Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 3 de agosto de 2025
Con la aparición de los cuatro discos de las “Memorias Antológicas del Cante Flamenco”, Pepe Marchena, da un salto cuantitativo de nuevo en cuanto a la recuperación del favor de los aficionados. Fueron 65 cantes en los que el cantaor marchenero desplegaba toda una maestría que, según él: “… aquello sería para la posteridad en la historia del cante flamenco”. La mayoría de los diarios y revistas del momento llevaron en sus páginas aquel grato acontecimiento para el flamenco. Ya dijimos que, también, Televisión Española, se hizo eco de dichas “Memorias” del ‘maestro de maestros’ Pepe Marchena, con fecha 4 de mayo de 1964; lo haría en el programa musical “Amigos del Lunes”, siendo sus presentadores Franz Johan y Gustavo Re.
Joaquín J. Vargas "Cojo de Málaga"
Pepe, como resultado de la salida al mercado de sus “Memorias Antológicas” sería de nuevo protagonista de la prensa; En el diario “7 fechas” en una entrevista, en la que se exponía una reseña de su vida desde sus comienzos y en la que el propio Pepe apuntaba: “Creo sinceramente que yo he marcado la gran época del cante grande, del bueno, del verdadero… Hasta entonces el cante era un ‘quejio’, un lamento… y yo le di melodía y arte, y lo vestí de “smoking”. Al principio me criticaban. Después me han imitado y me siguen imitando, lo que me halaga”. El periodista le pregunta si conoció a los grandes maestros, a lo que Pepe responde: “Desde niño estuve entre ellos. Permanecí 12 años al lado de Chacón, el cantaor más completo. Estuve con el Niño de Cabra, con Arturo Pavón, con la Niña de los Peines, con el Cojo de Málaga. Me empapé bien del flamenco y sus entrañas. Por eso ahora he realizado una antología que reúne 64 (¿65?) cantes y preparo otra con más de 100”. Insiste el periodista: ¿Qué pasa, Marchena, no hay cantaores de cartel? Y la respuesta de Pepe: Hoy no hay cantaores, pero hay cancioneros. La canción es más fácil que el cante y posiblemente de más dinero”.
También el diario Solidaridad Nacional de Barcelona llevaba entre sus páginas (14 mayo de aquel año), unas reseñas y una entrevista al cantaor marchenero tras conocerse la noticia de la salida al mercado de sus “Memorias Antológicas”. Como preámbulo hace una apología del genio de Marchena, el cual ha estado durante casi un mes en el estudio de grabación, desde las 11 de la noche hasta las 5 de la madrugada.
El periodista A. Ramírez, como era costumbre en su dossier de preguntas, tanteaba a Pepe, intentando ponerle en una actitud difícil. Tampoco sabemos si, Pepe, hizo aquellas declaraciones y con aquellas palabras.
Muchas de las veces, en las entrevistas, en las noticias que emiten los periodistas – queriendo llamar la atención, o siendo sensacionalistas – tergiversan las palabras del entrevistado o las sacan fuera de contexto; sucede que la transcripción y lo que ‘invente’ el reportero pueden cambiar el tono y la intencionalidad de las palabras que había exclamado el entrevistado.
Lodwig V. Beethoven, compositor, musico...
Esta es parte de la entrevista que le hace A. Ramírez: “¿Está usted satisfecho del resultado de sus Memorias Antológicas del Cante Flamenco?”, a lo que el cantaor respondía: “Sí, es algo que he hecho para la posteridad de la historia del Flamenco, pues el único que es capaz de realizar una grabación de esta envergadura soy yo”. Continúa Ramírez: “¿Cuál es el cante más difícil de los que ha grabado?” “Todos son difíciles cuando se cantan bien”, respondería el marchenero. Después – refiere que – tiraría de ironía y aflorando su narcisismo, apuntaría: “No hay nadie más grande que yo. Soy único, los demás nos existen; tengo muchos imitadores, y el secreto está en mi voz”. Le sigue ‘pinchando’ el periodista: “¿A qué cante se adapta mejor, al cante grande o al chico?”, a lo que Pepe respondería: “No existe cante grande o chico, es una invención de los malos cantaores; el cante bien cantado es grande”. Pero, ¿hay muchos?, pregunta Ramírez (refiriéndose a malos cantaores). “Demasiados. Son muchos los que creen ser cantaores y no lo son, solo tienen el nombre”. Pepe, tras esta delicada respuesta, hace una pausa y continúa: “No existen ni ‘pintos’ ni ‘caracoles’ en el flamenco, pero no quiero seguir, no quiero estar mal con nadie…”.
No sabemos si Marchena dijo estas palabras en sus declaraciones. Lo cierto es que se publicaron tal cual y desconocemos si fue una estrategia del periódico para vender más u otra artimaña de Pepe para estar en la punta del iceberg. Sí sabemos que días después, el 26 de mayo, hubo de hacer una rectificación en “Dígame” con una carta en la que comunicaba, entre otras cosas: “… las declaraciones aparecidas en el periódico Solidaridad Nacional constituyen un error, atribuible a una equivocada interpretación del señor A. Ramírez. Aparte, mi conciencia y sensibilidad me aconsejan dar explicaciones a mis compañeros y famosos artistas Pinto y Caracol, manifestando mi respeto por todos los artistas de mi género; pues las declaraciones que se me achacan: ¡soy el único, no hay nadie más grande que yo o los demás no existen! No son manifestaciones de una persona sensata y yo me precio de serlo. Agradeciendo que dé a conocer lo antes posible estas manifestaciones mías, le saluda con agradecimiento y reverencia (firmado) José Tejada Martín (Pepe Marchena).
