“El Niño Gloria”

Eduardo Ternero - domingo,  18 de septiembre de 2022

Hace unos días, el martes 13 de septiembre (con lo supersticiosos que somos los flamencos), ha salido a la luz, la  iniciativa del Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía,  un proyecto de Ley del Flamenco, que se remitirá al Parlamento  Andaluz para su debate y aprobación. Se trata de inscribir al flamenco como Bien de Interés Cultural, dentro del Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, con la tipología de Actividad de Interés Etnológico, así como su incorporación a la enseñanza en sus diferentes niveles: Primaria, Secundaria y Educación Universitaria. Esperemos que no caiga en saco roto como las iniciativas anteriores en la que se incorporaba al currículo de actividades el flamenco como una actividad prioritaria dentro de nuestro territorio y se dejó en el olvido.

Rafael el “Niño Gloria

Además, creemos que a los flamencos se les debería regular su situación laboral, como a cualquier trabajador. Es una pena que muchos de los grandes cantaores que ha dado la historia hayan vivido y fallecido en la más insólita miseria, olvidados por todos y sin tener derecho a pensión alguna; para más inri, la pandemia ha puesto en evidencia su fragilidad económica: contrataciones fraudulentas, cobros en “negro”, sin cotizar a la Seguridad Social…, en definitiva, maestros del flamenco que terminan en la pobreza. Durante décadas el mundo del flamenco lo ha estado  pasando mal, se pagaba mal y  tarde, sin tener más remedio que vivir al día, de las fiestas, festivales o de recitales en las peñas… Y, aunque  parezca mentira, aún hay artistas flamencos que viven de los señoritos y nuevos ricos que los llaman para eventos o fiestas privadas.

Uno de los grandes cantaores de la historia, que vivió y murió en estas condiciones, fue Rafael Ramos Antúnez, conocido en el mundo del flamenco con el remoquete de “Niño Gloria”. Rafael nació en la calle Nueva del barrio jerezano de Santiago el 1893, perteneciente a una familia gitana, de la saga de Frijones,  muy arraigada y de gran solera en el flamenco de la ciudad del cante, el caballo y el vino; sus hermanas Luisa la Pompi y Manuela la Sorda fueron también grandes figuras del flamenco.

Desde muy pequeño se dedicó a  realizar tareas del campo, como la mayoría de los niños de aquella época, cuidando ganado, recogiendo aceitunas, uvas, algodón… Pero como era natural, le tiraba el cante y sabía hacerlo tan bien que pronto compaginó la tarea del campo con sus cantes por los bares y tabancos de Jerez.  Poco más tarde, por iniciativa de amigos que veían en él a un artista, se animaría para irse a Sevilla a probar fortuna y poder ganarse la vida como cantaor.

 Luisa Ramos la “Pompi”

El apodo de “Niño Gloria” le vino por un villancico que siempre repetía y que él cantaba con aires de bulerías y en el que repetía muchas veces la palabra “GLORIA” en el estribillo. En la ciudad hispalense comenzó a cantar por los cafés cantantes del momento, siendo muy aplaudido y querido por los públicos de la capital sevillana, que siempre le pedían que cantara por bulerías, villancicos, su notable fandango y sobre todo saetas en numerosos balcones durante toda la Semana Santa de la ciudad. Rafael se fue haciendo un nombre y su fama le llevó pronto a recorrer toda España con varias compañías y con los mejores artistas del momento como Antonio Chacón, Manuel Torre, Manuel Centeno, Cojo de Málaga, Niño Medina, Pepe Marchena, Niña de los Peines, Manolo Caracol, etc. Esto sería por los años 20 del siglo pasado, actuando sobre todo en Jerez, Sevilla, Madrid (donde actuaría, junto a Juanito Mojama,  en el Kursaal Imperial en 1924 y en el Monumental Cinema en 1927). En Barcelona (en otros tantos cafés),  Durante los años 1933 y 34 sería contratado por el torero Ignacio Sánchez Mejías para formar parte del espectáculo  “Las calles de Cádiz”, compartiendo cartel  con La Argentinita, Juana la Macarrona, Rafael Ortega, El Lillo, Ignacio Espeleta y otros artistas, cosechando un gran éxito. Rafael, cada año se hacía además imprescindible en la Semana Santa sevillana y en las reuniones de cabales y lo mejor del flamenco de la Alameda de Hércules, donde alcanzaría un gran prestigio y el respeto de los grandes cantaores de la época. Además, de ser un maestro que creó escuela por su forma de cantar la saeta, también lo sería con sus fandangos, bulerías jerezanas, villancicos, martinetes…, dejando  un amplio repertorio y una digna discografía, donde demuestra su  gran personalidad artística y donde deja buena muestra de la forma de cantar su tierra natal jerezana.

Ignacio Sánchez Mejías

Qué duda cabe que el nombre de Rafael está ligado a un estilo de fandangos, a una forma de decirlo, tan particular y tan personalísima que tuvo, por esa dificultad añadida en los graves y los agudos…  Desde entonces, raro es el cantaor o cantaora que no alude a su nombre y se atreve  a cantar sus fandangos, tal como los inspiró el Niño Gloria. Empero, también lo sería en el mundo de la bulería, siendo reconocido como uno de los mejores de todos los tiempos, al igual que sus hermanas, pues era una tradición familiar arrastrada de generación en generación donde tienen cabida Paco La Luz, Frijones, Juanichi el “Manijero”, los “Sordera”... Pero si el Gloria era un buen cantaor en la bulería y en el fandango, no lo sería menos en la seguiriya y la soleá, aparte de ser un uno de los mejores  saeteros que ha dado la historia, porque fue un creador, tenía una manera muy particular de cantar la saeta, parecía que estuviera implorando a Dios. Él mismo decía que era una manera de hablar con Dios, de pedirle, de implorarle... Para muchos flamencólogos es de destacar su forma de cantar los villancicos, metiéndolos por bulerías, cuando nadie lo hacía y cuando la bulería era muy poco conocida; tal vez relegada a un plano desconocido e  integrada en las alboreás o en otros cantes como los juguetitos, jaleillos o cantes de fiesta que se apoyaban, sin guitarra – solo con las palmas, pandero…

Vicente Soto “Sordera”

Rafael Ramos Antúnez, “El Niño Gloria” estaría cantando hasta los inicios de los años cincuenta que le llegó el declive personal y profesional, que, como otros muchos, estaría  malviviendo de algunas fiestas por la Alameda de Hércules y del amparo y la misericordia  de compañeros del flamenco. Algunos estudiosos comentan –cosa extraña –, que Rafael  se quedó sin voz, como consecuencia de beberse el aceite caliente de una fritada de pimientos picantes. Después, al no poder buscarse la comida con el cante, se dedicó a hacer rifas y a vender pescado en un carrillo de mano. Hay quien dice que el Gloria, en sus últimos años, estaba muy deteriorado y que  pudo coger una pulmonía con la nevada que cayó en  Sevilla el día 2 de febrero de 1954, pues 9 días más tarde moriría en la más miserable de las pobrezas. Sus biógrafos apuntan que la única herencia que dejó a su hijo fue una cajita con chicle y tabaco que vendía por las noches en los tugurios de la Alameda sevillana. Muchos coetáneos aficionados, los propios artistas de su época, reconocieron su grandeza y llegaron a decir que muy pocos flamencos han tenido el arte del Niño Gloria cantando fandangos, martinetes, seguiriyas, bulerías y saetas.

El Niño Gloria - También por el Interés (Fandangos) - Guitarra: Manolo Badajoz

Ha Sonao un Clarín Ronco (Saeta)