Pepe recorre toda Andalucía

Eduardo Ternero - domingo, 3 de Marzo de 2024

Dejamos a aquel “Niño”, que aún no ha cumplido los 11 años, cantando por los pueblos de los alrededores de su localidad, Marchena, acompañado de Pepe el de la Flamenca. Otras de las veces, a aquel jovencito, Niño de Marchena, le tocaba un guitarrista llamado Nabito. Estamos en un momento crucial, ahora le llaman para que cante y le pagan. En Puebla de Cazalla se ganaría el duro de plata que estaba en juego. Fue una especie de concurso, un mano a mano, que se había montado en un bar del pueblo morisco. Se trataba de otro joven, que cantaba muy bien, pero, tras escuchar a Pepito Tejada, reconoció que estaba ante un cantaor que se haría historia.

 Pepe Pachina, guitarrista

En 1915, cuando el “Niño” tiene tan solo 12 años, participaría en un certamen de cante flamenco que se celebraba en Fuentes de Andalucía: Así, lo comentaba él mismo: “La primera vez que canté en público fue en un festival de Fuentes de Andalucía, con 12 años. Me acompañaba un guitarrista de Fuentes llamado Pepe Pachina, que, aunque no era profesional, tocaba estupendamente”.

Al año siguiente (1916) ampliaría su círculo de actuaciones, Puebla de Cazalla, Osuna, Écija, Alcalá de Guadaira, Paradas… cantando en los casinos, acompañado por Manuel Velma, “el Indio Manuel”.  Nuestro chaval, de 13 años, ya ha aprendido muchas cosas; de cante casi lo sabe todo, tiene experiencia social, se relaciona con gente mayor; va asimilándolo todo y de todos y, como es tan avispado, aquellas lecciones no las olvidará nunca. Su talante desde muy joven fue alegre, agradable; era de carácter afable, sin apenas elevar la voz, muy cercano a sus amigos y además tenía una cualidad, para aquellos tiempos, muy apreciable por los demás: que era muy desprendido. Intuía que el dinero era para gastarlo, era, como decimos en el más puro andaluz: un tío “rumboso”.

Pepe, a pesar de su edad, se había dado cuenta de que, en los pueblos de los alrededores, donde cantaba, siempre tenían con él más consideración que en su propio pueblo. En Puebla de Cazalla, Fuentes, Morón, Paradas…, el flamenco tenía y tiene mayor calado en la gente, gustaba más. Marchena era muy conservadora, demasiado clasista, de una religiosidad que rozaba el puritanismo. Los Duques de Arcos habían hecho del pueblo una especie de santuario y se dedicaron a levantar templos y a “invitar” a la población a un continuo acercamiento a la iglesia, a los cultos, las procesiones, cofradías… En Fuentes, por ejemplo, el Niño de Marchena era acogido en todos los bares como un ídolo a pesar de su edad. El dueño del pequeño Teatro fontaniego, al que llamaban “Manolo el de la Mojina”, anunciaba y daba a conocer, con actuaciones, a Pepito en su establecimiento y, además, lo promocionaba para que le contrataran en los bares de Puebla, Fuentes, Osuna, Morón, Paradas, Écija…, algo que no solía ocurrirle en su pueblo, Marchena.

  Café cantante "Novedades"

Pero, aquel Niño de Marchena, quería más, tenía que ir en busca del origen del flamenco y se marchó a Jerez; estamos a mediados de 1917. Allí, sin haber cumplido aún los catorce años, se instala y aprende los cantes por soleá, por seguiriyas, tonás, martinetes, etc. de la gitanería jerezana; pues, aquel tipo de cante era el que primaba en la época y el que solían hacer los grandes del flamenco: Chacón, Pastora, Torre y todas las casas cantaoras jerezanas. En Jerez, actuaría en un ‘colmao’ llamado “La Candelaria” que era, por entonces, el mejor de los locales para escuchar flamenco de la ciudad del vino. Actuaban también, en aquel tablao, el maestro Cabeza, El Loli de Jerez, El Chícharo, Carapiedra, Luisa Requejo, El Chuti de Jerez y de guitarrista un tal Cristóbal.