En cierto modo, Marchena, estaba describiendo su trayectoria flamenca. Él entendió el flamenco de distinta forma a como lo habían conformado sus antecesores. No ha sido el único, en la historia de este arte tan singular, ha habido, desde que tenemos memoria escrita, grandes intérpretes que han transgredido, que ha roto las normas que le impusieron sus predecesores. Marchena, durante sus primeros años, se guio o rigió siguiendo los cánones establecidos por la generación anterior a la suya; es decir, por aquella etapa llamada Edad de Oro del cante, que ocupó de finales del XIX hasta las dos primeras décadas del XX. Aquella etapa nadie osaría contravenirla, era demasiado el peso de aquella estirpe de artistas y creadores; hasta que diera con valentía un paso adelante el entonces “Niño de Marchena”.
Manuel de Soto Leyton "Manuel Torre"
Esa transgresión, esa rotura que hiciera Pepe no fue flor de un día. Lo que hizo el cantaor marchenero, aquello de romper con lo anterior, fue una revolución que permanecería perenne durante 50 años, implementada no solo por los cambios significativos que hizo de los cantes, sino por la aportación y por el atractivo en muchos aspectos de su carisma y personalidad. También, por la calidad artística que desplegó (filigranas, melismas y arabescos que enriquecía con su voz), por su negativa a subyugarse al cuartito de ‘señoritos’ y falsos aficionados y sobre todo por cambiar el aspecto y la escena del flamenco. Con todo ello, Pepe, lograría incrementar el acercamiento al flamenco con una variedad y cantidad de público impensable en las etapas anteriores. No olvidemos que el flamenco desde sus inicios hasta la irrupción de Marchena había sido un arte denostado, emparejado a gente de baja estofa, muchas de las veces difamado e incluso perseguido. Con Pepe y sus adeptos, con Marchena y sus seguidores e imitadores, el flamenco se elevaría a cotas impensables. La gente acudía en masa a llenar grandes recintos (plazas de toros, teatros, cines de verano…); se escuchaba flamenco en la radio, se empezaron a adquirir discos... A la par, José Tejada “Pepe Marchena”, llegaría a convertirse en la figura indiscutible de aquello que bautizaron como Ópera Flamenca y por ende en uno de los cantaores con más popularidad y más conocidos del siglo XX.
Reiteramos, aquello que lograra Marchena, no fue un boom del momento. Conseguir estar en lo más alto durante 50 años es casi imposible, conseguir que se revalorice su obra, que se siga discutiendo a estas alturas del XXI, acerca de su aportación al flamenco, es una quimera o más bien una fantasía. Y, tratándose de música, aún más. Solo los grandes han podido resistir el embate de las generaciones que le siguieron (pongamos Chacón, Torre, Pastora, Mairena, Caracol…) que lograrían estar en el candelero algunas décadas, nunca tanto como el artista marchenero. Igualmente, solo algunos genios han conseguido que su obra se perpetúe en el tiempo (caso de Elvis, Beatles, Rolling, Sinatra…, y en el flamenco tal vez Pastora, Mairena, Caracol, Morente, Camarón…).
Portada de Memorias Antológicas de Pepe
Aún hay más, y nos referimos al trabajo, a la constancia. Recordemos aquella frase que dijera Pablo Picasso: “La inspiración existe, pero debe encontrarte trabajando”. Y en eso, en el trabajo, a Pepe Marchena no se le puede negar un enorme valor; al igual que en el aspecto creativo, en su capacidad creadora… en ello fue inigualable; entendemos que para transgredir, para innovar, cuando menos hay que tener un vasto conocimiento de la materia que se trate y poseer grandes facultades. Como dijera Beethoven “Hay que dominar toda la armonía clásica para poder prescindir de ella”. Es decir es necesario el dominio de las bases para poder trascenderlas y crear algo original.
Y en eso, el marchenero, desde niño, no tuvo desfallecimiento alguno. Muchas veces hemos reiterado su capacidad para trabajar, crear, llevar una alocada vida social, divertirse, desplazarse de un lugar a otro, dirigir una Compañía…; así durante tantos años. El maestro, además, ponía por delante el cuidarse, hacer ejercicios guturales para estar bien de voz, estudiar los cantes recurriendo a los mejores, prepararse un repertorio amplio… En muchas ocasiones refirió sus ensayos diarios, disponer la escena, el vestuario, los estilos flamencos preferentes para el agrado de los diferentes públicos a los que se iba a dirigir y sobre todo poner el corazón y el alma a la hora de actuar, siempre con honestidad y dándolo todo.
Sin embargo, en Pepe, además de su capacidad creadora e innovadora, descubrimos algo más: aquello de no ajustarse a los cánones establecidos, a cantar por intuición, por espontaneidad. Jamás repetía de igual forma los cantes y efectivamente llevaba razón cada vez que decía: “¡Creación de José Tejada “Pepe Marchena!”, pues rara vez cantaba un palo de la misma forma y dependía mucho del momento inspirador y lo a gusto que estuviera. En caso de haber seguido la misma línea como hicieron otros creadores, hoy tendríamos muchos palos o estilos flamencos bautizados con su nombre como les ha ocurrido a otros tantos grandes: la soleá de Chacón, la malagueña del Mellizo, del Canario, la bambera de Pastora, el fandango de Palanca…, salvo la Colombiana que no existía como estilo y ni en eso, pues jamás la cantaría dos veces igual.