Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 24 de agosto de 2025
Estamos en 1964, a Pepe también le llegaban las desgracias. Si hacía 6 o 7 años que había muerto su madre, ahora la pena era aún mayor, pues su hijo José Manuel (Piqui), un adolescente de 21 años, que se encontraba haciendo el servicio militar como voluntario en Morón de la Frontera (al igual que tantos otros de su pueblo y alrededores), tuvo que ser ingresado de urgencias en el Pabellón Vasco sevillano aquejado de una afección cerebral. El muchacho fallecería a los dos días y, según los forenses, no estuvo claro o no trascendería a la prensa a afección; el caso es que no sabemos si fue por causa de un ictus o una meningitis el motivo de su muerte. Aquello sería un duro golpe para Isabel y Pepe, el cual se encontraba actuando en Cornellá de Llobregat.
José Manuel Tejada Domínguez (Piqui)
Pepe se enteró muy tarde de la muerte de su hijo, estaba claro que no le daba tiempo de llegar para el sepelio y encargaría a su primo, José Díaz Tejada (padre de Alfonso, Manuel, Alberto, José, Ramón…), de organizar los actos fúnebres. Mucho se ha comentado acerca de la fría actitud del cantaor de Marchena ante aquella desgracia tan delicada, tan llena de dolor como es la muerte de un hijo. Parecía, según se comentaba, que Pepe, se despreocupó o no sintió tanto la muerte de Piqui, pues, según muchos, debería haber abandonado la gira… Pocos entendieron que como cualquier padre al igual que para su madre Isabel, aquello fue una tragedia de la que no se recuperarían. Para sus padres sería la peor desgracia de sus vidas; Piqui era hijo único, criado con tanto cariño y en el que habían puesto sus esperanzas, como la mayoría; en su caso para que se convirtiera en un artista… Tendemos a creer que, Pepe, procuraría estar en el óbito, pero le sería imposible por las circunstancias de la distancia, las comunicaciones…
Lo que no nos deja de causar sorpresa es que en la prensa de aquellos días no hubiese reseñas ni esquelas que nos confirmasen la fecha exacta y el lugar del sepelio (al menos nosotros no nos lo hemos encontrado). Nos cuentan allegados, aficionados, que el acto fúnebre se llevaría a cabo en la iglesia de San Lorenzo de Sevilla, el 5 de enero de 1964, donde se encontraba el Gran Poder, antes de estar en su basílica. El 22 mayo de 1992 se trasladarían sus restos al cementerio de Marchena donde su madre, Isabelita, tenía comprado un nicho. La misa de difuntos se haría en San Agustín y sería oficiada con seguridad por el padre superior del los Mercedarios D. José Chimeno, para que los marcheneros pudieran dar el pésame a la familia.
La vida continuaba, y Pepe tenía que cumplir sus compromisos, tenía que completar la gira, seguir pagando el sueldo a los muchos artistas de su Compañía que a la par sostenían a sus respectivas familias. Porque, aunque los empresarios Carcellé y Castilla ya no confían en el tirón de Pepe, el marchenero, seguía teniendo los mejores elogios de la prensa. En esta etapa es cierto que Marchena ya no es el que era; el tiempo pone a cada uno en su lugar y Pepe ya no tiene la misma fuerza en su cuerpo y en su voz, pero mantiene su carisma, su enorme personalidad y su melodía. Su cabeza funciona perfectamente y sale al escenario como un figurín, cuidando su imagen. Pepe es un esteticista no solo en sus actuaciones sino en su vida privada.
Jacinto Almadén, cantaor
Ejemplo de ellos son algunas declaraciones de finales del 64 aparecidas en la prensa, con opiniones encontradas. Esto es lo que diría Rosa Morón, una incipiente cantaora del pueblo de la cal, en una entrevista que le realiza el Diario Palentino con fecha de 23 de octubre del 64; la artista exaltaría: “Yo admiro sobre todo a Pepe Marchena y Manolo Caracol, son incorruptibles en su cante, en el cante grande.” En cambio, el mismo periódico, con fecha 20 de noviembre, llevaba en sus páginas unas declaraciones de Jacinto Almadén en la que se retaba con cualquiera de los cantaores que se llamaban en aquellos años punteros y con los cuales se despachaba a gusto, calificándolos a su manera: “Mairena sabe cantar, pero no es completo; El Gallina, es un buen aficionado; Farina, una gran voz, pero su cante no es puro; Caracol no canta los cantes como son; El Pinto habla más que canta y con Pepe Marchena el público se engaña, su cante no es bueno”. Nosotros lo único que podemos decir aquí es que es el público quien pone a cada uno en su lugar y que Jacinto Antolín Gallego “Jacinto Almadén”, sin dejar de ser un buen cantaor no podrá aspirar a tener el mismo lugar en la historia que los cantaores que nombra y mucho menos compararse al genio de Marchena.
Jacinto Almadén fue un cantaor digno, que conocía algunos cantes, que cantaba bien otros, pero nunca fue un líder, no fue un creador ni un innovador. Un transgresor, un reformador, ante cualquier evolución artística debe cumplir al menos estas premisas: conocer y valorar la obra de sus antecesores, con el fin de poder romper con el pasado con conocimiento de causa; mantener una actitud de libertad creativa con visión de futuro, con el carisma y la personalidad que ello requiere para que los demás lo imitasen… Nosotros pensamos que todas esas condiciones se daban en Pepe, es más, creemos que a esas alturas de su vida (con más de 60 años de edad y 50 de artista consagrado) el marchenero iba sobrado.
