicas y canciones de su patria, Pakistán. Sin dudarlo, se vino a España y  se introdujo en el mundo del flamenco. 

En su peregrinar para lograr su propósito siguió por nuestra tierra escuchando, siguiendo a los cantaores, colándose en fiestas privadas… hasta que,  en un festival, en la Línea de la Concepción, conoció a Pepe Marchena que actuaba por aquellos pagos con su Compañía. Después de las vicisitudes pasadas, Aziz Balouch no se iba a cortar  y se presentó ante el “Maestro” a  comunicarle su admiración e interpretó algunos cantes que había aprendido para que Marchena los valorase. Pepe, que no era nada de tonto y sabía reconocer donde había talento, le invitó a actuar en su espectáculo que,  por entonces,  era un Teatro Cómico que se representaba en la ciudad del Campo de Gibraltar.

Aziz Balouch mayor 

En  su presentación ante el público cosecharía un gran éxito, no solo por lo exótico sino por sus cualidades y el conocimiento que tenía de los cantes. Aziz, continuó en la Compañía de Pepe Marchena y se lució en casi todos los escenarios de España;   siendo memorables sus actuaciones en el Circo Price de Madrid.

Nuestro paisano, Pepe Marchena, le apodaría “Marchenita” y comentaría en más de una ocasión que se sentía orgulloso de aquel al que consideraba como su discípulo, entendía que era un caso único, en aquellos tiempos, en la Historia del Cante Flamenco.  Aziz Balouch fue un hombre que se sintió muy bien acogido y solía comentar que  tenía dos patrias España y Pakistán. 

Don José Tejada “el Maestro Pepe Marchena” diría de él: “Es un cantaor magnífico, tiene un don de Dios para el cante jondo, parece que  nos lleva el alma al Cielo”. Pero además, Marchena, lo llevaría en sus giras, enseñándole, dándole a conocer al público, haciendo que la gente viese lo universal del flamenco, que en muchas partes del mundo, nuestro arte era querido y admirado. 

Cartel: Compañía de Pepe Marchena 

Azíz Balouch participaría en 1963 en el I Festival Mundial de poesía Árabe celebrado en  Córdoba, donde leería un gran poema de un compatriota suyo. Aziz, siendo como era, un intelectual, un escritor, trabajó durante unos años en la embajada de Pakistán en España y escribió un libro sobre la cultura árabe y  el flamenco titulado: “Cante Jondo, su origen y evolución”. Una obra en la que el escritor-cantaor diría entre otras cosas: “Después de investigar sobre el cante jondo-andaluz creo que soleares, seguiriyas, serranas, martinetes y otros cantes, tienen verdadera afinidad con el cante folklórico Indo-Pakistán. Como he vivido y cantado en España y Pakistán, he llegado a experimentar el mismo sentimiento y las raíces que ambos entrañan”. 

En la presentación de su libro, Pepe Marchena (en su aprecio) y del que deben recordar era analfabeto – pero de una listeza portentosa –,  le comparó con aquel músico sublime,  uno de los padres de la música mundial de todos los tiempos,  Zyriab, aquel  que vino de oriente para dejar sus saberes musicales en el “Al Andalus” del siglo IX y que nos ha conducido con su herencia melódica hasta hoy. Pepe se enorgullecía de haber podido enseñar a un músico como  Aziz,  que se desenvolvía como una autoridad  entre dos culturas musicales, un estudioso de los recovecos y los intríngulis más delicados acerca del origen y la esencia del cante jondo. 

Grabado en Parlophone Records,  Barcelona- 1962 - Aziz Balouch - Empieza con un canto Paquistani para enlazar con una Serrana.