Seguiría actuando, Pepito Tejada, en la ciudad jerezana durante un periodo de varios meses; pero, aquel inquieto niño, ansiaba volar, no podía estancarse en Jerez, la monotonía le mataba y ya dominaba la mayoría de los cantes. Era hora de ampliar el radio de acción y llegaría otra etapa más productiva: la de Sevilla, Córdoba, Málaga, Badajoz…

Estamos en 1918 y aquel chaval tiene 15 años. Estamos ante el ocaso de los Cafés cantantes; “la gente de bien”, no ve con buenos ojos aquellas juergas flamencas que se montaban en aquellos tugurios; el pudor de la población reinante no entonaba con “aquel supuesto alboroto de palmas, guitarras y alaridos de cantaores”, acompañados de “señoritas que fumaban”. Para más inri, muchos de los altaneros “señores” que frecuentaban, airosos y dislocados, aquellos lujuriosos locales durante las madrugadas, paradójicamente, denostaban los mismos antros a la mañana siguiente, con golpes de pecho. Como escribiera Eugenio Cobo: “… entre 1876 y 1895 el flamenco fue no un espectáculo, sino una moda y un tipo de persona, un comportamiento: la chulería, el matonismo, el señorito chabacano. Es contra esto contra lo que se alzan algunas voces del 98, no contra la música y la danza jonda: muchas veces, el flamenquismo era el aire que se respiraba en el barrio, sin que, a pesar de la palabra, tuviera poco ni mucho que ver con el flamenco”.

Luisa Requejo

A pesar de todo, en el horizonte se vislumbraba la caída de los cafés cantantes, el cierre de aquellos míticos lugares de flamenco. Aun así, el “Niño de Marchena”, entiende que es el momento de conquistar Sevilla y hace su presentación en el Café Novedades, uno de los edificios emblemáticos de Sevilla, cuyos salones de bailes pintara Sorolla. El Novedades, que fue construido en el siglo XVIII, en la antigua calle Santa María de Gracia (hoy calle Martín Villa), sería derribado en 1923 para darle más amplitud a todo el ensanche de la Campana. Contaba la prensa de la época que la gente se arremolinaba con pancartas incordiando al entonces alcalde Antonio Halcón y Vinent, apodado “el palanqueta” (porque todo lo derrumbaba). Una de aquellas pancartas decía: “Novedades, nunca te olvidaremos”. Aunque en realidad, no sabemos, porqué ni cómo, el caso es que el Novedades no tuvo que ser demolido al uso, ya que, poco antes de que los obreros empezaran con el derribo, se produjo un incendio que redujo aquel centro del flamenco sevillano a cenizas. En la misma plazuela de la Campana, también se instalaría, más tarde, el bar del Pinto, que regentara el marido de Pastora Pavón, un bar que tantas veces visitaría, en los años venideros, nuestro protagonista, Pepe Marchena.

Precisamente, en el Novedades, se presentaría el Niño de Marchena, en 1918, junto a Manuel Vega García “El Carbonerillo” y José Torres Garzón “Pepe Pinto”: Así lo cuenta Eugenio Cobo: "Bailaba todavía en Novedades "La Macarrona". Uno de aquellos días, estaban de espectadores tres chiquillos con sus familiares y amigos. En aquella época no era raro que, a petición de los amigos, un espectador subiese a las tablas del café, y de esa manera debutaron El Carbonerillo, Pepe Pinto y el Niño de Marchena.

Aquellos tres niños llegarían a ser grandes cantaores y los tres harían historia, cada uno de ellos a su manera; pero, desde esos primeros momentos, el Niño de Marchena, despuntaría sobre sus compañeros, por lo que, sería contratado y se quedaría actuando unas semanas en el Novedades. Como sería la personalidad de Pepe, que tras sus actuaciones en el legendario Café, le esperaban en la puerta José Cepero (1888), El Niño Medina (1875), El Cojo de Málaga (1880)…, que también actuaban en el local, para irse con él de juerga, o a fiestas privadas, para sacar un sobresueldo. Entiendan que en 1918, estos tres cantaores ya eran bastante mayores (cuarentones) respecto al Niño de Marchena (15 años).

Pepe Marchena

Aquel joven marchenero, que pronto va a cumplir los 16 años, ansiaba ascender, ganar mucho dinero, comprarle una casa a su madre, Rita. Conquistar el mundo del flamenco y empezaría cobrando cinco duros diarios, es decir, cinco veces más que la mayoría de los obreros industriales que no llegaban a las 5 pesetas diarias y que los trabajadores rurales que cobraban unas 3 pesetas. Suponemos que su familia, sobre todo su padre, que no confiaba en la vida de los artistas, se quedaría de piedra cuando, aquel muchacho, se presentó en su casa con más dinero ganado, en unas semanas,  que él hubiera podido ganar en todo el año.

Terminada su temporada en el Novedades, marcharía a Córdoba, donde es contratado en el Salón Ramírez. Actuaban junto a él las artistas de varietés Luisa Esteso y Amalia de Isaura. Aquella sería otra experiencia nueva para él, que durante toda su vida fue muy amante del teatro y de casi todas las artes. Después de su etapa en la ciudad califal, partió hacia Málaga, donde actuaría en varios locales y donde dejaría, durante su estancia, un reguero de amigos, a los cuales siempre se jactó de visitar y de mantener viva una sincera amistad durante toda su vida.