Fandangos I: Rompiendo moldes

Eduardo Ternero - 6 de diciembre de 2020

Como hemos dicho otras veces, parece ser que  aquellos cantes cuyos nombres finalizan en ango, onga… provienen del bantú, un lenguaje africano,   de  negros, esclavos, traídos desde la edad media a Al-Aldalus o de  aquellos  africanos que fueron llevados esclavizados  a América. Muchos han defendido que el fandango es un ancestral baile que ya se estilaba en el valle de la Bética romana, en las provincias de Cádiz y Sevilla, acompañado con castañuelas, platillos, y que,  probablemente, tuvieran su origen en unas danzas gaditanas que la doncellas bailaban en la Gades fenicia.

Antiguo baile del Fandango 

Los hay que coinciden en decir que es un estilo de cante que emigró a América y que volvió como un cante bailable con el ritmo de los negros, allá por el XVI. Otros apuntan que,  durante la Edad Media, ya existían unos tipos de bailes muy parecidos a fandangos. En Al-Ándalus era  un cante de cuatro o cinco versos que  perduró durante toda la etapa musulmana.  Recordemos la semejanza que existe entre el fandango, la danza arábigo-andaluza y las jarchas mozárabes; algo que  han llegado hasta nuestros días con las variaciones que el tiempo impone. Nosotros, nos inclinamos a que fuesen los moriscos (musulmanes conversos, forzosos) quienes más expandieron el fandango a lo largo de toda la geografía de Al-Ándalus. Baste escuchar algunos de los cantes que hacen las “gnaouas”, “samaas” o “guedras” marroquíes y casi todo el norte de África,   acompañadas de laudes, bongos, darbukas…, para ver la similitud de sus cantes con los fandangos y los tangos flamencos. 

En muchas zonas de España existen bailes populares llamados fandangos, pero se alejan de lo nuestro. Es posible que el fandango viajara a América y volviese con otros ritmos como le pudo pasar al tango, a la rumba y a un largo etcétera de cantes. Pero, antes de la llegada de  españoles al Nuevo Mundo, ya se conocía el fandango como tal  por nuestros pagos.

Gordito de Triana 

Como en casi todos los palos, por la oscuridad de los tiempos,  las primeras noticias que tenemos de fandangos – tal como lo conocemos y cuyo nombre adoptó el flamenco en Andalucía – nos llegan durante el XVIII. Entendamos que este no nace de un día para otro sino que es un proceso que a veces dura siglos, con sus modificaciones, sus variaciones y con letras que se guardaban en la memoria popular. El fandango nacería, con toda seguridad, para poner letra y música a los  bailes, en las fiestas populares, en las ferias... Poco después se fue fusionando y adaptando a los estilos propios del flamenco y, a lo largo de estos dos últimos  siglos,  ha adquirido tantas variaciones, tantas expresiones distintas que,  tal vez,  sea el palo  más  prolífico.

Desde Ayamonte (Huelva) al Cabo de Gata en Almería (en toda Andalucía), en Murcia, parte de Castilla, Extremadura e incluso en algunas zonas castellanas se pueden seguir escuchando fandangos flamencos antiguos, al estilo de trovos o acompañando a bailes tradicionales cuando se realizan  las faenas agrícolas, pesqueras, mineras…  

Existen zonas de Cuenca donde se cantan ciertos tipos de fandangos parecidos a la seguidilla manchega y que recibe el nombre de Fandanguillo Manchego. También en muchos lugares de Portugal tienen sus estilos propios de fandangos (quien no ve cierto aire de fandango en el fado luso). Hablar de fandangos  es también  hablar de cantes de Huelva, es hablar de malagueñas, granainas, tarantas, tarantos, murcianas, rondeñas…, es hablar  de los trovos alpujarreños y de un largo etcétera de cantes derivados del fandango,  con la misma medida y estrofa, repartidos por todos los rincones de nuestra geografía. 

 Juanito Maravillas 

Sabemos, por la memoria y legado,  que muchos cantes provienen del ancestral fandango. Ya hablaremos de cada uno de esos cantes que emergieron con anterioridad al XVIII como por ejemplo los fandangos de Huelva y su entroncamiento con los verdiales malagueños; al igual que  los cantes mineros y un largo etc., provocado por los desplazamientos de temporeros de unas provincias  a otras.  Pero, independientemente de los estilos que la geografía andaluza ha marcado en el fandango, hay muchos tipos de ellos que han evidenciado sus intérpretes,  pues,  el fandango,  se ha salido de los cánones que se le establecieron a otros cantes y se le suele poner un sello personal mientras se respete el número de versos, el ritmo y  la sentencia que lleva en su prosa.

Ya hemos dicho que fue en el XVIII cuando sale a la luz  en los textos  y se le incorpora la primigenia guitarra. Desde principios y a lo largo del XIX, se empiezan a diferenciar palos en las diferentes provincias andaluzas, provocado por los estilos que fueron imponiendo sus intérpretes, que los fueron adaptando a los aires de los cantes folklóricos, históricos… de cada zona. 

Así hablamos pues del fandango de Almería, los ‘abandolaos’ malagueños, los fandangos de Huelva (donde todos los pueblos,  tienen su estilo propio: Alosno, Almonaster, Cabezas Rubias, Valverde…); en  Córdoba: el fandango de Lucena, el zángano de Puente Genil…, los cantes mineros de Jaén, los cantes de Levante,  y un largo etcétera que han enriquecido el género de este bello arte. 

El fandango adquirió mayor importancia en los cafés cantantes, acompañando al baile, en los tablaos. Pero, cuando se disparará definitivamente,   cuando impondrá su predominio y su preferencia por el público  será con la llegada de la Ópera Flamenca. En cada rincón de España surgieron fandangueros que recorrieron con su impronta y su estilo los escenarios, plazas de toros y salas de fiestas de toda España:  Manuel Torre, Cepero, Pepe Marchena,  Palanca, Carbonerillo,  Niño de la Huerta, El Sevillano, Caracol,   Gordito de Triana, El Gloria, Rengel, Rebollos, Toronjo, Chocolate,  Juanito Maravillas, Pichichi, Valderrama…, infinidad de  cantores destacaron en la interpretación del fandango.