Pepe con 4 de sus sobrinos
En estas fechas, finales del verano del 64, Valderrama, también grababa sus Antologías, acompañado a la guitarra por el sevillano José Martínez de León “Pepe Martínez” (1923) hijo de la saetera Isabel León, criado en el ambiente de la Alameda de Hércules, donde aprendería el valor de la sonanta y con 17 años acompañaría a Marchena y los más grandes como La Niña de los Peines, Vallejo, Cepero, Pinto, Canalejas, la Niña de la Puebla, Valderrama… Martínez se declararía admirador y seguidor de Ramón Montoya, con el que compartiría giras; sin embargo, tendría más fama en el extranjero, en países como Inglaterra y Francia, que en su patria, dando conciertos, grabando discos, impartiendo clases y participando en programas de la BBC…; siendo un guitarrista que abriría las puertas a concertistas que vinieron después como Serranito, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar… Martínez desarrolló un estilo muy limpio, de técnica depurada, a pesar de no saber leer música. A Pepe Martínez se le dedicó un programa de “Rito y Geografía del Cante” que presentaba José María Velázquez-Gastelu, en el que haría unas declaraciones respecto a los cantaores que más le gustaban acompañar: “Para mi gusto: Marchena (diría Martínez). Para mi es indudable, es una cosa aparte de todos los demás”. Pepe Martínez moriría en Sevilla en 1984, siendo reconocido como uno de los mejores concertistas flamencos de la historia y de cuyo estilo han mamado las generaciones posteriores.
Pero no todo serían loas para el maestro de Marchena. En la serie, “Rito y geografía del cante”, que grabó y emitió TVE durante los años 70 y que luego ha repetido en ocasiones, se le dedicó a Marchena un primer capitulo en el que se intenta desacreditar al marchenero. No cabe duda que Pepe ha sido una de las figuras más importantes del cante, por su trayectoria, por el reconocimiento del público…, sin embargo, por los comentarios que se hacen en la grabación, el objetivo era denostar la Ópera Flamenca, se notaba en los medios la influencia del mairenismo y el pensamiento neoclasicista de aquellos años. En cambio, ahora, en los tiempos que corren, parece que el criterio de aquellos flamencólogos, aquellos críticos, los más puristas y amantes de la ortodoxia flamenca, ha cambiado y no dejan de reconocer el valor y la maestría que desarrolló a lo largo de toda su vida el genio Pepe Marchena.
Franncisca Méndez Garrido "La Paquera"
Seguimos la misma tónica, metidos ya en 1965. El diario de la Falange Tradicionalista y de la JONS de las Islas Baleares, en sus páginas del 6 de marzo de 1965 llevaba una entrevista a La Paquera de Jerez que en ese momento iba en la compañía de Farina. El periodista le preguntaba por los mejores cantaores y ella contestaba: “Según me decía mi padre que escuchó a todos los mejores: la Niña de los Peines, Caracol, Manuel Torre, Chacón y Marchena y ahora Farina claro”. Normal que la joven Francisca Méndez Garrido, echara cuenta de lo que le dijera “El Rubio”, su padre. Y que apuntara el bien hacer de Farina, por entonces su jefe. Ambos, Farina y “La Paquera”, coinciden durante la entrevista en afirmar que quien le dio valor al flamenco, quien lo vistió de etiqueta fue Pepe Marchena. Después le preguntaría por los cantes más difíciles y ella dice que primero la bulería después la seguiriya, luego la soleá y después todos los demás y para finalizar el periodista le dice que improvise una soleá y “La Paquera” improvisa: “aaaaayyyyy… qué cosas tendrá el queré/, qué cosas tendrá el queré/ que hasta se vuelve poeta/ el que no sabe leé”.
Pepe seguía en la brecha; ahora actuaba en el programa “Noche de estrellas” que emitía TVE, el día 14 de marzo de 1965, junto a Rafael Turia, Tony Dallara, Franciska y el trio de acróbatas Jhon Wood.
También el periódico de Baleares de la Falange y la JONS, en la sección “Díganos usted algo” hacía una entrevista (el 1 de mayo de 1965) al cantante Juan Lucena, que aquellos días actuaba en la sala de fiestas “La Cueva” ubicada la localidad balear de Paguera. El periodista le pregunta: “¿De dónde nace el flamenco?” A lo que Lucena respondía: “De los tartessos, o sea de los andaluces primitivos, que mezclaron sus cantares a las melodías de los egipcios…, ahí nació el cante”. No iba mal encaminado el artista; hasta hace poco se creía que los gitanos provenían de Egipto. Sigue el periodista; “Pero ¿el cante se aprende?” “Se aprende poco, se nace con él como nace la flor con el perfume y el mar con la sal”, diría Lucena con acertada filosofía flamenca. ¿Quién ha sido el mejor cantaor que tú has conocido? A lo que respondería Juan, sin titubeo alguno: “Sin duda alguna Pepe Marchena”. Aún insistiría el columnista: “¿Qué tiene Marchena que no tengan los demás?” Y en esto fue tajante Juan Lucena: Marchena tiene duende, ángel…, la seda de su garganta es como la de un ruiseñor…”